Una Arquitectura hecha de lenguaje

Presentación del libro Confesiones de tres arquitectos de Diego Pérez de Arce.

“El libro, de este modo, no es sólo la historia de tres arquitectos destacados y amigos, que marcaron el desarrollo de la disciplina en Chile. También es la historia del desarrollo del modernismo en el mundo y en nuestro país (con todas sus variantes y contradicciones) y es, además, la historia de un momento de la humanidad.”

Presentar este libro es una sincronía en muchos sentidos. Porque en estas páginas me encuentro varias veces con la figura de mi abuelo, Sergio Larraín García Moreno, quien fue profesor de los 3 arquitectos que aquí se “confiesan” y nos revelan un universo.

Y precisamente en este momento me han encargado escribir una especie de biografía sobre mi abuelo. De modo que este libro es un material que yo TENÍA que leer para introducirme en un contexto, un paisaje y unas ideas. Es la escenografía que Diego Pérez de Arce, autor de este libro, construye con rigor y delicadeza, una arquitectura hecha de lenguaje, por la que circulan estos tres arquitectos perfilados que no sólo empujaron el modernismo en sus disciplinas, sino que lo encarnaron como actitud existencial.

Este libro es también la historia de una amistad. De esas amistades que uno se quisiera, porque reúnen amor genuino, colaboración, brillantez intelectual, experiencia, humor, placer y todo lo demás. Es una amistad entre hombres de espíritu moderno: los tres son hijos de abogados y rompen con su tradición familiar, se encuentran desde muy jóvenes y mantienen la relación hasta su muerte. Son tres amigos que piensan, experimentan, juegan, se aventuran, buscan nuevos caminos, se arriesgan, son creativos, se comprometen con la sociedad y sus problemas, no le temen a los desafíos, actúan desde la intuición y el deseo y trabajan incansablemente hasta avanzada edad. Son personajes modernos por excelencia, pero además son humildes, profundamente humanos. Uno diría, recién partiendo la lectura, “ya no existen caballeros como estos”. Nos hablan de otro Chile, un Chile solidario, en que se respetaba al maestro pero a la vez las relaciones eran de cercanía y cariño, un Chile anterior a la lógica del capitalismo y su individualismo salvaje, un Chile con deseo social. Es un Chile, ya sabemos, sin computador, ni internet, ni redes sociales, ni celular: un Chile presencial, que no está mediatizado por las pantallas, en el que las personas se reúnen, ponen el cuerpo y el pensamiento, intercambian opiniones diversas y hacen cosas juntos. Cosas que se hacen con las manos.

Y ahí está en los relatos de los arquitectos: su vocación constructiva no es abstracta, no es pretenciosa, no es teórica: es real. Fueron niños sin pantalla, que desde temprano jugaron a la arquitectura, armaron habitáculos con papeles y palitos, construyeron guaridas secretas, hicieron casitas en los árboles, jugaron en la calle.

Debo decir que por momentos la lectura de este libro me produjo algo así como “nostalgia de lo que no fue”. Por estas páginas circula una mezcla de brillo intelectual, ternura y libertad que hoy cuesta encontrar. Me imagino lo inspirador que ha sido para Diego Pérez de Arce haber podido rescatar a estas tres figuras tan entrañables, participar de los lazos de amistad que los unen y que son de una riqueza impresionante. Y poder nutrirse de esa sabiduría llana, consistente, sin adornos, de un espíritu que, aunque ya desaparecido, sigue latiendo en su propia genealogía.

Uno de los méritos de este libro es, precisamente, el equilibrio entre distancia y cercanía que consigue el escritor. Un equilibrio tremendamente difícil, tratándose nada menos que del hijo de uno de los retratados. Tal vez, pienso ahora, el hecho de vivir hace tantos años en Francia, sea una ventaja a la hora de abordar lo familiar. Diego Pérez de Arce logra ubicarse lo suficientemente cerca como para adentrarnos en la siquis y la emocionalidad de sus personajes pero, al mismo tiempo, mantener la necesaria distancia como para ponerlos en un contexto que no sucumbe a la tentación de la apología. Su mirada pone en valor la obra y el pensamiento de los 3 arquitectos, pero también se esfuerza en ubicarlos en un lugar real, cotidiano, sin caer en un lenguaje celebratorio que no sería del gusto de personajes tan austeros.  Por otra parte el autor arma esta trilogía, construye una forma triangular, poniendo a dialogar a los protagonistas entre sí y posicionándose él como una cámara. Hay elegancia en su forma de desaparecer.

Pero, al mismo tiempo, el autor nos ofrece mucho más que los testimonios y las voces de los tres arquitectos, mucho más que las escenas preciosas de sus conversaciones. Su intromisión, lejos de ser personalista o testimonial, es la de quien construye, como he dicho, una escenografía de gran complejidad. Este libro es de un trabajo impresionante a nivel de análisis y documentación. Diego Pérez de Arce nos sitúa en el contexto político, económico, cultural y social en donde se desarrolla la vida y la obra de sus retratados. Nos ubica en el paisaje de las guerras mundiales (que marcan la niñez y juventud de los perfilados), de cómo eso afecta a Chile y de otros avatares que mueven el relato. Por esta historia atraviesan terremotos, golpes de estado, crisis económicas y políticas sociales.

Por otra parte, en el marco de la arquitectura y sus transformaciones, nos señala las sensibilidades intelectuales y estéticas que operan como influencias. Nos habla del imperio del neoclasicismo en la arquitectura tradicional chilena y de cómo las ideas del modernismo se infiltran y empujan una revolución cultural y arquitectónica en Chile. Todo esto, siempre, de la mano de los cambios que operan en la sociedad.

El libro, de este modo, no es sólo la historia de tres arquitectos destacados y amigos, que marcaron el desarrollo de la disciplina en Chile. También es la historia del desarrollo del modernismo en el mundo y en nuestro país (con todas sus variantes y contradicciones) y es, además, la historia de un momento de la humanidad. El autor nos abre a la comprensión del espíritu de una época cruzando continentes y leyendo influencias con Europa y Estados Unidos. Esta apertura territorial corresponde a la experiencia cultural de ese momento, marcada por estrechas relaciones con arquitectos y artistas de otras latitudes. Por otra parte, entrelaza lo micro lo macro en un tejido complejo.

Además de diversidad de voces, testimonios, contexto, sensibilidad estética y análisis, este libro ofrece opiniones personales, interpretaciones, miradas. Y lo hace desde una elegancia extraordinaria.

Otro mérito de este libro, que tiene muchos, es que no se queda en los clichés, sino que cuestiona las ideas instaladas, las complejiza. Aporta antecedentes e ideas que podrían desestabilizar algunos relatos consagrados, se cuestiona la noción misma de lo moderno. Sí, es un libro que nos deja preguntas.

  • Catalina Mena nació en Santiago de Chile en 1966. Es periodista cultural, crítica de arte y escritora. Ha escrito sobre artes visuales y fotografía, publicando sus textos de manera continua en webs, revistas, periódicos, catálogos y libros. En paralelo, ha ejercido la curatoría y la edición de ideas al interior de la sociedad Barbarie –pensar con otros (www.barbarie.cl). Es autora del poemario 7 a. m. (1993) y del perfil Pedro Lemebel (2019). En 2014 recibió el Premio de Periodismo de Excelencia.