Nada nos excusaría de quedarnos en silencio ante la amenaza genocida que hoy, con más intensidad que nunca, pesa sobre el pueblo palestino

Por Nicolás Slachevsky A. Doctorante en Filosofía.
Traductor y editor de Revista Carcaj

Nuevamente en Francia el gobierno intenta prohibir toda manifestación en apoyo al pueblo palestino, al igual que como lo hicieron en mayo de 2021, mientras Israel bombardeaba por enésima vez Gaza, dejando, en esa ocasión, más de 250 muertos en unos pocos días. La excusa del Ministerio del Interior es, como siempre, prevenir "perturbaciones al orden público", si bien evidentemente se trata de acallar cualquier manifestación de disidencia a la música dominante que, ocupando hasta el cansancio el mismo sonsonete del "terrorismo", pretende prescindir de cualquier análisis histórico, invisibilizar toda consideración política y reducir la más mínima discusión sobre el tema al mal cuento de la guerra de las civilizaciones -milésima versión de la fábula de los buenos buenos, contra los malos malos, tan de moda en estos tiempos reaccionarios-. Quién sabe, quizás, de paso, así se dan el lujo de humillar una vez más a la población árabe francesa, agregando una enésima restricción a tantas formas de persecución que van desde los modos de vestirse que les están asociadas a las solidaridades naturales que puedan manifestar. Mientras tanto, los militantes del Rassemblement Nacional, el ex Frente Nacional, notorios antisemitas (solo superado por su islamofobia), marchan como si nada en apoyo a Israel… Y el gobierno, junto a todo el establishment bien-pensante, amalgama irresponsablemente ‘Estado de Israel’ y condición judía, como si ambas fueran una misma y única cosa, como si todos los que nos sentimos interpelados como judíos hubiésemos quedado definitivamente confinados al chantaje que nos propone el discurso sionista, como si esa amalgama le hiciera realmente un favor a la lucha contra el antisemitismo…

Por supuesto, empatizo con los civiles israelíes muertos durante estos últimos días, y me horrorizan los crímenes de guerra a los que se libró Hamás contra población inocente. La única manera de hacerles justicia, sin embargo, es señalar de frente el contexto en el que proliferan estas efusiones de violencia: la política colonial criminal y sistemática que hace más de 75 años lleva el Estado de Israel contra el pueblo palestino. Es esa misma política la que empoderó en sus orígenes a Hamás, para debilitar a la OLP, y la que hoy caucionan las potencias occidentales, secundándola incluso en sus esfuerzos por acallar las manifestaciones de solidaridad con el pueblo palestino.

Nada podría hacernos olvidar la asimetría de fuerzas en juego entre un Estado que ocupa y un pueblo que es ocupado. De la misma manera, nada nos excusaría de quedarnos en silencio ante la amenaza genocida que hoy, con más intensidad que nunca, pesa sobre el pueblo palestino.

En estos momentos, más que nunca, toda mi solidaridad con el pueblo palestino.