Sobrevivientes y testigos privilegiados de la tragedia: “nada ni nadie está olvidado”

Relanzamiento del libro "Mi 11 de septiembre"
Salón de Honor de la U. Chile, 25 de julio de 2023

 
En este año y en estos días, a 50 años del golpe civil y militar, he pensado que los autores de este libro y los periodistas que trabajábamos en diferentes medios ese martes 11, somos sobrevivientes y también testigos privilegiados de la tragedia. Fuimos observadores y protagonistas de un momento histórico que partió en dos la vida del país y de todos los chilenos.


Es por ello que resolvimos escribir estos relatos. La Mesa de don Camilo nació en el verano de 2016 con un grupo de cinco o seis viejos periodistas que buscábamos un clima favorable para el diálogo y el intercambio de ideas entre afines. Muy pronto la mesa fue creciendo, y el momento decisivo fue en el 2017, cuando entusiasmados por la iniciativa de Sergio Campos, seguido de otro comensal, Erasmo López, se nos planteó la idea de escribir cada uno el relato de lo vivido en ese día tan trascendental.
 
Decía que somos testigos privilegiados y de primera línea, porque nos tocó vivir el momento preciso. Personalmente me correspondió estar en la radio Magallanes en el momento en que Allende llamó para emitir el que sería su último discurso. Ese día se truncó un proyecto de liberación nacional y de cambios en profundidad, que algunos calificaban de utopía. Todos, en mayor o menor medida, queríamos cambiar Chile y el mundo. Algunos habíamos estado antes en la toma de la Catedral de Santiago, con la ilusión de provocar un cambio trascendental en la iglesia católica. Otros ocuparon un local universitario o incluso un canal de televisión, motivados por la ilusión de terminar con las injusticias y las desigualdades.
 
En el centro de lo sucedido el 11 de septiembre de 1973, un personaje ya mítico: el presidente Salvador Allende. El representó para Chile y el mundo el máximo ejemplo de consecuencia y de compromiso. Creo que miles de chilenos sentimos durante mucho tiempo cierta culpa de no haber estado con él en La Moneda, aun a costa de nuestras vidas.

Han pasado cinco décadas, y aún hoy ese atentado brutal contra la democracia está presente. Hasta hoy día, pese al inevitable avance de los años, caminan por nuestras calles miles de chilenos que fueron víctimas de prisión injustificada, de torturas salvajes, de años de exilio, hasta con familias divididas. Muy cerca nuestro, en la Mesa de don Camilo, hay dos mujeres que sobrevivieron a la siniestra Villa Grimaldi. Pero en ellas no hay odio, sino deseo de justicia, porque también por esas mismas calles circulan torturadores y criminales que se han refugiado en el silencio y se siguen protegiendo de mil maneras.
Nosotros, en el medio siglo transcurrido, hemos tenido abundante tiempo para pensar. Y cada vez se nos aclara aún más lo ocurrido. Por eso creo que estos testimonios pueden servir para ilustrar a los jóvenes, que no han vivido el drama del golpe ni la tragedia de la dictadura. Tal vez el texto que más directamente alude a la memoria, es la introducción que escribió en el 2017 la entonces Presidenta de la República, Michelle Bachelet. Ella lo tituló “nada ni nadie está olvidado”.

Los autores de estos testimonios intentamos destacar la importancia de la democracia, como sistema político imprescindible en que vivíamos entonces. Y nos asaltan una y otra vez nuevas e inquietantes preguntas. Desde luego, el Presidente Allende, pese a su decisiva determinación, no pretendía pronunciar ese día el magnífico discurso que con voz serena y repleta de contenido visionario, se transmitió en directo por Radio Magallanes y otras emisoras que seguían en el aire. Ese día el presidente iba a convocar a los chilenos a un plebiscito sobre su gobierno, buscando una definición democrática de la ciudadanía sobre el programa de cambios estructurales de la sociedad que planteaba la Unidad Popular.
 
Cincuenta años después me atrevo a soñar y a imaginar lo que pudo haber sido. Soy, somos, sobrevivientes de un episodio histórico. Y seguimos. Seguimos creyendo en la utopía, pese a todo lo sucedido, a las derrotas y a los escasos pero importantísimos éxitos. Hoy podemos y queremos hablar, por nosotros y por los que no están. Porque no se puede olvidar lo vivido ni tampoco a aquellos que quedaron en el camino.
 
La memoria es al mismo tiempo pasado y presente, y es esencial para la construcción del futuro. Por eso presentamos este libro.
 
Como editor tengo que agradecer en especial a la Universidad de Chile y a su rectora, que hoy nos acoge, y a la editorial LOM que  creyó en nosotros e hizo posible esta nueva edición de lujo del libro "Mi 11 de septiembre".