Las mujeres Gunas que apoyaron a Allende
Por V.A. Mojica
Después del golpe de estado contra Salvador Allende, el museo de arte contemporáneo que lleva su nombre recibió una primera donación: 38 molas Gunas
1
En aquellos años nos veíamos más a los ojos. Panamá, capital latinoamericana de rascacielos, no tenía hogares con vista a las nubes. Como no existían las torres, no existía la perspectiva cotidiana de mirar al otro desde las alturas. El Canal de Panamá era de Estados Unidos. Teníamos una zona militar de los americanos dentro del país —que rodeaba el atajo para barcos— donde se pagaba el trabajo según el color de piel. Rubén Blades no había escrito Patria. No éramos un paraíso fiscal de fama internacional. El bufete de abogados de la filtración Panamá Papers, Mossack Fonseca, no se había fundado. No había muerto Rogelio Sinán. No había nacido el Sech, ni tampoco existía el reggae en español. No habían partidos políticos, ni muchos opositores, ni periódicos ni radios ni televisiones que no fueran afines al régimen militar de Omar Torrijos. Había una dictadura liderada por un soldado del interior de Panamá que era un gran amigo de los escritores Gabriel García Márquez y de Graham Greene. La dictadura panameña tenía al menos tres personalidades. Una violenta que desaparecía a personas, perseguía y mataba a estudiantes. Otra de neutralidad que asilaba a humanos que huían de guerras, de golpes, de matanzas. Y una parecida al amigo —valorada por artistas, intelectuales y curadores de la época— que sentía afinidad con los procesos de cambio social que sucedían en el continente. Michael Jordan ni Maradona ni, por supuesto, Messi eran ídolos. Roberto 'Mano de Piedra' Durán aún no vencía a Sugar 'Ray' Leonard. Ernesto 'Che' Guevara, guerrillero y revolucionario, asesinado en Bolivia, era inspiración en los jóvenes. Víctor Jara cantaba en la Universidad de Panamá. Hace medio siglo las molas tejidas por mujeres de la comarca indígena Guna Yala ayudaban a los refugiados chilenos en Panamá.
2
Usualmente nos pulverizan. De eso trata esta historia. Por eso comienza con un bombardeo conocido. El dictador Augusto Pinochet derrocó a Salvador Allende con un violento atentado al Palacio de la Moneda el 11 de septiembre de 1973. Utilizó para fulminar al presidente aviones de caza y tanquetas. Chile era —sigue siendo— un destino de estudiantes panameños. Algunos terminaron arrestados en el Estadio Nacional, un centro de tortura y de exterminio de la dictadura. El resto de los panameños huyó, ante las ejecuciones públicas y privadas que sucedían en el país sudamericano, a la Embajada de Panamá. La información llegó a los oídos del dictador panameño Omar Torrijos, y designó a una persona de confianza, a uno de los hombres más sangrientos de su régimen, Manuel Antonio Noriega, para negociar el traslado de los compatriotas al país. Noriega conocía a Pinochet, había sido su alumno, y viajó a Chile.
Décadas después, antes de morir por un derrame cerebral, Noriega le dijo a la periodista Carmen Carrasco que el dictador chileno lo amenazó antes de aprobar la repatriación: «Saca a estos comunistas de Chile, que jamás vuelvan y, si incumplen, te buscaremos. Tú eres el que pagará por ellos». Según Noriega, no fue difícil encontrar a los panameños en la gran cárcel que era el Estadio Nacional. Uno de ellos tenía una bandera de Panamá, pero le dijeron que «no saldrían hasta lograr salvar a varios chilenos». Unas mil personas escaparon a Panamá en los próximos días. La gran mayoría eran chilenos. Con el tiempo unos se mudaron a Canadá, a Cuba, a Europa y otros se quedaron en el pequeño país centroamericano.
El día que conocí el Palacio de la Moneda por dentro, una de las primeras cosas que pensé es que era muy difícil sobrevivir a un ataque como el que le hicieron a Salvador Allende la mañana del 11 de septiembre. El palacio no es una fortaleza. Tiene balcones, espacios al aire libre, con jardines en su interior, que le ofrecen, por momentos, la apariencia de una lujosa casa de campo. Los pasillos por donde camina el Presidente Gabriel Boric, en ocasiones distraído, con documentos sobre sus manos, como un adolescente nerd en biblioteca, están próximos a unos árboles de naranjos en el patio. El día que conocí el lugar donde se disparó Allende recordé con claridad las imágenes de las bombas que explotan sobre el edificio, y sentí terror y vulnerabilidad. Como soy panameño también pensé en los horarios de las masacres. En 1989, Estados Unidos lanzó a Panamá más de 400 bombas que cayeron sobre nosotros mientras dormíamos. Las explosiones y el fuego pulverizaron a muchos panameños durante la madrugada. Al amanecer eran cenizas que se perdieron entre los desagües. Muy poco hablamos de ellas.
3
Tampoco hablamos en Panamá de Raúl Rolando Rodríguez Porcell. Rodríguez Porcell era un panameño que lucía un bigote como Miguel Enríquez y tenía estrechos vínculos con los chilenos. Había sido alumno del pintor español, nacionalizado chileno (Premio Nacional de Artes Plásticas), José Balmes. Había participado en la Orquesta Filarmónica de Chile, y estudiado su profesión como arquitecto en la Universidad de Chile. «Mi abuelo y abuela —dice su hijo Rolando José Rodríguez De León — hicieron el sacrificio para que pudiese ir. En ese momento en Chile habían muchos estudiantes latinoamericanos». Porcell terminó la universidad en 1962. En 1964 consiguió trabajo como docente en la Universidad de Panamá. Ese año Estados Unidos asesinó a 22 estudiantes panameños que intentaron subir la bandera del país en la Zona del Canal. En 1971 fue nombrado decano de la facultad de arquitectura. En 1973, con el apoyo de su esposa, de otros académicos, con militantes del partido comunista, de artistas, de escritores, de indígenas, ayudó a los chilenos que llegaron como refugiados a Panamá después del golpe de estado de Pinochet.
«Los refugiados venían sin nada, sin dinero», me dijo su esposa Elda Maud de León. Hicieron eventos, organizaron conciertos, rifas, y conseguían molas del pueblo Guna —hasta de segunda mano— para reunir fondos. La mola era un artefacto valorado entre coleccionistas y museos. La pareja del arquitecto dice que una vez a ella le tocó viajar al mar caribe, donde viven los Gunas, para conseguir más molas con diseños geométricos que luego se vendieron y se rifaron en otras actividades. Los chilenos no tenían qué comer, tenían que comprar pasajes y rehacer sus vidas.
Meses antes, Rodríguez Porcell intentó salvar a Víctor Jara. El arquitecto panameño le pidió al cantautor chileno que no volviera a Chile. El golpe se respiraba a miles de kilómetros de distancia. La profesora Elda Maud de León recuerda que su esposo le dijo al músico: «No te vayas, quédate». Jara los había ido a visitar a su casa conocida como la Embajada de Chile en Panamá, residencia que Porcell diseñó para su familia en el barrio de El Carmen, en Bella Vista. El músico, según sus biógrafos, desde 1971 hasta 1973, cantó en varios países del continente. Su concierto en Panamá lo documentó el investigador César del Vasto. «Se presentó el 22 de octubre (1972). El paraninfo estaba colmado. Las personas que se sentaron adelante no encontraron puestos. En esta sala interpretó ‘Te recuerdo Amanda', ‘El derecho a vivir en paz', ‘Canto libre', ‘Plegaria a un labrador', ‘Canción de minero', cerrando con ‘Las casitas del barrio alto'». «Víctor Jara venía de Cuba», me dijo la académica, y no hizo caso a su esposo. El cantautor regresó a Chile y fue torturado, fusilado y lanzado a un matorral cerca al Cementerio Metropolitano, después del 11 de septiembre de 1973.
4
Poco antes de que Jara visitara Panamá, Salvador Allende inauguró una de las mayores colecciones de arte contemporáneo del continente. El arte contemporáneo se entendía como un antídoto ante la desinformación y serviría para defender a la revolución democrática de Chile, del acoso, el sabotaje que realizaba Estados Unidos, y sus aliados en esta región del continente, para desestabilizar al gobierno de la Unidad Popular. La idea nació en una reunión entre artistas e intelectuales que fueron invitados a Chile por el presidente Allende en 1971. En mayo de 1972 Allende inauguró el Museo de la Solidaridad, y dijo: «[…] éste es el único museo del mundo que tiene un origen y un contenido de tan profundo alcance. Es la expresión solidaria de hombres de distintos pueblos y razas que, a pesar de la distancia, entregan su capacidad creadora, sin reticencias, al pueblo de Chile, en esta etapa creadora de su lucha».
De México llegó Siqueiros, de Cuba llegó Raúl Martínez, Carmeló Carrá y Jorge Santa María lo hicieron desde Argentina, algunos chilenos que estaban en Francia como Roberto Matta y Matilde Pérez donaron sus obras. Y así fueron sumando cientos de artistas y de obras. Jack Vanarsky, ecuatorianos, americanos, brasileños, uruguayos, Carlos Cruz Diez, Frank Stella, Víctor Vasarely, Joan Miró. Pero la mañana del 11 de septiembre, así como murió Allende, murió el museo que fue tomado por los militares. Algunas de las obras, tal cual sucedió con los desaparecidos de la dictadura de Pinochet, nunca fueron encontradas o fueron reducidas a polvo.
Otras obras que sí aparecieron —que no necesariamente pertenecían a la colección del Museo de la Solidaridad, pero que fueron realizadas en aquellos años— lo hicieron por azares. Un día, durante la pandemia, el político chileno Guido Guirardi, regresó un textil que colgaba en su casa, más grande que un elefante, elaborado por arpilleras de Isla Negra durante el gobierno de la Unidad Popular, que había comprado en el mayor rastro de Santiago. Una de sus hijas le dijo que lo había visto en un documental —Escape de gas—, y que el tejido que tenía en casa, que los acompañó en familia, había sido robado de un edificio que hizo Salvador Allende con artistas del país, que luego ocupó la dictadura. Ese edificio hoy alberga al Centro Cultural Gabriela Mistral. Después que el político apareció en los medios de comunicación con el textil que tenía en casa de las arpilleras de Isla Negra, se exhibió para todo el que quisiera conocerlo —como era mi caso— tras algunas décadas de cautiverio.
5
Unos años después del golpe contra Salvador Allende, en 1976, a Raúl Rolando Rodríguez Porcell, según un memorándum de los archivos del Museo Solidaridad Salvador Allende (MSSA), fechado en el mes de abril, se le encargó una tarea que tendrá consecuencias hasta la actualidad: tiene que conseguir más molas del pueblo Guna para cooperar con el Museo de la Solidaridad. Los protagonistas de la primera etapa que estaban en el exilio, y nuevos protagonistas como la secretaria de Salvador Allende, Miria Contreras, conocida como ‘Payita’, sobreviviente del golpe de estado, irían por las obras que la dictadura escondió, robó o quemó, y lanzarían el museo diáspora, como los exiliados, con una segunda etapa de recolección de arte contemporáneo mundial, pero de resistencia.
En otro documento del archivo del MSSA se puede leer la nueva visión. «El Museo cumple una función claramente política. Es algo que podemos hacer algunos de los chilenos en el exilio. Cada inauguración es un acto de apoyo a la resistencia chilena. A cada una asisten políticos chilenos, dirigentes políticos del propio país o de los partidos demócratas, cuya presencia y declaraciones recogidas en los medios de comunicación son una contestación a la barbarie del régimen de Pinochet». El Museo de la Solidaridad ahora se llamará Museo Internacional de La Resistencia «Salvador Allende».
Se involucró Julio Cortázar, Roland Barthes, entre otras y otros. El memorándum está dirigido al entonces rector de la Universidad de Panamá, Rómulo Bethancourt, un allegado del dictador Omar Torrijos. En el documento Rodríguez Porcell detalló la programación: literatura, cine, danza y una exposición de molas. Sus amigos poetas, cineastas, escritores, músicos y artistas indígenas, con quienes apoyó a los refugiados chilenos en su llegada a Panamá en 1973, serán parte de su equipo. El evento se llamará: «Una Mola por Chile.
La inauguración de la exposición sucedió el mes de julio. Rodríguez Porcell, según periódicos de la época, dijo: «Panamá es un lugar donde es muy difícil hacer solidaridad. No sé si debido a que este país ha sufrido pocas calamidades naturales o si en los años de gobiernos de la oligárquicos han producido una actitud en el pueblo de que la solidaridad con los pueblos del mundo era un acto suicida».
Al final, agregó: «Esta demostración popular de Una mola por Chile refleja claramente el sentir del pueblo panameño, de los más sanos, de sus trabajadores manuales e intelectuales». El catálogo que se presentó en el paraninfo de la Universidad de Panamá incluyó 38 molas. Ninguna tenía nombre de autor. Se llamaban como una isla, Isla Ustupu; o como una familia: parejas de aves; o como pájaros: palomitas blancas, Águila, pelícanos; o como rastros de la playa: huellas de caracol, pipas, plantas medicinales. Una tenía el nombre de una herramienta de trabajo: Espátula para el telar.
Un año después de la exposición, la secretaria de Salvador Allende, se comunicó con un aliado en Costa Rica para seguir con las giras internacionales del museo. En la carta —que tambiénforma parte de los archivos del MSSA— informó que tenía donaciones de España, Francia, Bélgica y Suiza. «En Panamá se hizo una semana de la Solidaridad con Chile y nos enviaron cerca de un centenar de molas escogidas y confeccionadas por los indios kunas en solidaridad con sus hermanos mapuches chilenos». En una memoria que publicó Casa América en Cuba se dijo: «Un notable pintor recogió las ‘molas’ entre la minoría nacional kunas».
6
Las molas son un símbolo de resistencia cultural del pueblo Guna. En 1925, los indígenas en Guna Yala revirtieron un intento de colonización de los panameños que buscaba eliminarles su identidad. Hicieron una revolución y se separaron del país por algunos días. Desde aquellos años tienen una autonomía indígena que es referencia en distintas partes del mundo. Las mujeres de la comunidad diseñan las molas para reafirmar que son libres, con tejidos que unen varias capas de telas de algodón. Se visten con ellas, con mayor recurrencia, desde aquellos días que hicieron la revolución para marcar su diferencia. Las molas representan la diversidad, la rebeldía, el disenso, y los saberes, que de mano en mano, de generación en generación, se enseñan entre ellas, hasta el día de hoy. Han vencido trasnacionales como Nike, que utilizó su diseño en unas zapatillas. Los Gunas exigieron su retiro del mercado, la paralización de su producción y una indemnización por el robo y los daños. Según algunos historiadores se coleccionan desde principios del siglo XX. Entre sus primeros coleccionistas estuvieron exploradores americanos que llegaron a Panamá con las obras del Canal. Hoy están en museos de distintas partes del mundo.
7
Yo conocí las molas que se recolectaron en Panamá para apoyar a Allende. Las vi en Chile en una exposición en homenaje a los 50 años del Museo de la Solidaridad. Estaban exhibidas con algunos de los artistas internacionales que forman parte de la colección. Solo mostraron cuatro de ellas. Una tenía la forma de un pato con dos cabezas, y el resto eran figuras abstractas. «Son las únicas obras que tenemos de Panamá», me dijo Claudia Zaldívar, la directora del museo, el día de la exposición. Cuando me acerqué para verlas tenían una pequeña información. Decía: «Donadas por las mujeres Guna de Panamá». El museo tiene la apariencia de un castillo de un vampiro y sirvió como un centro de espionaje en la dictadura. Esos días que celebraban los 50 años del museo, Zaldívar me invitó a unas de las fiestas. Mientras bailaba en la azotea y festejaba con el resto de invitados un museo vivo y pujante, no pude no pensar en Aimé Cesaire.
mañana
cuando mañana pueblo mío
la derrota del mercenario
termine en fiesta
8
Hace medio siglo el pintor Olonigdi, uno de los más destacados artistas Gunas, asistía a las reuniones con el arquitecto Rodríguez Porcell. Olonigdi estuvo en Guna Yala con refugiados chilenos. El día que hablamos me dijo que hicieron un concierto en una de las islas que son la Nación Guna Yala y cantaron artistas de Santiago después del golpe de estado de Pinochet. El pueblo Guna estaba al tanto de todo—me dijo Olonigdi— por las actividades que se realizaban. Aquella mañana que hablamos recordó el evento en la Universidad de Panamá, y me dijo que las molas se donaron, que las mujeres se organizaron y ofrecieron su trabajo. «Yo doné unas que tenía en casa». Al finalizar le consulté si era posible conocer a las mujeres que hicieron las molas. «No creo que puedas. Eso es anónimo. No se firma nada. Es un símbolo del pueblo».
Fotos:
- Mujeres Guna de la Comarca Guna Yala. Colección MSSA.
- Raúl Rolando Rodríguez Porcell. Archivo familiar.
- Olonigdi Chiari. Archivo película, God is a woman.