Lo que es y lo que será Carlos Droguett

Presentación Cuentos desde el exilio de Carlos Droguett.

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Por Fernando Moreno. 

Creo que cuando, en el año 2001, la editorial LOM publicó póstumamente el relato de Carlos Droguett, La señorita Lara, no se tenía una idea precisa de que este en realidad formaba parte de un vasto conjunto de narraciones, producto de un prolífico ciclo de producción del autor, un ciclo que se iniciara a comienzos de enero de 1978 con la escritura de “Por ejemplo irse” y que terminaría algo más de dos años más tarde, a fines de abril de 1980, con la redacción de “A veces también”; textos que se encuentran, como se sabe, en al archivo del autor en el Centro de Investigaciones Latinoamericana de la Universidad de Poitiers.

A este periodo pertenecen las narraciones incluidas en estos volúmenes –con la excepción de “El hombre de la pólvora”, muy anterior, fechado en 1958–, un periodo durante el cual, según lo indicara el propio Droguett, se había propuesto escribir un total de dieciocho relatos, distribuidos específicamente en tres volúmenes, un objetivo que en gran medida logró concretar, aunque no finalizar a cabalidad pues, como lo reitera en varias ocasiones, muchos de ellos estarían exigiendo otras revisiones y quizás eventuales desarrollos suplementarios.

Precisamente por esto, una de las singularidades de estos relatos es el hecho de que, en muchos casos, el autor escribe algunas frases introductorias con las cuales sitúa y encuadra su texto, situándolo en el tiempo de la escritura y adelantando los ejes de su concepción o la idea que quisiera desarrollar en su relato. Además, en todos ellos, el autor indica la fecha de término de su labor, y en algunos, añade comentarios sobre lo hecho, e incluso introduce palabras sobre el tiempo, el clima, el entorno familiar, así como a propósito de su sentir, de su estado de ánimo, de sus proyectos. Por lo mismo también, en estas notas, puede referirse a su propio discurso, a ese discurso del recuerdo en el que prima la memoria involuntaria proustiana, a ese modo de narrar tan característico, por medio del cual la voz narrativa rompe los esquemas de tiempo y espacio, se internaliza, se desliza hacia la simultaneidad, hacia la derivación, hacia el fluir de una conciencia que parece incontrolable, pero que, en el fondo, mantiene la lucidez relativa a la necesidad de la interrogación y a la convicción de lo bien fundado de su quehacer.

Sirva como ejemplo de todo esto la nota preliminar a “Las hortensias próximamente”:

Cuando haya que insertar ideas en este escrito, se insertarán ideas en este escrito, cuando, de repente, sin previamente programarlo, surja un tema, una historia o solo su insinuación o su principio, pues ahí derramaré esa historia no comenzada o no terminada, quizás, por ejemplo, y trataré de ser humilde mientras lo pienso y lo escribo…

O bien las palabras con las que termina “El tonto de las Marías”, que señalan:

Sábado 8 de marzo de 1980, son las once de la mañana y hace un rato empezó a nevar nuevamente, pero en estos momentos no cae nieve. Estoy medianamente contento con estas páginas, creo que faltaría afinarlas un poco con la idea y la obsesión en el primo y en Jaime, del tema, para desarrollarlo en una o dos páginas, de la novela-parque. Esta noche viene Marcelito de Locarno, su tren llega a Berna a las ocho y media, viene a dar un examen en Friburgo, examen de francés para que pueda, creo, abrir, su consultorio o para estar listo y trasladarse a trabajar en el hospital de Ginebra. Voy a descansar unos dos o tres días.

Sí, bueno, todo esto está bien, o muy bien, pensarán ustedes, el público atento, más que atento, ya lo tenemos más o menos claro, pero vayamos un poco más al meollo y díganos qué cuentan los cuentos.

Gracias por la pregunta; intento responder algo: en estas narraciones Carlos Droguett vuelve sobre muchas de sus temáticas y obsesiones recurrentes, aquellas que ya habían marcado y singularizado sus obras anteriores. Es así como, a partir de una circunstancia de indagación introspectiva, en líneas generales y en gran parte de ellas, surgen situaciones vinculadas con el cuestionamiento existencial, la soledad, la identidad, la búsqueda de sentidos vivenciales, el desencanto y la incomprensión, la diferencia y la marginalidad, la incertidumbre de un estar en el mundo, el desamparo y la angustia, la sangre, la violencia y la muerte, el sufrimiento y el sacrificio, las tragedias personales e históricas, el olvido, la evocación subjetiva y la memoria colectiva.

Son relatos en los que se desarrollan, más notoriamente y con mayor énfasis, otros aspectos también presentes en sus escritos publicados con antelación, en particular todo lo que se vincula con la temática del amor esperanzador e igualmente desesperado (en “El naranjo que creció en un dormitorio” o “Las hortensias próximamente”), las conflictivas relaciones interpersonales, los afectos y animadversiones en una pareja (“Abandonó al marido fino porque le daba malos tratos”, “Aventura”, “La enlutada”), los perfiles y los escenarios de la infancia y de la adolescencia desde una perspectiva autoficcional, con insistencia en las figuraciones la madre enferma y del padre ausente (“La tortuga es una flecha”, por ejemplo) y en las anécdotas y personajes que se rescatan a partir de su experiencia como liceano en un establecimiento vespertino (“Visita al tuberculoso”, “El estudiante nocturno”, emparentados estos, entonces, con “La señorita Lara”.).

Tampoco faltan las evocaciones de las figuras del histórico Salvador Allende (en la sátira política “La mujer de Sam”, en “Aventura” y en el ejemplar y vindicativo “Una mujer iba encaneciendo por la calle”) y del emblemático, y de carne y hueso, Jesucristo (en el más que notable “A veces también”), así como, además, y de manera reiterada, las referencias al actuar, al pensar y a la muerte de su amigo el joven poeta Jaime Rayo, quien aparece rememorado y representado en “Voy a Valparaíso en invierno”, “El estudiante nocturno”, “Si yo no hubiera muerto” y en “El tonto de las Marías”.

Por otra parte, y en relación con los niveles de referencialidad, cabe destacar el hecho de que, en algunas de estas narraciones, Carlos Droguett incursiona en niveles de realidad que van más allá de los límites de lo verosímil, que lindan con lo alegórico y lo fantástico sin que por eso deje de reflexionar sobre aspectos determinantes de la condición del individuo y de presencia en el mundo. Es lo que sucede en “El hombre de la pólvora”, en el que plasma la historia de un hombre diferente y “maldito”; también en “El naranjo que creció en un dormitorio”, en “Si yo no hubiera muerto”, donde el narrador es el fantasma de Carlos, y en “La tercera mano”, en el cual refiere la historia del joven Enrique y las consecuencias que trae consigo la turbadora transformación física que la acaece en ciertas oportunidades.

Ahora bien, y volviendo específicamente a los textos, no puedo resistir la tentación de leerles un fragmento de uno de ellos, aunque sea tan solo para mostrar una vez más, y darles más ganas todavía de leer, algunos rasgos de esa singular escritura de Droguett aquí plasmada. Son las líneas finales de esa joya titulada “A veces también” y cuyo protagonista, como ya lo he indicado, es Jesucristo:

y la cabellera de María la otra, la ramera, la que había sido, la que ya no era, venía hasta él volando en el viento y le acariciaba con sus manos la cabellera y las cabelleras de los dos se juntaban y se trenzaban para hundirse hacia arriba o hacia abajo, para hundirse como el hombre y la mujer, hacia arriba y hacia abajo y ella acercaba la agonía de su boca hasta la boca de él, que gritaba, desfigurado, enloquecido, descentrado, emborronado y furioso, soberbiamente enamorado del mundo, de los pobres y los golpeados, los pobres y los torturados, los pobres y los violados, de todos los perseguidos en todos los desfiles, todas la fiestas, todas las proclamaciones y todas las traiciones y se sentía avergonzado, culpable, furioso, lujurioso de amor terrestre y amor evaporado y desclavó su mano y su cabellera y con la mano le cubrió amorosamente el sexo y con la cabellera le envolvió amorosamente los pechos y sintió que él mismo estaba sollozando, no gritando todavía, mientras sentía las risas, las miradas húmedas, los escupitajos que le lanzaban golpes chorreados de sangre y su grito fue y era uno solo, una sola palabra, una bofetada, una llamarada y se torcía hacia arriba y crecía torneado como una llama, como una voluta estremecida por los sollozos y los gemidos de los tres, somos tres y uno, uno solo y gritaba y tornaba a gritar antes de caerse hacia la muerte que lo esperaba al lado izquierdo, llamándolo allá arriba para despertarlo al viejo… ¡viejo… viejo…!

En resumen, y ya para ir finalizando, el valioso conjunto textual que aquí se presenta reitera rasgos y además revela nuevas facetas de la absorbente, seductora y exclusiva escritura de Carlos Droguett. Como ya lo he indicado, estas narraciones perseveran, aunque desde otras perspectivas, en algunas de sus preocupaciones constantes y afirman, una vez más, su compromiso con la literatura y con la vida porque, a pesar de todo, a pesar de la lejanía geográfica desde la cual produce sus escritos, a pesar de las indecisiones que sus obras provocan en las casas editoriales, el autor sigue asumiendo, quizás con más fuerza que nunca, la labor que se ha impuesto, tal como lo escribe en la nota preliminar de “La enlutada”:

[…] acabo de recibir, hace un rato, una carta respuesta de la editorial Siglo XXI de México, en que me rechazan la oferta que les hice en diciembre, de enviarles, para su examen y probable publicación, Matar a los viejos. […] Esto me tiene un poco desahuciado, algo así como si yo fuera un burócrata del infortunio, pero, a pesar de todo y contra todo, creo que de todas maneras tengo que seguir dejando constancia de mi paso por la tierra. Por eso escribo, por eso quiero escribir.

Fernando Moreno es doctor de Tercer Ciclo en Estudios Ibéricos e Iberoamericanos (por la Universidad de la Sorbonne Nouvelle, 1980) y doctor de Estado en Estudios Latinoamericanos (por la Universidad de Poitiers, 1996).

Autor de más de un centenar de artículos y capítulos de libros sobre poesía y narrativa chilena e hispanoamericana, así como de algunos libros y volúmenes colectivos sobre destacados autores de las letras continentales. Actualmente es Profesor Emérito de la Universidad de Poitiers, donde fue Catedrático de Literatura Hispanoamericana y dirigió el Centro de Estudios Latinoamericanos (CRLA-Archivos).