Entendámonos: reflexiones a propósito de la próxima elección presidencial
Por Grínor Rojo

Entendámonos: existen las democracias liberales y existen las democracias socialistas; lo que no existe, lo que no puede existir de ninguna manera, porque constituye una contradicción en términos, es una democracia fascista. El liberalismo y el socialismo tienen un origen común, que es el racionalismo ilustrado, libertario e igualitario, y sus diferencias, que son efectivas, se producen de acuerdo con la prioridad mayor o menor que en la historia de sus realizaciones concretas cada una de estas corrientes le otorga a uno u otro de los dos polos mencionados. El fascismo, por su parte, es la contracara del racionalismo ilustrado. Es irracionalista y es antililustrado y, por consiguiente, es antilibertario y es antigualitario por definición. Si el edificio de la cultura moderna se construyó teniendo en consideración estos principios y objetivándolos en los gobiernos democráticos, el fascismo es el enemigo de todo ello.
En Italia y en Alemania, el fascismo clásico se hizo dueño del poder debido a los desengaños de unas comunidades nacionales que se sentían derrotadas en la Primera Guerra Mundial y maltratadas por los políticos, pero también a causa de la ineptitud de las dirigencias democráticas para prevenir la amenaza o, cuando ella ya estaba ahí, para enfrentarla vigorosamente. Hay en esto una lección. Benito Mussolini fue designado, por el rey Víctor Manuel III, con la anuencia parlamentaria, primer ministro de Italia el 22 de octubre de 1922; Adof Hitler fue designado canciller del Reich alemán por el presidente Paul von Hindenburg el 30 de enero de 1933. Es decir que ambos nombramientos, aunque hayan sido de mala gana, se hicieron dentro del marco de la legalidad vigente, y esto es algo que se debe tener claro. Diferenciar a los fascismos por su manera de llegar al poder es un error, por decir lo menos. No todos son golpistas, ni Mussolini ni Hitler lo fueron. Cierto, las instituciones italiana y alemana de la época actuaron del modo en que lo hicieron porque estaban muertas de susto, porque los fascistas contaban con el apoyo en las calles del que los políticos liberales y socialistas carecían, pero eso tampoco es ninguna novedad.
El procedimiento fue impecable, entonces, no así su continuación, porque Mussolini disolvió el Parlamento italiano quince meses después de su nombramiento, el 24 de enero de 1924, y, aún más enérgico y veloz que su compadre, Adolf Hitler hizo lo propio el 24 de marzo de1933, es decir dos meses después de haber sido nombrado canciller. Fue entonces cuando Hitler se hizo aprobar la Ermächtigungsgesetz o Ley habilitante. Conocida como Gesetz zur Behebung der Not von Volk und Reich o Ley para el remedio de las necesidades del Pueblo y del Reich, con la que acababa con la separación de poderes y convertía a su persona en el origen de toda decisión.
Por otra parte, si es que no toda, una buena porción de la derecha política tradicional, cuando se da cuenta de que no es capaz de mantenerse en el poder echando mano de sus propios recursos --y esto es algo que la historia del fascismo clásico también demuestra--, no tiene problemas para cruzar el Rubicón. Se constituye de esta forma en socia activa del fascismo, no porque comparta sus ideas necesariamente (algunos habrá allí que sí lo hacen y otros que no…), sino porque, por cualesquiera sean las razones el autoritarismo fascista les resulta conveniente. Por el miedo a ver sus finanzas perjudicadas en el marco de una economía progresista, por la delincuencia desatada, por el pueblo insumiso, por las mujeres rebeldes, por las minorías que pretenden reapropiarse de lo que según ellos les perteneció a sus ancestros, etc.
Hubo, en efecto, en la Italia y en la Alemania de los años veinte y treinta, gente de derecha que era inteligente y que se daba cuenta que las ideas de Mussolini y de Hitler no eran más que paja molida dicha a gritos, pero que los apoyaron como quiera que fuese. Era lo que les resultaba más redituable, apostar al caballo ganador. En Chile, con excepciones contadas, yo no sé si con los dedos de una mano, la íntima connivencia de la derecha política con la dictadura de Augusto Pinochet es conocida y para documentarla no hace falta investigar demasiado. Pero que, en el plebiscito del 88, haya habido unos cuantos de sus líderes que hicieron pública su determinación de votar por el “No” era más una exhibición de olfato oportunista que el fruto de una súbita iluminación democrática, dado que con el desplome de la Unión Soviética y la recuperada hegemonía de Estados Unidos el anticomunismo de la dictadura se había quedado sin piso y sus días estaban contados. Había que arrancar, y arrancaron… hasta nuevo aviso… es decir hasta ahora.
Y, desde el punto de vista económico, aceptemos que no existe contradicción entre capitalismo y fascismo, y simplemente porque la economía burguesa se acomoda a las circunstancias. Mejor dicho, les saca partido. El fascismo carece de un pensamiento económico propio, por lo que funciona recurriendo al que ya existe, es decir al pensamiento capitalista, estrujando el modelo hasta el máximo de lo que él le puede dar y beneficiando de ese modo, espléndidamente, a los dueños de los medios de producción. La retórica populista es mera propaganda. Lo que así se habrá generado es en realidad una dinámica de colaboración mutua entre los designios políticos de los fascistas y los económicos del empresariado. Es sabido que Mussolini pactó con los empresarios y Hitler también. Era un quid pro quo: los empresarios necesitaban que Mussolini y Hitler los protegieran y Mussolini y Hitler que los empresarios los financiaran. De manera que el (neo) liberalismo económico y el autoritarismo político, que vemos que hoy se abrazan apasionadamente, no son un dúo inédito, sino que constituyen un matrimonio antiguo y muy bien avenido, en el que la pareja actúa de consuno para así sumar fuerzas.
La quema de libros en Alemania, el 10 de mayo de 1933. Colección: Instituto Neerlandés de Documentos de guerra (NIOD) / fotógrafo desconocido. Fuente: Beeldbank WO2
Tampoco es el fascismo la anticultura. Hay una cultura fascista, reconozcámoslo, que oscila entre la siutiquería (“Artes y Letras” del diario El Mercurio), el seudopatriotismo (“Al pie de la bandera”), el monumentalismo (la proliferación de las estatuas a los héroes del panteón oligárquico. En el fascismo clásico, el pináculo de este género son las películas de Leni Riefenstahl) y la farándula (desde los shows de la televisión al festival del tomate). Pero el fascismo es, eso sí, la anticultura científica. La correlación comprobada de los hechos con su concepto, que a partir de Aristóteles es la que demuestra objetivamente la verdad de las proposiciones que se emiten, a los fascistas no los preocupa. De ahí su práctica de la información que desinforma, que es solo un aspecto de un déficit que es mucho peor. Los fascistas no creen en la verdad científica o, mejor dicho, creen que la verdad es un producto de su imposición. La imponen entonces o por decreto, cuando dan por supuesto que el saber es una consecuencia del poder, o con el cultivo de las hechicerías, cuando la correlación a la que me referí hace un momento ellos la establecen entre los hechos, una conceptualización fantasiosa de los mismos y un discurso antojadizo.
En Estados Unidos, es bien sabido que el presidente Trump niega la existencia del cambio climático, que se opone al desarrollo de las energías limpias, tanto en su país como en el resto del mundo (que les haya sugerido a los escoceses echar abajo sus torres de energía eólica para así mejorar el paisaje de su campo de golf es increíble) y que insiste en el uso de las energías fósiles. Sí, de acuerdo, hay en ello una motivación económica también, están de por medio los ingresos de las petroleras, pero la cosa es aún más amplia. Por lo mismo, el del presidente Trump es un buen ejemplo de la primera de las dos posiciones que yo describí más arriba, la de un líder político que cree más en la verdad del poder que en la verdad científica; su ministro de salud, entre tanto, constituye un ejemplo excelente no solo de ese mismo desdén por la razón y la ciencia, sino de la conducta de los hechiceros. Este es un ministro de salud que no cree en las vacunas (!!), pero está convencido de que el autismo tiene su origen en unas “toxinas” misteriosas que flotan en el aire y a las que él puede atrapar.
Finalmente, en el terreno de la creación artística es donde la contradicción fascismo versus no-fascismo queda expuesta en toda su grotesca desnudez. De nuevo, volvamos a Estados Unidos, donde Donald Trump intervino el prestigioso Kennedy Center para las Artes Escénicas de Washington, acusando a esa institución de ser un nido de “propaganda antipatriótica”. En realidad, le molestaban particularmente los espectáculos LGBTQ. Expulsó entonces a 18 de los 36 miembros del directorio, nombró a otros tantos de su gusto (varios de los cuales no tenían ni tienen idea de qué son y para qué sirven las artes) y se autoproclamó chairman of te board de la institución. Recientemente, me cuentan que hizo sacar la estatua del presidente John Kennedy del hall de entrada, poniendo una suya en cambio. También se rumorea que tiene intenciones de quitarle al Centro su nombre actual y ponerle el suyo y a la Opera House el de su mujer Melania. Es decir que Donald Trump no entiende de arte, pero intuye que la posesión del arte le da prestigio y tiene la cara dura suficiente como para hacer que se note. Y, cuando el arte se niega a ser su cómplice, se venga.
Y no le falta razón, porque una garantía fundamental para la creación artística, una garantía para la creación del arte moderno de todas maneras, es el principio ilustrado que consagra la libertad de los humanos para imaginar y pensar, y por eso mismo también para discrepar y cambiar. El arte moderno es producción contestataria esencialmente. Siempre lo fue, lo mismo en un Miguel de Cervantes, quien se ríe en el Quijote de los restos de medievalismo que subsisten a su alrededor y anuncia el advenimiento de la modernidad, que en un Pablo Picasso, quien con el cubismo desarticula una perspectiva visual en vigor en Occidente desde el Renacimiento. Las obras de arte que esos dos y de otros que son como ellos, intentan abrir camino a lo nuevo. El combustible que las energiza es la búsqueda de lo que aún no se ha dicho ni hecho. No es de su incumbencia la reiteración de lo que existe, menos aún volver atrás, sino la crítica de lo que existe y teniendo siempre presente la expectativa de un cambio. El mal gusto por la estética neoclásica de Hitler y de Trump es el gran contraejemplo. El lema de MAGA, que les promete a los estadounidenses echar marcha atrás, ser grandes como lo fueron antaño, es un contrasentido también en el campo del arte.
Manifestación antifascista en 1930 con una pancarta que dice: "La victoria nazi llevará a Alemania a la guerra civil".
Todo lo anterior lo he escrito porque en este país, en Chile, estamos a punto de elegir presidente a un señor que no es un “iliberal”, como dicen algunos, sino un neofascista con credenciales sólidas, y a mí esa expectativa me horroriza. Estoy hablando de: (1) un señor que es hijo de un militar del ejército nazi y miembro del partido, del NSDAP, desde los 18 años, que llegó a Chile en 1950 y dejó una nutrida descendencia, previsiblemente de derecha y algunos de los cuales colaboraron con la DINA en la persecución de campesinos allendistas en Paine después del golpe de Estado del 73; (2) un señor que fue un partidario fervoroso de Pinochet, y tanto, que hasta hizo propaganda por el “Sí” en el plebiscito que el tirano perdió en el 88 (existen los registros visuales respectivos. También ha dicho que, si el dictador estuviera vivo, votaría por él); (3) un señor que ha visitado varias veces Punta Peuco y les ha dicho a los reos que ahí están recluidos por sus violaciones a los derechos humanos que reconsiderará sus condenas caso a caso; (4) un señor cuyo desprecio por el Estado de derecho queda de manifiesto en el aprecio que desembozadamente manifiesta por las políticas del carcelero y dictador salvadoreño Nayib Bukele (“menos Boric y más Bukele”, es su frase al respecto); (5) un señor que apoya la tenencia personal de armas de fuego, la que acarrea por cierto una proliferación de las mismas, además del absurdo de promover la violencia personal para que así nos “defendamos” de la violencia de los delincuentes; (6) un señor que es miembro de la internacional neofascista, donde se codea con gente como Javier Milei, Jair Bolsonaro, Viktor Orbán y varios más de la misma ralea, asistiendo a los espectáculos que ellos montan y en algunos de los cuales es el expositor principal. También es el presidente en ejercicio de una las seccionales más conspicuas de esa internacional, la Political Network for Values (PNfV), con sede en Washington, de inspiración religiosa y cuya especialidad es la lucha contra la “ideología de género; y (7) un señor que confiesa en su Programa ser antifeminista (promete terminar con el Ministerio de la Mujer y “Derogaremos la ley que posibilita el aborto, dictada durante el gobierno de la presidenta Bachelet”. Programa, pp. 170 y 171), antiindígenista (promete “modificar y perfeccionar la actual Ley Indígena, especialmente en lo que se refiere a la libertad de elección sobre la propiedad individual o colectiva” [¿le molesta a este señor la posibilidad de la propiedad colectiva? No me queda claro, GR], “paralizar la compra de tierras” y “denunciar el convenio 169 de la OIT, el que demanda respeto por las posesiones, cultura y derechos de los pueblos originarios, por “incompetente” y por “ideológico”. Programa, pp. 62 y 63) y antiinmigrante (según leo, quienes apoyan a los migrantes lo hacen porque tienen una “visión parcial y a veces equivocada, que desconoce por completo la realidad de quienes son impactados directamente por la llegada de migrantes a sus territorios; del impacto que tiene el uso de servicios básicos proveídos por el Estado; de los aumentos de precios de los salarios y disponibilidad de empleos”. Programa, 202).
La anterior es una lista de información comprobable, que no parafrasea, que no tergiversa, que no miente, que por ejemplo no acusa al candidato de padecer Alzheimer ni nada parecido. Pero es una lista incompleta y, si usted desea informarse mejor, yo le recomiendo que le eche una mirada a la totalidad del programa, que está disponible en internet.