El inquilino encubierto
En 1916, el escritor y periodista autodidacta Tancredo Pinochet Le-Brun quiso estudiar las condiciones de vida del inquilino chileno del Valle Central. ¿Hacia dónde dirigir la mirada investigadora? Nuestro periodista pensaba en visitar la hacienda de un hombre moderno, un hombre que hubiese viajado por el extranjero, que supiera de una vida superior para los titanes de la gleba. Si es posible, ha de ser un hombre que hubiese meditado hondamente en los problemas sociales de la patria. Teniendo esto en mente, decidió acercarse a Camarico, la hacienda que pertenecía a Juan Luis Sanfuentes, el mismísimo presidente de la república de aquella época.
Para estudiar las condiciones de vida del inquilino camaricano, Pinochet Le-Brun y su asistente decidieron disfrazarse e infiltrarse en la hacienda de Sanfuentes y observar el trabajo, el transporte, el trato, la vivienda, la repartición de la comida, la escuela, el esparcimiento entre otros aspectos de la vida de la hacienda. Su relato, irónico, ácido, bien humorado y sincero, da cuenta de una miseria profunda en la vida de los inquilinos, que atribuye a los criterios torcidos de una oligarquía con ideas sociales rancias.
Nuestro periodista escribe con el propósito de sacudir la conciencia de Sanfuentes, el poderoso presidente que es, al mismo tiempo, un representante más del Estado terrateniente, los verdaderos patrones del país: “No es demasiado aventurado imaginar que siendo Chile un país fuertemente rural, siendo su clase alta de base agraria, la gestión del Estado la hicieran las familias terratenientes”, escribe el antropólogo José Bengoa en el primer tomo de su Historia rural de Chile central.
A propósito de esta publicación y de la aventura escrita por Pinochet Le-Brun, cabe recordar la importancia de la hacienda en la historia consciente e inconsciente de Chile y su caracterización como una comunidad de desiguales. Escribe Bengoa: “En el Valle Central de Chile, después que el conquistador arrasó con la cultura y la sociedad indígena preexistentes, se fue construyendo una nueva sociedad que iba a constituirse en el fundamento y referente cultural y político de lo que iba a devenir y lo que es hoy día la sociedad chilena. En el mundo rural se construyeron los lazos primordiales de nuestra sociedad. De allí provienen los usos y costumbres más arraigados y los paisajes, olores, modos de decir, cautelas y olvidos que forman nuestra memoria colectiva. Los lazos que allí se constituyeron son la base hasta hoy de la capacidad de vivir juntos y a la vez son la base de las diferencias; es por ello que, si bien se trata de una comunidad, por otra parte está marcada por la desigualdad”.
Apenas se pone el disfraz de inquilino (muy bien logrado según cuenta, y pueden atestiguarlo en la imagen superior), nuestro periodista siente el peso de la desigualdad, expresada en primer lugar en la hostilidad del mundo circundante, la rudeza del trato, la subordinación forzada e incluso los intentos de estafa por parte de un empleado de la estación de trenes. “No es tan fácil despojar al rico como despojar al pobre”, observa.
A continuación, compartimos algunas de las observaciones más relevantes de Tancredo Pinochet Le-Brun en su visita a la hacienda del presidente Sanfuentes:
El inquilino no avanza, es empobrecido y cada vez más esclavo. Mientras tanto el agricultor chileno, el hacendado, ha llenado a Santiago de palacios…
Es una estrategia perversa malograr al trabajador para mantenerlo enfermo. No solo física y económicamente, sino también espiritualmente, cuando se le impide su educación.
Menudas coincidencias con nuestro abigarrado presente. Los invitamos, queridos lectores, a conocer esta relevante y contingente publicación. Han pasado más de cien años, y Chile todavía parece un país de siervos y patrones.