Manipulación
Por Grínor Rojo
¿Van a salirse otra vez con la suya? En 1920, en vísperas de la elección de Arturo Alessandri como presidente de Chile, cuando este se vestía aún con el traje del progresismo (otra cosa iba a ocurrir en los años treinta, cuando se de vuelta la chaqueta), el gobierno de turno, que entonces era el de Juan Luis Sanfuentes, a través de su ministro de guerra, Ladislao Errázuriz, creó la ficción de una guerra con el Perú. Eso con el fin de amedrentar a la población, impidiendo así que Alessandri ganara la elección y favoreciendo las expectativas de Luis Barros Borgoño, el candidato del gobierno. Posteriormente, y de preferencia durante cada una de las candidaturas de Salvador Allende, las campañas oligárquicas del miedo pre eleccionario no desaparecieron, ni mucho menos, desde que Allende iba a estatizar hasta nuestro modo de andar hasta el bulo de que los comunistas se llevarían las guaguas chilenas a la Unión Soviética para darles la papa endulzada con marxismo leninismo. En la elección definitiva de Allende fueron todavía más lejos. Con el mismo propósito de inocular el temor en el alma de sus conciudadanos, asesinaron al comandante en jefe del ejército, al general René Schneider.
Es, como puede comprobarse fácilmente, un lugar común en la conducta política de la derecha (y no sólo de la derecha chilena), que cada vez que se siente amenazada patea el tablero. Las reglas del juego democrático dejan de funcionar para ella apenas siente que sus privilegios están en peligro y entonces, entre la razón y la fuerza, escoge la fuerza.
En este momento, cuando su representatividad institucional ha decrecido considerablemente, cuando hay una Convención Constituyente en funciones, que está produciendo resultados significativos no obstante las malas intenciones de un sabotaje que no cesa, y cuando está a punto de perder una nueva elección presidencial y parlamentaria, la derecha desempolva sus viejas maniobras. Se trata, como lo estamos viendo, de demostrar ahora que el principal candidato opositor a la presidencia, el que podría ganarles la mano, es: a) demasiado joven e inexperto y no va a saber cómo guiar al país, que su falta de “expertise” (sí, expertise y no conocimientos, capacidad o destreza) no le permitirá darles a los chilenos la “gobernanza” (sí, gobernanza y no gobierno o conducción) que estos necesitan y merecen; b) que su programa político, social y cultural es utópico, que no tiene posibilidad alguna de concretarse; c) que en este mismo sentido su escala de valores, en la que ocupa un lugar destacado la “ideología de género”, la que se manifiesta a favor de las mujeres díscolas y los desviados sexuales, es una completa aberración; d) que particularmente en lo económico, el suyo es un programa que nos va a llevar a la ruina como que hay Dios, pues si el ahora candidato y mañana presidente pretende mejorar los salarios, acabar con las AFP, mejorar las pensiones, la educación, la salud y demás servicios públicos, y subirles para financiar todo eso sus tributos a las grandes empresas y a las fortunas mayores, lo único que va a lograr es que los inversionistas domésticos y extranjeros pongan su plata en otros sitios; e) que esa candidatura opositora condona y aplaude “la violencia” y que el intento de hacer reformas profundas es sinónimo de “incertidumbre “ e “inestabilidad” en la vida “normal” de los chilenos, a quienes el susodicho, si llega a ser elegido, les va a mover el piso como ningún terremoto. Todo lo cual funciona como una suerte chantaje que afecta sobre todo a los sectores más desinformados de la población, dejándolos como si una espada estuviese colgando de un hilo sobre sus pobres cabezas; y f) que para colmo la dependencia de el candidato opositor respecto del partido comunista es absoluta, y TODOS sabemos lo que eso significa, vean no más lo que pasa en Cuba, Venezuela o Corea del Norte.
Que tales patrañas carecen de fundamento es algo que ni siquiera vale la pena argumentar.
Pero lo peor no son estos infundios, sino la campaña para esparcir el miedo, hecha a la antigua usanza, orquestada desde las oficinas del palacio presidencial de una manera que yo no sé si es ilegal, pero que no me cabe ninguna duda de que es indecente, y en esta ocasión con una mejor tecnología mediática. En este sentido, la de ahora no es una guerra trucha contra los peruanos, como era la de don Ladislao en 1920, sino que son dos guerras pero no menos truchas, que están sucediendo simultáneamente en el norte y el sur de nuestro país y que sirven, a partir del estado de desobediencia que ahí se registra, para echar leña a la hoguera. En el norte, porque sus ciudades se están llenando de inmigrantes desastrados, de un pelo y un color indeseables, y eso es algo a lo que se debe poner freno. Pero para eso se requiere de una mano firme y dura, una mano que pare ese flujo de miseria, que cierre las fronteras, que ordene la construcción de una zanja suficientemente honda que (en un ataque de originalidad) remeda el muro de Trump, pero cavando esta vez hacia abajo, de manera que los extranjeros que pretendan cruzar hasta nuestro bello país se hundan en ella y de donde no vuelvan a salir nunca más. El candidato oficialista promete hacer eso exactamente. Los candidatos de la oposición no, y por eso hay que cuidarse de ellos.
El otro polo está en la Araucanía. Ahí se registra una insubordinación también, pero esta de carácter delictual. El presidente de la República habla en sus comunicados de terroristas y narcotraficantes asolando el territorio. Poco importa que haya muchos más terroristas y narcotraficantes en el resto del país de los que existen en esa zona y que como quiera que sea los de esa zona no sean los peores. Y, sobre todo, ni siquiera nombra este presidente al pueblo mapuche y menos aún nombra sus demandas. Terroristas y narcotraficantes es todo lo que él ve, y estos no son más que delincuentes que agreden a la gente pacífica de la Araucanía y, al fin de cuentas, de Chile entero.
Decide entonces combatirlos, y para eso decreta un “Estado de emergencia” y envía a las fuerzas armadas con el propósito de que estas asesoren “logísticamente” a la policía a fin de que de ello resulte una victoria para él y para su tan deseado continuador. Pero, como sabemos, porque lo hemos visto hace cuatro o cinco días, en el caso del joven comunero Jordan Lempi Machaca, esa es una mentira. Las fuerzas armadas no van al sur sólo a otorgar asesoría logística, no a detectar a los narcos y a enseñarles a los policías cómo debieran cazarlos, sino a pelear, ellas mismas y haciendo uso de sus armas de servicio, una guerra. Matan y lastiman para que el presidente y los suyos puedan convertir esos desenfrenos en cartas de triunfo. Y, una vez más en nuestra historia, esto lo hace un presidente desprestigiado como no ha habido otro desde los tiempos de Pinochet, para beneficio de su persona y de la persona de los candidatos de su pelo (a estas alturas, para beneficio de el único candidato de su pelo que le va quedando con alguna probabilidad de llegar a La Moneda), quien o quienes andan detrás del poder para hacer que el país se detenga en su marcha suicida, para que recapacite y para que vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser. No sólo continuará/n él/ellos la “obra” que el actual presidente ha iniciado, sino que la perfeccionará/n. Sus intenciones, y lo ha/n declarado públicamente, son “poner orden” y para eso no conviene fijarse en los métodos.
Esto mismo es lo que el ministro del interior vocifera explícitamente, cada vez que le ofrecen el micrófono, y su subsecretario con no menos énfasis, en el caso este subalterno incluyendo una focalización ad hominem: “yo creo que los responsables finales son quienes instalaron en nuestro país una sensación de impunidad, que cometer delitos violentos no era condenable en Chile, los que hicieron un llamado a quemarlo todo, como la expresidenta de Revolución Democrática, Catalina Pérez. Quienes presentaron un proyecto de ley para indultar a quienes destruyeron y quemaron, como Yasna Provoste. Quienes van a visitar a la cárcel a un imputado en prisión preventiva por lanzar bombas molotov, como el candidato del Partido Comunista y el Frente Amplio, Gabriel Boric. O como Fernando Atria, que le atribuye la maternidad de la constituyente a la violencia".
Con nombres y apellidos, sin preocuparse de si con eso está transgrediendo o no los límites de la ley y/o la decencia. Se suman a las palabras de este señor las de una cuadrilla de servidores minúsculos, senadores, diputados, un puñado de asambleístas de (y contra) la Constituyente y otros aún más diminutos, que repiten a cada rato, como si recitaran un libreto de teatro, que el candidato opositor carece de las condiciones y los medios para enfrentar los grandes peligros que aguardan a Chile, y que sólo ellos, como lo están demostrando en el norte y en el sur, pueden hacerlo. Ellos, a quienes no les tiembla la mano cuando tienen que adoptar decisiones difíciles, y que por eso no han trepidado en enviar a los militares para que en la Araucanía acaben con el morbo actual y, más aún, con cualquiera otro que esté en ciernes. Por el contrario, los opositores no harán más que fomentar el desorden y la violencia. Y así el futuro de Chile estará garantizado sólo si alguno de los dos candidatos del “orden” es quien gana la elección.
¿Nos venderán este paquete de basura una vez más? ¿Van a poder influir otra vez en la población chilena y entontecerla hasta el extremo de que esta se trague nuevamente semejantes patrañas? ¿Van a poder El Mercurio y La Tercera, los principales voceros de las mentiras oficiales (cuando no perpetradores de las propias), salirse con la suya, publicitando, por ejemplo, noticias engañosas y encuestas amañadas? La contienda presidencial está clara a estas alturas: la pelea verdadera es --algo que tenemos que meternos en la cabeza de una vez por todas, emitiendo a partir de esa convicción nuestros argumentos durante las dos semanas que restan de campaña-- entre los partidarios de la razón, el diálogo, la escucha y el trato respetuoso del otro en su calidad de otro, cualquiera que sea su identidad racial, de clase o de género, en una palabra entre los partidarios de la democracia, en un costado de la escena, y los defensores de la antidemocracia, en el otro. Estos últimos son los que desdeñan la razón y prefieren la fuerza: herederos de la dictadura, nostálgicos del fascismo y de la hacienda, adoradores de Jaime Guzmán y la “tradición portaliana” e hijos devotos de los Chicago boys, han optado por la estrategia autoritaria a no importa qué costos o, lo que es igual, por un gobierno de “los que saben” junto con el disciplinamiento de “los que no saben” y que para su gran mala suerte somos todos los demás.
P.D. Hoy, 9 de noviembre de 2021, la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile ha aprobado una acusación constitucional contra el presidente de la República. Pareciera ser que no todo son malas noticias.