Irrupción de los migrantes: claves para el debate

Por Marcel Garcés

En los primeros días del presente año 2021,  el país se vio  “sorprendido” por alarmantes noticias desde la frontera norte. Miles de migrantes  penetraron en el territorio nacional por pasos no habilitados, en el inhóspito altiplano  del extremo norte, para instalarse en la localidad de  Colchane, en la frontera con Bolivia, no preparada para esta irrupción de familias enteras en el límite de la desesperación y de sus fuerzas.

De manera dramática se instaló en la discusión nacional y su perspectiva internacional, la necesidad de profundizar en el conocimiento, análisis y toma de decisiones políticas, económicas, sociales y culturales, del tema de “la migración”, como un componente ineludible de la agenda ciudadana permanente.

Ello, sobre todo teniendo en cuenta que el propio presidente Sebastián Piñera, en su lamentable actuación en el show de Cúcuta, el 22 y 23 de febrero de 2019, generó junto a la derecha chilena y  la política de la Casa Blanca, los factores objetivos y subjetivos de la masiva  migración venezolana, además de comprometer a La Moneda en los planes de desestabilización e intervención militar contra el gobierno constitucional del presidente Nicolás Maduro, ejecutada con la complicidad del llamado “presidente encargado” Juan Guaidó, desconocido ahora por sus ex compañeros de  conspiración.

Pero, la retórica expresada en Cúcuta claramente no tuvo un correlato con la capacidad de gestión y de respuesta del Estado chileno a la situación, generándose una contradicción  flagrante entre el discurso y la realidad.

Así, ya no se trataba del hambre, la miseria, las carencias, la situación democrática, de los derechos humanos, la represión real o atribuida de los opositores en Venezuela, sino que el gobierno de Chile debía pasar el examen del respeto efectivo a los derechos humanos, el ejercicio y la práctica de la solidaridad, a los hombres, mujeres, niñas y niños, ancianos que llegaron a pedir refugio, protección, trabajo, educación, atención sanitaria, pero sobre todo acogida.

Obviamente, Colchane, a 3.730 metros sobre el nivel del mar, con sus 1.728 habitantes, un 78.1 por ciento aimara o de otra etnia indígena, no estaba preparada, logísticamente, socialmente, anímicamente, para recibir a miles de migrantes diariamente, darles atención en salud, vivienda, alimentos, condiciones de salubridad y de vida medianamente humanas, y su población se vio en consecuencia enfrentada a una situación de inseguridad, temores e incertidumbre, que estuvieron a punto de generar un conflicto de proporciones mayores.

Esto debería ser una enseñanza, tanto como una advertencia de lo que debe ser una política de Estado, también en el plano internacional y del compromiso con el Derecho Internacional y los principios básicos como la no intervención en los asuntos internos, el respeto a la autodeterminación y la soberanía nacional.

Al inicio de la llegada de esta nueva oleada de migrantes venezolanos, el 1 de febrero de 2021, fueron  300 personas, pero dos días después, el 3 de febrero, ya eran 1.500, pernoctando en las calles de Colchane, con temperaturas de  menos 17 grados, tras un peregrinaje de miles de kilómetros, a pie o en caravanas de vehículos dispuestos por los abyectos “coyotes” del tráfico de personas.

Las autoridades regionales, que no fueron advertidas de la magnitud del desafío que debían afrontar, y también las nacionales, que sí debían estar enteradas, no adoptaron medidas preventivas ante un fenómeno de esa magnitud y consecuencias, demorando así las soluciones para la acogida y el tratamiento de esos migrantes y las respuestas a sus peticiones y necesidades, tanto de la población local como de los recién llegados, también objeto de ayuda, y sujetos a los Derechos Humanos mínimos.

Pero finalmente las “encontraron”: militarizar la frontera con Bolivia y Perú, expulsar del país a migrantes, acusados de delitos, y dificultar el ingreso mediante trabas o subterfugios legales, hasta transformar en delitos tales como narcotráfico, contrabando y trata de personas, el derecho humano y la realidad objetiva de la migración.

La fotografía de migrantes venezolanos y colombianos expulsados del país con unos overoles blancos, como delincuentes, vigilados por policías fuertemente armados, dio la vuelta al mundo alarmando incluso a Naciones Unidas.

La magnitud objetiva, de acuerdo a estudios del Departamento de Extranjería y Migración (DEMI) y del  Servicio Jesuita a Migrantes de Chile (SJM-Chile), con datos actualizados a  diciembre de 2019, es que la población migrante en Chile es de 1 millón 492 mil 522 personas, correspondiente al 7.8 por ciento de la población del país.

De ellos, de acuerdo a las mismas fuentes, un 30,5 por ciento son venezolanos, un 15.8 peruanos, un  12.5 haitianos, un 10.8 colombianos, un 8.0 por ciento bolivianos, un 5.3 por ciento argentinos y un 17.1 por ciento de otros países.

Sin embargo, el problema no termina ahí, ni se trata de datos, sino de personas, de familias, de realidades humanas, económicas, sociales, culturales, todo ello, multidimensionalmente  inserto en la problemática objetiva de un país, Chile, en proceso de cambios estructurales de su institucionalidad constitucional, de su proyecto político, cultural, económico y social. Es decir que se transforma en un tema político de alta significación, actualidad, complejidad y sentido.

En este cuadro, el libro  Migración en Chile- Evidencia y mitos de una nueva realidad, que ofrece el catálogo de LOM Ediciones, en su colección Derechos Humanos-Ciencias Sociales  y Humanas, responde a este complejo y desafiante panorama y constituye un aporte a un debate actual, indispensable.

Veintitrés autores, todos ellos destacados sociólogos, catedráticos, investigadores, economistas, psicólogos, activistas, hombres y mujeres de iglesia y servicios  de ayuda al migrante, trabajadores sociales, geógrafos, historiadores, juristas, ingenieros comerciales y analistas, presentan  investigaciones, análisis, tesis, exposiciones, propuestas, reflexiones, que apuntan, como señalan los editores Nicolás Rojas Pedemonte y  José Tomás Vicuna SJ,  a poner a disposición del lector “un trabajo académico con el propósito de aportar a una discusión desde la experiencia académica y la evidencia científica, identificando, por cierto, las transformaciones y desafíos que hoy conlleva la migración en Chile”.

”Los datos expuestos en este libro no sirven para sostener que nos conviene por ahora tener un país receptivo a la migración, sino más bien aportan elementos de juicio para relacionarnos de manera realista y desprejuiciada con la migración en Chile.

“Los mitos sobre migración crean miedos y rechazos, y es necesario comprenderlos para desmontarlos. No se trata de priorizar a unos sobre otros, ni desestimar las preocupaciones de ciertos sectores. Se trata de construir un diálogo social y una discusión política informada y respetuosa de la diversidad”.

Como señalan los editores, Nicolás Rojas Pedemonte,  Director del Centro de Ética y Reflexión Social de la Universidad Alberto Hurtado y Doctor en sociología e investigador en Sociología por la Universidad de Barcelona, y José Tomás Vicuña, director nacional del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM Chile), ”esperamos que este libro aporte ciertas luces a la percepción y comprensión del fenómeno”, porque “los miedos generan reacciones instantáneas, y los datos permiten tener una mirada más profunda y a largo plazo”.

Lo importante, apuntan, es “reconocer que la migración es una realidad en la historia de la humanidad, y frente a las desigualdades globales, y ante crisis humanitarias en los contextos de origen, no hay muro -ya sea material, institucional o cultural- que detenga el proceso migratorio de personas y familias. En esta perspectiva, los mitos y prejuicios no hacen más que empeorar las cosas, tanto para los países de acogida como para las personas que arriban”.

Precisamente de esto se trata en el libro  Migración en Chile- Evidencias y mitos de una nueva realidad: Contribuir al debate, cuando la sociedad chilena está en “modo participativo”, en busca de un futuro constitucional.

Pedemonte, Vicuña y los autores de los profundos temas que proponen a los lectores,  alertan de que “sin duda, en un contexto político global donde avanzan ciertos populismos nacionalistas y la instumentalización electoral de la migración, urge disponibilizar contenido e información fundada empíricamente sobre la  migración”.

“Si bien nos interesa que esta publicación tenga impactos prácticos en la opinión pública y la institucionalidad migratoria, no proponemos criterios utilitaristas.

“Detrás de estos datos, hay relatos, hay personas y familias, a las cuales, en muchos casos, la adversidad  e injusticia  que vivían en sus países les hizo tomar una maleta, sus pertenencias y dejar su casa, familiares, amistades, clima, geografía e historias. Más que migrantes, son personas y es ahí donde el desafío es poder pensar a largo plazo y en conjunto.

“Claramente hay una constatación objetiva, refrendada por la experiencia internacional: no hay muro que pueda contener, detener, reprimir impedir las oleadas de migrantes en busca de libertad, justicia, comida o un porvenir humano mejor“.

“Esperamos”, apuntan los editores, “que al leer este libro el lector pueda evaluar su propia experiencia con las personas migrantes con quienes cohabita o quizás comparte. Quisiéramos que haga el ejercicio de ponerle rostro a los gráficos,  a los números y a las preguntas”.

“Mediante un espejo nos vemos cada día. Siempre ha sido “el otro” quien nos ha mostrado quienes somos, y seguirá siendo ”el otro” aquel con quién construiremos el ”nosotros”.”

“Invitamos a construir este nuevo Chile desde una mirada profunda, integral y multidimensional, donde emerja la persona por sobre cada cifra. Con este libro  apostamos por una sociedad informada, moderna y reflexiva, que supere sus limitaciones y preconcepciones, y que se reconozca a sí misma no como un “nosotros” claro y uniforme, sino como una comunidad rica en diversidad”.

Esto nos abre además un escenario de interrogantes y desafíos, muy atingentes a la temática del libro, como nos advierte la abogada y catedrática de la Universidad de Los Andes, Bogotá, Colombia, y de la University of Notre Dame, Indiana, Estados Unidos, Helena Olea,  en el prólogo de la obra: “Habituados a códigos sociales marcados por el clasismo y el racismo, la sociedad chilena se ha encontrado con personas que no puede clasificar o entender, o que simplemente rechaza por temor a la diferencia. La presencia de personas afrodescendientes ha sido una novedad para la conciencia nacional”, indica,  a lo que se suma, añade, “para agravar el panorama, (que) los líderes políticos han aprovechado este contexto para liderar un discurso anti migrantes, entendiendo que es parte de la agenda política contemporánea apostando que estas  posiciones les den réditos políticos”.

“Los mitos se construyen a partir de un encuentro, se nutren de la información de los medios de comunicación y del discurso político, que con frecuencia utiliza a la migración como chivo expiatorio para alimentar el nacionalismo y generar la idea de que la amenaza es extranjera y la virtud nacional”.

Helena Olea concluye que “la xenofobia  se nutre de los mitos sobre los migrantes y la migración y por  ello, este libro constituye un aporte para luchar contra las ideas y prejuicios que nutren el rechazo al extranjero”.

“En un país geográficamente aislado como Chile”, establece, “el nacionalismo ha emergido como una estrategia de unidad nacional en una sociedad políticamente dividida que aún no resuelve los crímenes del pasado. El nacionalismo utiliza la xenofobia  para ganar apoyo, de allí que sea muy necesario derribar los mitos en torno a las personas migrantes y al impacto en el empleo, la salud, la educación, los programas sociales y los programas de vivienda, entre otros”.

Finalmente, agrega una reflexión particularmente profunda y atingente al momento actual de Chile: “Por último, ese esfuerzo por entender a ese otro migrante o extranjero también puede contribuir a una importante tarea pendiente en Chile, como lo es la relación con sus pueblos originarios, quienes, pese a ser nacionales, también son vistos como otro”.

“La interculturalidad apenas empieza a estar presente en las políticas públicas en Chile. Y es urgente en la educación y en la salud, como también nos lo recuerda este libro. La construcción de una sociedad diversa e inclusiva  es una tarea de la nación y no solo del Estado, y todos debemos aportar para ello”.

Claramente este es el sentido del trabajo editorial y del compromiso intelectual y de los sueños de LOM, cuyo significado de “Sol”, en la lengua yámana, inspira su quehacer y la certidumbre de un siempre esperanzador e iluminado amanecer.