Primeras Damas de Chile
Por Verónica Valdivia Ortíz de Zárate
La asunción de Gabriel Boric como Presidente de Chile, el 11 de marzo de 2022, representa el inicio de una nueva etapa en la historia nacional, con la llegada de una nueva generación, de otros hombres y mujeres que “superarán este momento gris y amargo”, que fue el derrocamiento del Presidente constitucional Salvador Allende. Parte de ese cambio es que se trata de un gobierno declaradamente feminista, que recoge las demandas del movimiento feminista, de las diversidades sexuales y asume la perspectiva de género.
Este cambio influyó en el dilema que ha producido la existencia de una institución gubernativa, de casi un siglo, que entrega a las esposas del Presidente de la República, la dirección de las fundaciones sociales existentes bajo el alero de la presidencia. Considerando la perspectiva feminista del gobierno y de Irina Karamanos, la pareja sentimental del Presidente Boric, el papel de las Primeras Damas suscitó un amplio debate, por el rechazo de las orgánicas de género y en los propios partidos del Frente Amplio. “No me identifico mucho con el rol de primera dama… Bueno, no soy ni primera ni dama”, sostuvo la dirigente feminista del partido del presidente, Convergencia Social, Irina Karamano: “En ese sentido, pienso que hay que salir de ese término conservador y clasista…el feminismo, en general, no está en esos lugares” (Las caras de la Moneda, conducido por don Francisco, CANAL 13, en bbcl, 15 marzo 2022)
El papel de las Primeras Damas en Chile se vio fuertemente afectado por el quehacer de la esposa del general Augusto Pinochet, Lucía Hiriart, durante la dictadura, quien utilizó las orgánicas sociales existentes y creó otras nuevas, para generarse una base clientelar entre mujeres de clase baja y media baja, lo cual, también, derivó en malversación de fondos. Tras el fin de la dictadura, Hiriart mantuvo el control de la unidad madre, CEMA-CHILE, y de todas las entidades bajo su alero. Los gobiernos de la Concertación mantuvieron el papel de la Primera Dama, restándole la corrupción y la politización dictatorial, entregándole la dirección de algunas fundaciones sociales. Nadie cuestionó aquello.
El debate se ha suscitado en el marco de un nuevo contexto cultural y político, fuertemente influido por las perspectivas de género.
“Más allá de la caridad. Hambre, pobreza y Primeras Damas”, Tomo II del libro Populismo en Chile. De Ibáñez a Ibáñez, analiza la emergencia de la institución de las Primeras Damas en Chile, el papel desarrollado por ellas y su inclusión dentro del entramado de políticas sociales de los gobiernos, entre 1938 y 1958.
Este texto sostiene que el papel social asumido por las esposas de los Presidentes desde Juanita Aguirre Luco, esposa de Pedro Aguirre Cerda, se relacionó con la pobreza estructural y creciente del país, como con la naturaleza conflictiva del proceso de reconfiguración política llevado a cabo en el período 1920 -1932. Si bien, la Constitución de 1925 fue aceptada por todo el espectro político y social, no era el orden deseado por nadie, por lo cual se buscaba su mayor democratización (centro-izquierda) o su restricción y regreso de las fuerzas del mercado (derechas), limitando la modernización buscada. Ello tuvo el efecto de marginar a numerosos sectores del país de las leyes sociales y dejarlos entregados a la pobreza, carentes de medios reales de subsistencia.
Con este motivo, las Primeras Damas se sumaron a la lucha contra la pobreza, cuya acción se dirigió a las/os pobres de la ciudad, como expresión de los objetivos del Frente Popular y el nuevo pacto social que significó el nuevo estado, que buscaba reconocer y garantizar derechos. Para ello, se movilizó todo el aparato estatal, pues se entendía que los pobres eran una responsabilidad del estado, no de la caridad. Ello explica que Juan Antonio Ríos institucionalizara esas tareas, asegurando su financiamiento estatal, entregando formalmente a la Primera Dama la presidencia de todas las orgánicas dedicadas a indigentes y desvalidos. En una perspectiva comparada, la rápida institucionalización de estas tareas sociales impidió la generación de liderazgos, al estilo de Eva Perón, confirmando un tipo específico de estatalidad.
Esta política fue continuada por Rosa Markmann (Miti), 1946-1952, esposa de Gabriel González Videla, pero redireccionada a los habitantes de las nacientes poblaciones callampas. La Primera Dama presidió la ‘Fundación Viviendas de Emergencia’, la cual, en combinación con privados, construía poblaciones de viviendas pequeñas, que se entregaban a familias de muy escasos recursos, habitantes de las callampas, en lo que constituyó una incipiente política habitacional.
En los años cincuenta, la Primera Dama, Graciela Letelier, esposa de Carlos Ibáñez, mantuvo la dirección de la ‘Fundación Viviendas de Emergencia’, confirmando la construcción y entrega de casas transitorias a los habitantes de las callampas, que permitiría estabilizar la familia tradicional, pero bajo control estatal. Al contrario, organizó el ‘Ropero del pueblo’, como fundación privada, bajo su férula, para entregar ayuda social en alimentos, ropa, enseñar oficios, normas de higiene, economía del hogar y esparcimiento a pobladoras/res, recuperando la acción caritativa. Un aspecto clave fue la impronta socializadora de la Primera Dama Graciela Letelier, quien se focalizó de preferencia en las pobladoras, en tanto madres, a quienes se buscaba reforzar sus roles “propios” de género, educarlas como consumidoras e internalizarles una cultura católica-nacionalista, en oposición a la política secularizante de las décadas anteriores. A este fin organizó una red de centros de madres, vinculados al ‘Ropero del pueblo’, a la Primera Dama misma y la Moneda, lo que permitía a las pobladoras recibir los beneficios materiales y culturales. En 1957 esta red de centros de madres fue unida a varias entidades de beneficencia, manejadas por Graciela Letelier, creando la ‘Fundación de Beneficencia Graciela Letelier de Ibáñez, Cema Chile’. Desde allí se organizó, no solo la ayuda social, sino se articularon nuevas formas de redes clientelares, que alcanzaron su paroxismo bajo la esposa del general Pinochet.
Aunque las tareas desarrolladas por las Primeras Damas aparecieron como beneficencia, desplegaron políticas estatales hacia las/os pobladores, institucionalizándolas y sentando sus bases futuras. En ese sentido, la incorporación de las Primeras Damas a la lucha contra la pobreza, dentro de un orden institucional, ayudó a la extensión de los brazos sociales del estado, excediendo con mucho una función meramente protocolar. Las Primeras Damas pusieron en marcha políticas públicas y reforzaron el estado social.