“¡Hay que sacarse de encima a estos comunistas!” Parece que fue ayer el terror

nunca me pasó sentirme tan perdida
parece que fue ayer el terror de doblar la esquina
tener la aparición de Londres 38 y otros mataderos secretos
los senderos que se bifurcan
y todos los caminos nos están llevando al mall…

 “Cerrada por luto” en Estado de sitio por Elvira Hernández

“¡Hay que sacarse de encima a estos comunistas!” Así empieza esta historia, con estas palabras pronunciadas por un transeúnte cerca del Centro Cultural La Moneda. Hace unos días fui a ese lugar para asistir a unas jornadas sobre memoria y negacionismo, y en la plaza, frente al edificio, vi un grupo de unas cien personas con ropa tradicional mapuche llevando ramas de canelo y haciendo una rogativa. Eran familias pewenche de la comunidad Trapa Trapa que exigían restitución de sus tierras. Como criminalizan su protesta y los quieren desalojar, vienen a pie desde el Sur para hacer su reclamo.

Avanzo por el sendero, bordeando la ceremonia en dirección a la entrada del Centro Cultural. Un señor alto y sesentón que viene en dirección contraria, me mira y refunfuña: “¡Hay que sacarse de encima a estos comunistas!” ¿Me lo dice a mí, una ex detenida desaparecida? ¿A quién le habla? ¿Habla? Debe asumir que, si ambos somos blancos, somos aliados... No voy a interrumpir los cánticos que parecen lanzados a la cordillera para retrucarle, pero su odio me recorre de pie a cabeza, reverbera.

¡Hay que sacarse de encima a estos comunistas! ¿Cuántos dirán lo mismo cuando marchamos por los derechos humanos, cada 24 de marzo, en mi país? Si lo dice el mismísimo presidente Milei ¿Mirrey? con su caterva de adjetivos envenenados cuyas consecuencias –a las palabras le siguen actos del mismo tenor– están haciendo estragos en la vida cotidiana de miles de argentinos. ¿Cómo no lo van a repetir otros cientos y miles que salen a la luz en cuanto el aire tóxico se vuelve lo normal, lo aceptable, la cifra del cambio bacán?

No estaré en la marcha del 24, me repito y me cuesta creerlo. No es que no quiera estar ahí, gritando a toda voz ¡30 000 detenidos desaparecidos, presentes, ahora y siempre!, pero sucede que hui de la angustia cotidiana ante el desguace, de un plumazo, de lo arduamente logrado en mi país (Memoria, Verdad y Justicia) en 40 años. Sensación de derrumbe mientras monigotes con botas resurgen por doquier, un espectáculo que ansiábamos archivado. De hecho, el gobierno que supimos conseguir no se puede llamar democrático, quiere gobernar por decreto y sin constitución. Es, simplemente, algo que aún no sabemos nombrar –¿fascismo?–, pero nos tiene en shock y a muchos, con hambre. A mí me disparó el mismo reflejo que tuve en los 70 cuando me sacaron del centro clandestino y me dejaron en la calle, de madrugada, con la orden de contar hasta cien antes de quitarme la venda de los ojos.

El reflejo de volar a otras tierras, ojalá más amables, me trajo esta vez a mi querido vecino trasandino por un tiempo, hasta que la tormenta amaine. Con lo vivido en los setenta cubrí la cuota de crueldad que soy capaz o incapaz de digerir. Sin embargo, sigo en el tema; en una sesión de esas jornadas, cuando le ofrecieron el micrófono al público, les pregunté cómo piensan enfrentar, en Chile, el negacionismo que ya está instalado y avanza. Me presenté diciendo: “soy argentina y vengo del futuro”, y se sintieron interpelados ante ese mañana que acecha como Cronos que viene a devorar a sus hijos.  Nadie atinó a responder.  Así estamos.

Es la primera vez desde que empezó la posdictadura argentina que no voy a estar un 24 de marzo en esa marcha multitudinaria de mi ciudad, Buenos Aires. La marcha es un desborde de alegría; nos acompañamos haciendo memoria, nos abrazamos, festejamos que seguimos poniendo el cuerpo para frenar cualquier embate del Mal con mayúsculas. El 24 de marzo de 1984 me crucé por primera vez con el nombre de mi hermano desaparecido y de su pareja –Gerardo Strejilevich y Graciela Barroca— en un enorme cartel donde figuraban junto a otros detenidos desaparecidos de la Comisión Nacional de Energía Atómica, CNEA. Me impactó que sus nombres y fotos los sostuvieran compañerxs suyos que, sin haberlxs conocido, lxs tenían presentes.

No voy a estar y será una marcha imponente, con pañuelos y siluetazos, esta vez con la presencia de dos centrales obreras y de la organización sindical de los maestros, además de los siempre presentes ciudadanos de todas las edades junto a los tradicionales grupos de derechos humanos. Será un 24 multitudinario, quizá incluso más de lo habitual. Porque no se trata sólo de reiterar el Nunca Más a todo pulmón, sino de hacerle frente a la ola siniestra que este gobierno desparrama por doquier, como si pudiera acallar a movimientos como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, HIJXS, feministas y tantos más.

Este año no estaré, pero seguiré la marcha paso a paso. Y aunque por acá también se escuche el estribillo más gastado del siglo XX, no nos van a poder sacar de encima. Las textileras de la Fundación Salvador Allende nos recuerdan que “los enredos no se desenredan cortando”. Nosotrxs hilvanamos, unimos, cooperamos, escuchamos. A eso le llamamos ser humanos.

24 de marzo 2024
Nora Strejilevich

Sobre la autora: Nora Strejilevich. Profesora de filosofía por la Universidad de Buenos Aires, 1974; se doctoró en literatura hispanoamericana en la Universidad de la Colombia Británica de Canadá (1991). Actualmente es Profesora Emérita de la U. Estatal de San Diego (E.E.U.U.). Fue detenida desaparecida por la dictadura militar de Argentina, en julio de 1977; luego de ser liberada sale hacia un largo exilio que lo vive en diversos países. A partir de su propia experiencia como sobreviviente y exiliada, Strejilevich comienza su vida escritural desarrollando un interés medular en el legado del genocidio y la reivindicación testimonial de sus afectados.