Las portadas como puertas de su tiempo
Por Catalina Saldaña Lagos
Reseña del libro Masivas e ilustradas. Portadas de libros de bolsillo en el Cono Sur (1956-1973) de Patricio Bascuñán Correa.
Con “masivas e ilustradas” Patricio Bascuñán declara el núcleo central de su propuesta: el encuentro entre la cultura de masas y el pensamiento ilustrado a través de aproximadamente 250 portadas de libros de bolsillo publicados en Chile y Argentina, entre 1956 y 1973, época de crecimiento exponencial de las industrias editoriales en ambos países, período coincidente con la fundación de la Editorial de la Universidad de Buenos Aires en Argentina, y el desmantelamiento de la Editorial Quimantú, en Chile.
Por medio de la búsqueda de vínculos entre el desarrollo de la cultura visual y la cultura letrada, el autor se adentra en las posibilidades que existieron para adaptar el libro a la cultura de masas, hacerlo competitivo para captar a un público cada vez más amplio, considerando a esta masividad como un territorio en permanente disputa intelectual y política, y en los alcances de la democratización del conocimiento, propósito de los principales proyectos del período.
Estos vínculos se insertan en un proceso mayor de modernización cultural que atañe a la industria editorial y que se expresa en cuatro áreas que Bascuñán identifica concretamente: catálogos de amplia diversidad temática; impresos de tirajes masivos, con portadas llamativas y formato bolsillo de bajo costo; distribución fuera y dentro de los circuitos tradicionales; y cambio en las lógicas de producción.
Considerando a las portadas como puertas y representaciones colectivas de su tiempo, el autor se propone realizar un estudio visual de ellas en el contexto de modernización de la industria editorial, a partir de un “desborde disciplinar”, concepto que utiliza en un par de ocasiones, y que está referido a un análisis de las imágenes sin la complicidad del dogma artístico estético, a lo que también podría agregarse, sin un “compromiso” con ese dogma.
En síntesis, la propuesta de Bascuñán es condensada en una frase muy asertiva: “una revolución dentro de la revolución”. La revolución que acoge es el contexto de la cultura de masas, pero también de los vaivenes políticos, sociales, económicos, intelectuales y culturales del período de estudio, mientras la revolución que se anida en ella es la modernización de la industria editorial, visible en este conjunto de portadas pertenecientes a, como lo llama el autor, el “ecosistema de editoriales y publicaciones” de la época.
Para abordar lo señalado, el libro se compone de seis capítulos, temáticos y contextuales. El primero de ellos, de carácter introductorio, se titula “Los libros y sus portadas como objeto de estudio”. En él se establecen los aspectos teóricos y metodológicos sobre el estudio material del libro y la edición, y del estudio visual de las portadas. Aquí, el autor releva la importancia de las portadas como una decisión editorial, un documento y la concreción del concepto “imagentexto”, o la conjunción de lo visible y lo textual, proponiendo el análisis de los encuentros y desencuentros entre ellos, a través de la indagación de la función social que cumplen en sus contextos y la coherencia de las formas con la necesidad, es decir con el reforzamiento mutuo entre ambas áreas. Esto elementos explican la importancia del contexto histórico presente en el libro como soporte del doble desbordamiento que nos propone Bascuñán y que involucran los límites metodológicos y teóricos de la investigación: el “desbordamiento disciplinar” en el estudio de las portadas y el “desbordamiento” de la función primera del libro, la lectura, hacia su constitución en vehículo de pensamiento a su vez que bien económico.
El segundo capítulo, “Revolución del libro en el Cono Sur”, se ocupa de la médula del estudio. En él, podemos apreciar cómo el libro, en tanto objeto, se transforma desde un monumento, de carácter inmaculado y ceremonial alojado en doctas bibliotecas, a un vehículo o en un arma. El punto de inflexión en este tránsito es el surgimiento del paperback en la década de 1930. Este libro de difusión de masas marcará la pauta editorial en las décadas siguientes, profesionalizará las labores editoriales, hará que se asimilen las lógicas de producción de masas y las industrias, e instalará la concepción moderna de la edición. Estos cambios implicaran también una transformación corporal del libro, evidente en su diseño que será influido por las lógicas de la producción industrial a gran escala, como por ejemplo la encuadernación rústica. Como nos muestra el autor, estas transformaciones estuvieron acompañadas por nuevas tecnologías de impresión, como el desarrollo de la fotocomposición y del offset, que redujeron costos, aceleraron procesos productivos y fijaron nuevos estándares de calidad. En este marco, el libro de bolsillo asumirá dos aspectos inalienables de su carácter: la relevancia de la imagen, que deja de ser complementaria y pasa a conformar un aspecto central de su capacidad de competencia en el mercado, por eso el diseño de portadas llamativas e interiores bien cuidado de las ediciones, y la difusión, componente primordial en la revolución del libro. El autor señala que estos procesos tendrán amplitudes diferentes a nivel global y regional, sus desarrollos serás dispares, incluso dentro del mismo Cono Sur.
Si bien, el autor se detiene en los casos de Eudeba y Quimantú, también ofrece como evidencias de este proceso de modernización experiencias de editoriales como Sudamericana, Minotauro, Zigzag, Universitaria, Ediciones de la Universidad Católica de Valparaíso, Ediciones Universidad Técnica del Estado y Nascimento. En casi la totalidad de los casos, va mostrando la transformación suscitada en la representación social del libro en su relación con la extensión del conocimiento, con las aspiraciones al desarrollo, con la valoración sobre lo propio, con su concepción como arma para la revolución y, también, como un bien de consumo.
Una parte importante de este capítulo es la caracterización de la concepción moderna de la gráfica y el diseño. Imbricada con la profesionalización del diseño gráfico, al alero de las universidades más importantes de ambos países, recogió la influencia de referentes metropolitanos como la psicodelia y el pop de Estados Unidos, y el Estilo Tipográfico Internacional europeo; sus ilustraciones directas y su lenguaje técnico configuraron la nueva representación de la región; y sus innovaciones hicieron posible la revolución del libro a nivel local, a través de un mayor cuidado por la imagen de la marca y la diferenciación de los sellos editoriales. Este cambio es muy bien retratado en las portadas de libros de la editorial Losada expuestas en la página 63. Así, la gráfica ayudó, como apunta el autor, a jerarquizar y ordenar los contenidos de forma racional, además de estimular los sentidos.
La revolución del libro fue propia de su tiempo y territorio. Estos cambios que han sido abordados en la investigación tuvieron un contexto de creciente polarización y violencia, asunto del que se encarga el tercer capítulo. Con el título de “Ideología y politización”, este apartado desarrolla los elementos centrales que caracterizaron el escenario histórico en el que se desenvolvió la transformación del libro, tanto en el caso argentino como en el chileno. El autor proporciona un adecuado contexto para explicar el entrelazamiento de los discursos de la época y las imágenes, y como “todo se politiza”, es decir, cómo cada publicación fue un acto propagandístico. Así, analiza cómo diferentes tendencias y corrientes -desde el desarrollismo y la teoría de la dependencia, hasta la lucha armada y la revolución cultural- adquirieron una dimensión visual caracterizada por los aspectos más relevantes de cada modelo. Por ello, puede distinguirse una imagen más popular, más efectiva, como la portada de “Los tupamaros en acción” (p. 147), o bien, más influida por la psicodelia y el pop.
En el capítulo cuarto, el libro expone los casos de las ediciones universitarias, Eudeba y la colección Cormorán de la Editorial Universitaria. En ambos casos, pese a ser editoriales independientes económica y administrativamente de sus casas de estudios, tuvieron un compromiso declarado con la labor de formación y extensión del conocimiento desde las universidades hacia la sociedad. En las ediciones universitarias, señala el autor, puede observarse una doble influencia: por un lado, aquella proveniente de la revolución del libro, y por otro, el proceso de reforma universitaria, donde también se enarbolaron los objetivos de modernización y democratización, en el que la extensión universitaria fue un pilar fundamental. En consecuencia, las portadas asumieron los desafíos de mayor pluralidad y se extendieron las ediciones en formato de bolsillo, con una labor divulgativa, con el interés de formar una cultura científica, acompañadas de un diseño gráfico simple y sobrio, pero no menos “llamativo”, pues como se sustentaban económicamente gracias a su propia actividad, las editoriales universitarias también tuvieron la necesidad de vender ejemplares y, de allí, proviene el tinte publicitario que tuvieron. Es importante destacar la figura de Mauricio Amster, reconocido como quien desarrolló el diseño editorial y el manejo tipográfico de alto nivel en Chile a través de su prolífico trabajo de diseño de portadas y proyección de libros en Editorial Universitaria. En las portadas de la colección Cormorán se aprecia la propuesta estética que concretiza la mediación hecha por los libros entre una cultura de matriz ilustrada y una cultura de masas, cuyo ejemplo más significativo puede encontrarse en la portada del libro “Mio Cid”, diseñada por Susana Wald y proyectado por Mauricio Amster (p. 218).
El mismo ejercicio propuesto para las ediciones universitarias, se desarrolla para la narrativa latinoamericana en el quinto capítulo. En él, Bascuñán expone las causas del denominado “boom” latinoamericano: el avance de los medios de comunicación, los nuevos públicos lectores, el aumento demográfico, el aumento de la educación primaria y secundaria, la consolidación de los mercados internos y la industrialización de la posguerra. Hay tres subtemáticas abordadas por el autor que son relevantes de esta sección. La primera es la referida a las nuevas connotaciones a la novela social en función de los propósitos del nuevo contexto. Este fenómeno se refleja en portadas que construyen en nuevo imaginario visual, sostenido en otras formas de representar a la región y de acercamiento a su realidad, asunto que se evidencia en la portada de “La sangre y la esperanza” de Nicomedes Guzmán, uno de los estandartes de la novela social chilena de la primera mitad del siglo XX y re-editada en 1971 por Quimantú, que puede verse en la página 254.
El segundo subtema se relaciona con la nueva literatura latinoamericana y su desarrollo paralelo y en relación con el crecimiento de la industria editorial. Aquí, el libro se encarga de mostrar cómo el realismo mágico se posicionó como una visión local del mundo, en contraposición, por ejemplo, al realismo soviético. Las ediciones representaron, de este modo, los conflictos de América Latina en el siglo XX, rechazando y superando al naturalismo, a través de la asimilación y “transculturación” de referentes extranjeros con el propósito de exponer la propia realidad, como se ve en las portadas de “La rebelión de los colgados” en la página 249 y de “Los jefes” en la página 269. El tercer subtema aborda la literatura cosmopolita que, en contraposición al campesino que sufre y al indígena desvalido, indica el autor, se adapta rápidamente al impacto de la vanguardia creacionista, modernista, superrealista y surrealista, que en términos visuales utilizó el lenguaje del afiche del cine comercial. Claros ejemplos son las portadas de “Amasijo”, “Palomita blanca” y “Excesos”, expuestas en las páginas 273, 281 y 285, respectivamente.
Finalmente, en el sexto capítulo “Literatura pulp y de kiosko”, el libro se encarga de analizar este fenómeno dentro de la cultura de masas, que como señala el autor: “Ambas categorías enuncian fenómenos editoriales similares y contemporáneos: libros que circularon en formatos económicos y que conformaban un canon literario accesible y popular” (p. 288), es decir, el precepto de la revolución del libro, caracterizado por la literatura de aventura, ciencia ficción, novela negra y novela rosa, donde las imágenes se emplean para ilustrar las historias y las ediciones están regidas por la lógica industrial, con interiores impresos en monocromo y portadas a todo color. Aquí, el autor propone una revisión de la asimilación y transculturación del fenómeno desde América Latina, por medio de los proyectos de la serie Minilibros de Quimantú y las publicaciones de la editorial argentina Minotauro. En el caso chileno, fue una colección que se planteó la formación de nuevos lectores, con portadas explícitas y coloridas, y títulos de fácil entendimiento que retrataban diversos conflictos relacionados con la modernización capitalista. Este último elemento es relevante, pues en su experiencia estadounidense, por ejemplo, la literatura pulp tendrá una estrecha afinidad con el imaginario imperialista y el retrato de enemigos rusos, japoneses o alemanes, donde la figura del rebelde solitario estuvo sobre las expresiones de solidaridad. En el caso de Minilibros, las ediciones se adaptaron al propio contexto con una visualidad directamente comprometida con el imaginario vinculado al proyecto de la Unidad Popular. Como señala el autor, “en otras palabras, abrió puertas al mundo y se presentó estimulante, al mismo tiempo que visibilizaba un conflicto declarado contra el imperialismo” (p. 301).
A través de estos seis capítulos, es posible visualizar la adaptación del libro a la moderna cultura de masas, uno de los grandes logros de la industria editorial del siglo XX. En este sentido, la investigación cumple ampliamente con sus propósitos. Esta adaptación se realizó a través de los libros de bolsillo, en palabras de Bascuñán, el “medio predilecto para establecer una comunicación social masiva, capaz de incentivar la formación de nuevos públicos lectores y estrechar renovados vínculos entre el trabajo intelectual y la sociedad” (p. 313). Es la revolución del libro. Asimismo, la lectura de Masivas e ilustradas nos permite conocer cómo el diseño gráfico de la época fue conjugando las lógicas de la producción en serie y su audaz uso de lenguajes modernos y vanguardistas en un proceso de transculturación de diversos elementos provenientes del extranjero, haciendo convivir diseños de abstracción geométrica, con representaciones de industrias y ciudades modernas, ligadas al imaginario tecnocrático, y representaciones simbólico-dramáticas, ligadas a la lucha armada, expresiones visuales de las “distintas izquierdas”, como refiere el autor.
Los tópicos de los que se hace cargo el libro tienen una proyección actual. Bascuñán indica que el desarrollo de esta revolución dentro de otra revolución podría resumirse en el objetivo de conquistar el sentido común, un problema todavía vigente que se expresa en las tensiones que existen tras la producción artística e intelectual de la industria editorial en un escenario de cultura de masas.
El libro de Bascuñán estimula algunas ideas y reflexiones a partir de sus planteamientos. La primera de ella es la idea de la portada como un documento, una fuente histórica más y la expresión del concepto “imagen-texto”. Ya se ha trabajado con respecto a aspectos estéticos y visuales, pero es muy interesante también abordarlas por sus condiciones de producción, las experiencias técnicas y tecnológicas que están detrás de ella. Otro punto tiene que ver con las editoriales como parte de un proyecto, ideológico y/o político, pero al mismo tiempo como una empresa comercial. Decisiones de qué y cómo publicar necesariamente pasan por un filtro cargado de contexto, y la llamada “línea editorial” tiene un trasfondo interesante de escudriñar, como lo hizo el autor en el libro, además haciendo las distinciones con respecto a la realidad de la revolución del libro en el Cono Sur, lo que también nos habla de cómo operan cada una de las editoriales en un espacio-tiempo específico, con condiciones ideológicas y materiales determinadas.
Luego de la lectura del libro se puede constatar que todo tiene una expresión visual: corrientes de pensamiento, ideas, proyectos políticos. Esto no es una novedad como tal, pero trabajos como este consolidan aún más el campo de los estudios visuales, sobre todo con el componente historiográfico que desarrolla muy bien el autor a lo largo de la investigación. En este sentido, sería un importante aporte una historia del siglo XX latinoamericano a través de la visualidad de las portadas; con el libro que nos comparte Bascuñán, demuestra su capacidad y sensibilidad para poder abordar un proyecto de este tipo.
La pregunta primera pregunta que surge con el libro es: ¿se puede juzgar a un libro por su portada? Si bien existe una metáfora detrás de esta frase, se puede rescatar ahora desde su literalidad más primaria. Probablemente, sería injusto o impreciso hacerlo respecto a la calidad de su contenido, cuestión que también puede ubicarse en el mundo de los gustos y subjetividades; sin embargo, este libro sugiere que, en cierta forma, sí puede juzgarse un libro por su portada, en cuanto a su posición en un proyecto de sociedad específico, con una temporalidad específica y con influencias (ideológicas, políticas, estéticas) específicas. En definitiva, es posible reconocer un libro en su identidad más profunda a partir de la imagen que nos entrega su portada.
Masivas e ilustradas. Portadas de libros de bolsillo en el Cono Sur (1956-1973) es un libro para quienes se interesen en el ámbito de la historia del siglo XX, del diseño, de la estética, de los estudios visuales, de la historia del libro y de la industria editorial. Esta amplia gama de posibles interesadas e interesados es un aspecto que habla muy bien de la investigación. Además, es destacable la escritura ágil y amena de él, la búsqueda, selección y tratamiento de las imágenes que presenta, que muchas veces constituyen un libro dentro de otro libro y, principalmente, es altamente valorable el trabajo historiográfico que ofrece, sobre todo considerando que el autor no proviene por formación desde la disciplina histórica.