RESEÑA: Derrocando democracias en América del Sur: Brasil y Chile

La dictadura quiso ser la primera en formalizar el reconocimiento y así marcar una posición clara a chilenos, a brasileños y a quien pudiese interesar, aun cuando eso implicaba bajar la guardia de Brasil frente a críticas y ataques (Simon, p. 251).

Texto por Luan Aiuá Vasconcelos Fernandes

El 4 de septiembre de 2019, el presidente de extrema derecha Jair Bolsonaro atacó a Alberto Bachelet, padre de la expresidenta Michelle Bachelet, al afirmar que, si el régimen de Augusto Pinochet no hubiera matado a personas como él, un general leal de la brigada de la Fuerza Aérea, Chile hoy sería una especie de Cuba en América del Sur. No era la primera vez que Bolsonaro presentaba en su discurso un recuerdo positivo de la dictadura chilena. En otras ocasiones, Bolsonaro ya había afirmado que Pinochet “hizo lo que había que hacer”, y que necesitaba “actuar violentamente para recuperar el país”. (Carneiro, 2019).

 

No sorprende que Bolsonaro y los militares que apoyan su gobierno de extrema derecha tengan, en relación con las dictaduras del Cono Sur, lo que Steve Stern llama una memoria de salvación (Stern, 2009). Existe una abierta nostalgia por este período oscuro de la historia de nuestro continente, cuando los regímenes autoritarios vigentes incluso recurrieron a sus prácticas represivas, como lo indican varios estudios (que serán citados en el texto). Sin embargo, algunos actores cómplices del modus operandi de las dictaduras tenían —en disputas de la memoria y en la historiografía tradicional— sus acciones presentadas de forma atenuada, menos vulnerables a la interferencia de la política interna (Saraiva; Vigevani, 2014), o incluso interpretadas como si se opusieran a las políticas autoritarias de los regímenes (Bueno; Cervo, 2002), como es el caso de los diplomáticos brasileños. El libro El Brasil de Pinochet viene a revelar, a partir de la participación del Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño, llamado Itamaraty, en el golpe contra Salvador Allende y en el apoyo a la dictadura de Pinochet, que estas interpretaciones son erróneas y deben ser revisadas.

Utilizando una extensa investigación documental realizada en Brasil, Chile y Estados Unidos, Simon desentraña la contundente participación brasileña en el derrocamiento de la democracia chilena y nos muestra cómo el cuerpo diplomático fue esencial para que los militares brasileños exportaran el modelo dictatorial al resto de América del Sur. El libro consta de veinticinco capítulos divididos en tres partes: “Brasil contra Salvador Allende”, “Apoyo al golpe” y “Del entusiasmo a la cautela”. Con un lenguaje accesible y fluido, Simon traza el camino recorrido por militares y diplomáticos brasileños, con el nada sorprendente apoyo del empresariado de ambos países, desde 1970, año en que Allende fue elegido, hasta 1980, inicio del gobierno del dictador brasileño João Figueiredo. Por tanto, el libro se ubica en un espacio temporal que, en términos generales, abarca la mayor parte de la dictadura de Emílio Garrastazú Médici y todo el período de Ernesto Geisel en Brasil, y el gobierno de Allende junto con los primeros siete años de la dictadura pinochetista en Chile.

La primera parte, “Brasil contra Salvador Allende”, desmenuza toda la estrategia y campaña llevada a cabo por la dictadura brasileña contra el presidente socialista, quien ya enfrentaba intentos golpistas por parte de Estados Unidos incluso antes de asumir la presidencia. La “Cuba del Pacífico”, nombre que la prensa derechista brasileña le dio a Chile en ese momento, comenzó a sufrir un asedio diplomático por parte del gobierno brasileño, siendo una de las figuras centrales el embajador de Brasil en Chile, Câmara Canto, un entusiasta anticomunista que se esforzó para ayudar a la caída de Allende. Simon nos revela con maestría cómo la diplomacia brasileña vigilaba a los exiliados en Chile, que recibió a diversos políticos, militantes e intelectuales disidentes, y cómo, por medio de las informaciones transmitidas al sector represivo, fue responsable de la desaparición y muerte de varios ciudadanos brasileños.

El autor también evidencia, en la primera parte de la obra, el apoyo civil al golpe de Estado en Chile por parte del empresariado brasileño. Tema ya estudiado en historiografía y ciencia política desde la década de 1970 (Dreifuss, 1981), el aporte innovador de Simon en este aspecto es demostrar cómo la clase empresarial de un país latinoamericano participó activamente en el golpe de Estado en un país diferente al suyo. Organizaciones como la Confederación Nacional de la Industria (CNI) fueron responsables de establecer conexiones políticas y obtener apoyo financiero para sus homólogas chilenas para desestabilizar económicamente al gobierno de Allende. Sin embargo, al mismo tiempo que la dictadura bajo el mando de Médici se coludía con sectores empresariales para socavar el poder de la Unidad Popular (UP), el comercio bilateral entre Brasil y Chile se ampliaba. Aprovechando el auge de la economía chilena en el primer año del gobierno de Allende, que amplió las oportunidades de negocios en el país andino, los empresarios brasileños, con el apoyo del gobierno dictatorial, buscaron quedarse con una gran porción del pastel. Simon es eficaz a la hora de revelar situaciones tan paradójicas en las relaciones entre los dos países. Otro ejemplo interesante de este juego cínico nos lo presenta el periodista a través del papel de la prensa. Financiados por la CIA, los medios conservadores chilenos denunciaron libremente supuestas amenazas a la libertad de prensa por parte del gobierno de la UP, defendiendo el modelo brasileño que, precisamente, censuraba a sus profesionales de la comunicación. Este discurso, que fantaseaba con un gobierno autoritario que restringiera la libertad de las instituciones periodísticas chilenas, tuvo amplia repercusión en los medios conservadores brasileños.

El autor también evidencia, … el apoyo civil al golpe de Estado en Chile por parte del empresariado brasileño. (…) el aporte innovador de Simon en este aspecto es demostrar cómo la clase empresarial de un país latinoamericano participó activamente en el golpe de Estado en un país diferente al suyo. Organizaciones como la Confederación Nacional de la Industria (CNI) fueron responsables de establecer conexiones políticas y obtener apoyo financiero para sus homólogas chilenas para desestabilizar económicamente al gobierno de Allende.

La segunda parte, “El apoyo al golpe”, se centra en los preparativos finales del golpe contra Allende, el 11 de septiembre de 1973, y la intensa represión inicial que siguió al derrocamiento del presidente socialista. Además de los acontecimientos ya conocidos y vueltos a revisar relacionados con el golpe en sí mismo, Simon señala cómo la dictadura brasileña recibió el golpe en Chile con un entusiasmo único, siendo el primer país en reconocer la legitimidad del gobierno golpista chileno. Al mismo tiempo que actuó de manera transparente en la diplomacia formal, asumiendo incluso las consecuencias de un reconocimiento temprano, la dictadura brasileña también estuvo dispuesta a ayudar a Chile en la construcción de un verdadero sistema represivo, que abarcaría torturas, asesinatos y desapariciones de manera nunca antes vista en el país andino. En palabras de Simón, “en el paquete de ayuda entrarían suministros básicos y auxilio económico, militar y diplomático, pero también el apoyo para montar un aparato de represión como nunca había existido en territorio chileno” (p. 248). En una amplia investigación, Simon nos muestra, al final de la segunda parte del libro, cómo el gobierno brasileño fue el principal aliado en la estructuración de una represión sistemática en Chile, que afectó no solamente a los brasileños exiliados, significativos en cantidad y relevancia político-intelectual, sino a todos los considerados enemigos de la “patria chilena”, que ahora debe ser limpiada a sangre y fuego.

 

Finalmente, la tercera parte presenta la forma en que hubo una retraída en el acercamiento entre la dictadura brasileña y la dictadura chilena, al menos públicamente. No encajaba la imagen pública de “apertura gradual” y “descompresión política” pretendida por Geisel con la imagen de una dictadura violenta y paria internacional asociada a la dictadura de Pinochet. A pesar de esto, Simon nos muestra que la cooperación económica y represiva continuó a todo vapor, mientras no amenazaran la hegemonía brasileña en la región. Los límites de esta cooperación dentro del arco de alianzas del aparato represivo quedan claramente demostrados en el capítulo “Cóndor, a la distancia”, quizá uno de los más interesantes y reveladores de la política exterior brasileña y su forma de actuar. Con la consolidación de varios regímenes autoritarios en América del Sur, el régimen de Pinochet buscó articular una red de cooperación represiva, una iniciativa de la temida Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la principal agencia de represión estatal chilena. Confirmando otros trabajos historiográficos que ya abordaron el tema (Calloni, 2016; Dinges, 2005; Mariano, 2003; Mcsherry, 2005), pero con la frescura de documentos inéditos, Simon nos revela cómo los militares brasileños llegaron incluso a apoyar e integrar la Operación Cóndor, aunque con reticencias, y por lo mismo de forma más cautelosa y por un corto tiempo. Además de no admitir la intención de Manuel Contreras —jefe de la DINA— de liderar un sistema de represión multiestatal en la región, al considerarse su centro hegemónico, los militares brasileños también estaban preocupados por los planes de acciones más espectaculares, que incluyeron asesinatos de opositores en países fuera de América del Sur. Además de Brasil, Estados Unidos tampoco veía con buenos ojos acciones represivas de este nivel. Ambos países fueron fundamentales para abatir la Operación Cóndor. La dictadura brasileña prefirió llevar a cabo acciones represivas en colaboración con otros regímenes de forma bilateral, lo que ampliaba las estrategias para reducir el daño a la imagen del gobierno de Geisel y reafirmaba su hegemonía en la región.

Además de la tesis de la participación activa y continua del Itamaraty en el esquema de combate y represión de la “subversión de izquierda” formulado por la dictadura brasileña para América del Sur, otro punto fundamental del libro es la independencia de la política exterior del régimen en relación a los Estados Unidos. Como demuestra Simon, todas las decisiones del ejército brasileño con respecto a Chile se tomaron en Brasilia. Aunque el régimen militar prestó especial atención a la posición de su aliado del norte en relación con los asuntos diplomáticos, la armonía entre ambos países fue mucho mayor porque la dictadura brasileña buscó “vigilar” América del Sur para combatir a los gobiernos sesgados por las ideologías de izquierda.

 

El libro El Brasil de Pinochet aparece así, como un gran aporte al campo historiográfico desde la perspectiva de un periodista. Simon nos proporciona un lenguaje fluido y ampliamente accesible sin perder su calidad analítica, lo que ayuda a afrontar el que es, quizá, uno de los pocos contras del libro, la excesiva repetición de fuentes sobre un mismo tema. Aun así, la complejidad de la trama, presentada a través de una escritura clara y coherente por alguien que sabe cómo capturar al lector con palabras, compensa cualquier laguna. Con una mirada amplia al contexto político sudamericano, el libro también tiene un enorme potencial para ser una fuente bibliográfica y de investigación sobre la relación entre el Brasil dictatorial y otros países vecinos más allá del Chile de Pinochet.

 

Publicado en portugués en 2021 (y en 2023 en Chile), el libro es el resultado de ocho años de trabajo en archivos y entrevistas realizadas por el periodista. Con esta excelente investigación, iniciada en 2013, con motivo del 40 aniversario del golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende, Simon nos ha presentado un trabajo que ya forma parte de una bibliografía indispensable para comprender el pragmatismo autoritario de la diplomacia brasileña durante la dictadura, el contexto de la Guerra Fría en América del Sur y la relación del Chile de Salvador Allende y de Pinochet con el Brasil de los militares.

Reseña aparecida originalmente en Revista Brasileira de Historia 93 (2023).

Traducida por Patricio Tapia, con autorización de su autor.