José Venturelli: La creación artística es una forma de lucha
“...La creación artística es una forma de combate en la transformación de nuestros materiales, de nuestras ideas, de nosotros mismos. Es una forma de lucha”. José Venturelli
José Venturelli Eade nació el 25 de marzo de 1924 en Santiago, Chile. Hijo de inmigrantes italianos, a los catorce años comenzó a asistir a la Escuela de Bellas Artes, donde recibió enseñanzas de Marco Bontá. En 1940 ingresó formalmente a la institución, destacándose en el curso de pintura mural de Laureano Guevara. En ese contexto conoció al artista mexicano David Alfaro Siqueiros, de quien fue ayudante en la creación del mural Muerte al invasor en la Escuela México de Chillán en 1942.
Venturelli fue grabador y pintor de caballete, participando en numerosas exposiciones en América Latina, Europa, Moscú y China. Sin embargo, su trabajo como muralista le otorgó mayor reconocimiento; obras suyas se encuentran en Chile, Cuba, China y Suiza.
A temprana edad contrajo tuberculosis, lo que no impidió que viajara y residiera en varias ciudades del mundo. En 1943 recibió una beca de la Universidad de Chile para estudiar en Brasil; luego vivió en París, Beijing, La Habana y Ginebra.
Durante 1950 y 1960, sus estancias más importantes fueron en China y Cuba, donde se impregnó de técnicas de pintura tradicionales, y en la isla se involucró en grandes proyectos murales y organizó talleres de gráfica experimental. A inicios de los años 70 el artista pasó buena parte de su tiempo en Chile, pero tras el golpe de Estado de 1973 fue exiliado y se estableció en Suiza.
En la diversidad de su obra –grabado, pintura al óleo, acrílico y acuarela, murales y vitrales–, Venturelli abordó temas de la realidad política y social. Venturelli ilustró también el Canto general de Pablo Neruda y el poema «El sudor», del español Miguel Hernández, y realizó contribuciones como decorador para el Teatro Experimental de la Universidad de Chile en los años 40. Además, fue docente en la Universidad de Beijing y desempeñó roles importantes en el Cuerpo de Paz para los países de África, Asia y del Pacífico. Falleció el 17 de septiembre de 1988 en Beijing.
Para conmemorar su centenario, compartimos las palabras de Joris Ivens, realizador neerlandés de cine documental, que conforman el prólogo al libro Patria negra y roja de José Venturelli.
Reflexiones nacidas mirando los dibujos de Venturelli
Anchos paisajes, poderosas y apacibles inmensidades, los hombres allí trabajan, viven, luchan. Venturelli nos envía signos, líneas y formas cargadas de ideas y asociaciones directas con la vida de Chile.
Sus montañas son también hogares. Sus árboles, ramas y hojas son también flores. Sus pájaros de sombra, el movimiento, el espacio. Y el hombre poderoso como el cielo de Chile, su país, la patria de José Venturelli. Yo conozco bien ese país, su pueblo. Yo trabajé allá.
Los chilenos dicen a menudo que están separados del resto del mundo. No es verdad. Ellos también son nuestro mundo. Un país largo, muy largo, a lo largo de un océano poderoso de grandes peces, caracoles, coral blanco y rojo, sirenas orgullosas y gran des olas que baten esa larga costa.
Los Andes es la espina dorsal, Chile es parte del cuerpo, de ese caudal que se vierte, materia de esta tierra, y los chilenos no están solos. Uno de ellos es Venturelli, que toma la palabra de la pintura en nombre de su pueblo, de su fe. Él vive, nos hace vivir en este libro, la cadena, el escalofrío, el pasado y también el futuro de su pueblo. Y eso nos concierne. Él habla la lengua universal de los grandes pintores del mundo. Rodeado de espacios limpios, él llama y hace venir a las gentes de su país. La luz de la página blanca forma las sombras que bañan a hombres y mujeres que allí, inmóviles, reposan, piensan, juegan... Pájaro, movimiento, montaña... la muy larga costa. Hombres y naturaleza se confunden; el hombre es parte de ella. Cuando intenta cambiarla se está cambiando a sí mismo.
Me pregunto, ¿cómo es posible que al hacer estos dibujos esté tan cerca de sus montañas, de sus campos, de sus playas, y tan lejos, ahora, aquí en el exilio, de su país y de su pueblo? ¿Cómo guarda ese espíritu combativo?
Ese combate es su lucha y él permanece joven y uno de ellos. Es la fuerza de sus líneas, sus formas simples, reales; es su maestría de los espacios blancos y negros... y rojos.
Un gesto calmado y simple. Verter el vino es también crear un paisaje, y en ese acto tradicional la mujer es bella. Miguel Hernández dijo: ... «y vino más de una bajo el designio de una estrella airada...», y Venturelli continúa, él muestra. Pero allí también están los otros, los opresores con sus mercenarios y su orden de botas para realizar sus infames necesidades. Es grande el negro pájaro, y su sombra lúgubre se desliza, resbala por las hendiduras de las montañas con su signo fatídico.
Una mujer nos mira e interroga: ¿pueden tolerar esto? ¡Miren bien lo que sucede más allá de las formas! Los dibujos de Venturelli se unen sobre varios planos, tanto en la inspiración, la idea, como en la concepción y realización. Y al espectador se le interroga y se le pide respuesta sobre estos diferentes planos. Pienso en Goya.
Pero estos 58 dibujos son de nuestro tiempo, de nuestra vida, nos conciernen. Venturelli vive el mismo período de la historia humana que nosotros. Él llama a nuestra conciencia y pensamos que Venturelli nos hace comprender las cosas. Pensarnos que podríamos dibujar como él es simple, directo, verdadero.
Venturelli utiliza aquí, a menudo, una línea simple para expresarse, como Matisse, pero las implicaciones, el contenido, son diferentes. Una línea ligera está cargada de inquietud, de vida, de alegría, de odio, de lucha, de pena, de esperanza.
Al tornar las páginas se siente que las contradicciones nacen, se agravan. La cruel dad, la barbarie del enemigo, la honestidad de los que mueren, aquellos que no tenían fusiles sino solo sus horquetas, guadañas. Pero ahí comenzaron a comprender, a organizarse. El enemigo del pueblo dirige sus fusiles sobre los cuerpos desnudos y dignos. Allí está el bello rostro flagelado en la tortura. La tortura. Venturelli comienza a gritar, en cólera. Así masacran a un pueblo, le tratan de quebrar el alma, le distribuyen la muerte. Un cuello largo ¿una estrella?, ¿un sol?, ¿dónde? Sin embargo, jamás la imagen de la tortura llama a la piedad; por el contrario, la imagen del torturado acusa a sus verdugos y a sus generales, jefes de verdugos. Al fondo, la línea de los sauces... Yo me acuerdo de los sauces de Flandes, mi Till l’Espiegle en lucha por la libertad hace tanto tiempo. Pero ahora esa mujer que nos muestra la pequeña fotografía de su marido caído en la lucha por la libertad. En Chile hay tantos héroes de los que no sabemos sus nombres.
Tres de ellos miran, con la mirada clara, atisbando por todo su blanco lejano. Sus miradas son rectas y abiertas y conscientes. Son diferentes, pero están unidos, más unidos. ¿Cómo viviremos nosotros y nuestros hijos?
Los ponchos marchan hacia lo alto y los árboles tienen hojas de nuevo. Las montañas, los Andes, las aves de la esperanza, hierbas altas, árboles claros y los que llaman al combate, la gesta creadora del pueblo. Campesinos, horquetas y fusil... ¡fusil! ...al fin sus fusiles para su marcha larga. Están sentados sobre la tierra que les pertenece. Se interrogan.
Rostros, ojos, una mano. Ahora son más y mejores. ¡Son hermosas las armas en las manos del pueblo! La bandera de la independencia está con ellos y es una llamarada roja en el viento de la libertad de los chilenos. Esta confianza en su pueblo, esta llama que no se apagará nunca, es lo que nos muestra Venturelli.
Yo siento la integridad del artista. Para mí ello se expresa por una relación directa e inmediata entre la idea, la concepción y la mano que la ejecuta. La imagen se forma no en la bruma o la facilidad o la rutina o el rodeo esteticista; ella permanece fresca. Es su fuerza y la acción pasa en Chile y no en un lugar abstracto. Todo el conjunto tiene una continuidad dialéctica y sorprendente, como el montaje de un buen film.
A ustedes que van a ver estos 58 dibujos y su verdad, les aconsejo que tomen su tiempo. Ustedes han leído la historia contemporánea de Chile y visto su imagen en libros, diarios y películas. También conocen la lucha del pueblo chileno. Aquí encontrarán pasión, sueño, emoción, combatividad. Nada de frases retóricas, nada de medias tintas engañadoras. Ni símbolos, ni clichés.
Estos dibujos blancos y negros tienen color. Sí, color, pues –al fin– es la Patria Roja la que triunfa y queda en nuestro corazón.
Joris Ivens