Elicura Chihuailaf, Premio Nacional de Literatura 2020
Elicura Chihuailaf Nahuelpán, escritor y oralitor, nació en Quechurewe, Novena Región, en 1952. Es uno de los principales exponentes de la poesía mapuche y el que mayormente ha contribuido a instalarla a nivel nacional e internacional. Realizó sus estudios superiores en la Universidad de Concepción, cultivando paralelamente el oficio de poeta.
Ha sido profesor invitado en la Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chile. Fue secretario general de la Agrupación de Escritores Indígenas de América.
Entre sus obras destacan El Invierno y su imagen (1977); En el país de la memoria (1988); Marta Lefi mil (1990); De sueños azules y contrasueños (1995), traducida al holandés como Dromen en tegendromen, 2002); Recado confidencial a los chilenos (LOM ediciones, 1999); Hablando en el espíritu azul de mi gente (2003), Kallfv / Azul (2006); Sueños de luna azul (2008), Relato de mi sueño azul (2010); y El azul de los sueños (2010).
En dos ocasiones ha sido merecedor del Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura: en 1994, por De sueños azules y contrasueños y en 2000, por Recado confidencial a los chilenos. En 1997 fue distinguido con el Premio Municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago, género Poesía. Algunos fragmentos de su prosa han sido incluidos en textos de enseñanza básica y media de educación en Chile. En 2014 es reconocido con el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier, otorgado por la Universidad de La Frontera. En el 2020 es reconocido con el Premio Nacional de Literatura.
De sus memorias, publicadas bajo el título La vida es una nube Azul, emergen episodios que, a simple vista, abarcan desde la infancia hasta un presente adulto, situado en la comunidad mapuche Kechurewe en el año 2019. Decimos a simple vista porque, en realidad, Elicura está constantemente invocando otros tiempos, fuerzas y personas. Conocer su vida a través de sus palabras es conocer también la vida de todo lo que lo rodea (y no nos referimos aquí a conocer como un momento de culminación, sino más bien a un despertar amoroso hacia otras existencias).
“Hay también aquellos seres vivos que estaban y desaparecieron, y esos que apenas asoman desde sus estaciones para recordarnos que la palabra añoranza nos acecha desde la acción depredadora de unos pocos que acometen a nuestra Tierra con su codicia y egoísmo, parapetados en la debilidad de nuestra defensa de la naturaleza” (15).
En sus palabras introductorias a La vida es una nube Azul, el escritor Ramón Díaz Eterovic dice que las memorias de Elicura hablan “de una forma de relación con la naturaleza imprescindible para conservar el mundo que habitamos, y la práctica de ese arte de la conversación tan propio del mapuche y que está en la base del entendimiento entre las personas”. Cuán diferente sería un acercamiento de integración, diálogo y escucha con la naturaleza (y las culturas con las que vamos entrando en contacto) que una aproximación temerosa, reñida y avasalladora. Hay una voz que no quiere domeñar ni servirse de la naturaleza. Las memorias de Elicura acercan esa voz, la amplifican.
“¿Cuándo vendrán la lluvia y la llovizna?, nos estamos diciendo con las flores y los pastos. Estos primeros meses del 2015 han sido de creciente sequía, agravada por las galopantes plantaciones de árboles exóticos –eucaliptos y pinos– que interfieren el ciclo del agua. Y la lluvia no viene o viene toda de una sola vez. El terrorismo de las empresas –nacionales y transnacionales– del rubro forestal aquí en el sur, y de las mineras en el norte, avaladas por el Estado. Qué ceguera de este hoy frente a la memoria del futuro
Visión terrible es el tránsito –ufano, prepotente– de los camiones con sus acoplados repletos de troncos de pinos y eucaliptos, esos trozos, macizos convertidos en contenedores en los que –desde hace décadas– nos están robando el agua de todos, de todas. La Tierra es un cuerpo vivo que cumple con sus normas, que cumple siempre con sus principios de solidaridad y reciprocidad (los cauces subterráneos privilegian la emergencia), dicen nuestras Mayores y nuestros Mayores” (185).