Sobre "El robo del niño", Patricia Rivera

Primero que nada, agradezco esta invitación de Cristian Orellana a presentar su libro.  Para mi representa todo un honor, no sé cuáles fueron sus misteriosas razones para elegirme, pero sí puedo decir que soy una admiradora de su escritura desde que fuimos compañeros de universidad, en ese entonces de sus guiones, luego de sus columnas y también en la actualidad de sus ingeniosos tuits.

La narrativa de Cristian Orellana es aguda, descriptiva, alegre y nos comparte los hallazgos asombrosos de la vida cotidiana. Esto es parte de su estilo y talante como narrador. En su escritura lo cotidiano toma dimensiones de comedia surrealista. Un ejemplo de su voz está destilado en cada epígrafe con construye la novela. Por ejemplo, en el capítulo 3 dónde el epígrafe indica:
 
“Donde Julia y el comisario casi mueren ahogados. Ella medita frente a una fotografía y asusta a un anciano, aunque más tarde le ofrecen un té y habla con un endeudado.”

O en el capítulo 5:

“Donde las detectives Delgado y Rojas son invisibles y Briceño estima las ganancias de un vendedor ambulante. Más tarde Julia se comoe un sándwich y prueba el poder de sus dedo.”
 
Cristian Orellana género un relato en 10 capítulos haciendo un guiño a literatura policial, pero a la vez creando un fresco de personajes chilenos, con picardía, con inteligencia, con clasismo algunos, la raza de otros, otros imbuidos del New Age vendiendo pan artesanal y también algunos jubilados abrumados y vulnerados ante las tecnologías de la modernidad que se les llenan los computadores de aplicaciones inútiles y emoticones impetuosos.
 
En fin, logra dibujar fresco de Chile, de este territorio tan diverso que, si nos sentamos con cuidado a describirlo, casi no podemos creer que albergue tanta diversidad. Los personajes de Cristian Orellana somos nosotras, nosotros, nosotres, un muestrario de deliciosas de subjetividades coloridas que, en la lectura del Robo del niño, nos damos cuenta que vale la pena atesorar.
 

La protagonista Julia Delgado, a diferencia de otros antecesores en las sagas detectivescas (en su gran mayoría varones), no mira con desdén a la humanidad. No se sitúa con superioridad moral, ni alardea de su inteligencia lógica. Tampoco se trata de un personaje con una psique dañada, ni de una con vínculos afectivos destrozados. Ella es una mujer amable, mesurada, siempre atenta a los prejuicios de clase, raza y género que le puedan empañar la mirada objetiva a ella y quienes le rodean. Avanzamos en el relato con ella, con su bicicleta, consolidando las evidencias de la investigación y también una mirada cargada de dignidad para con el resto. La mirada de Julia es sobre todo una mirada delicada y justa con el resto de los seres humanos, aunque estos, como descubriremos, no sean siempre amables con ella.
 
Esta mujer policía con esa carrera de artística se establece como un nuevo tipo de heroína (si me preguntan por ella, la imagino como una mezcla perfecta de la agente Scully de los Archivos X y Papelucho)
 
Como buena detective hija de las sagas clásicas no puede sino contar con su dupla más mundana, aquí nos acompaña en la investigación su compañero Raúl Briceño, que además de un leal amigo es un gran degustador de comidas callejeras, galletas y otros entremeses.
 
Durante la investigación recorremos las distintas comunas de Santiago. Desde las calles Santo Domingo en el centro de la ciudad, a Waterloo en las Condes, llegando hasta los faldeos de un cerro en el Arrayán. Antiguas casonas, departamentos, oficinas policiales y evidentemente el Museo nos entregan diversos espacios con una en una rica descripción de atmósfera cargados de una mirada cinematográfica.
 
El robo del niño rescata tradiciones indígenas para algunos en el olvido o desconocimiento, rescata maneras de habitar esta ciudad, rescata saberes diversos, rescata edificios realmente fantásticos y señoriales en el corazón de nuestra ciudad, pero por, sobre todo, y los más importante rescata la capacidad de mirarnos a quienes habitamos este territorio, con igualdad, ternura y picardía.
 
Larga vida a la detective Julia Delgado.