El aparato de los sueños en el Tercer Reich
Imagen: "GLOBALICA" por Wolfgang Wildner licenciada bajo CC BY-ND 2.0
Sueños, imágenes que aparecen en nuestra mente mientras dormimos y que pueden construir un universo. Todos hemos tenido impresiones de esa realidad. A veces se muestra difusa, inconexa, desperdigada; otras, tan nítida que llega incluso a confundirse con la realidad que habitamos durante la vigilia. Despertar no es siempre una prueba de que estemos verdaderamente despiertos.
El sueño es un acontecimiento íntimo, no cabe duda, sobre todo si atendemos a que se manifiesta en una dimensión muy interior de nosotros y sin testigos. Pero se trata de un acontecimiento mundialmente íntimo. En todos los lugares, en todas las épocas, la humanidad ha soñado. Tal masividad justifica la pregunta por la existencia de un sueño colectivo, y dicha pregunta se vuelve aún más relevante en épocas de crisis. ¿Qué pueden decir los sueños de un grupo de personas que vive transformaciones sociales tan profundas como insospechadas?
Durante los años 1933 y 1939, mientras el nacional socialismo se consolidaba en Alemania, la periodista Charlotte Beradt se dedicó a recolectar sueños de gente dispar. Impresionada por las coincidencias que encontraba (llegó a reunir más de trescientos relatos), Beradt comprendió que esos sueños parecían “registrar minuciosamente el impacto de los acontecimientos políticos externos en el interior de las personas a la manera de un sismógrafo, no obstante provenir de una actividad psíquica involuntaria”.
Los sueños captaban la inminente transformación social que acontecería con el ascenso del nazismo: las humillaciones públicas, la escalada de prohibiciones, la vigilancia, la sospecha permanente, el absurdo, la uniformización de la vida, el miedo ante la soledad y la delación, la inexpresividad en los rostros de quienes compartían el escenario cotidiano de la violencia.
“Lo primero que penetra en los sueños de los subordinados de un régimen totalitario”, escribe Charlotte Beradt, “son los reglamentos, las normativas y las leyes, es decir, sus realidades prescriptas y premeditadas más evidentes. El aparato burocrático y sus funcionarios se instituyen por excelencia como protagonistas macabros y grotescos de estos sueños”.
Un hombre tiene una conversación telefónica con su hermano y le dice “ya nada me da alegría”. Luego, en un sueño, recibe una llamada en medio de la noche; una voz inexpresiva habla: “Aquí el servicio de vigilancia de conversaciones telefónicas”, y nada más, le cortan, lo dejan con una “incertidumbre torturante”. Este mismo hombre sueña con distintas “oficinas burocráticas de horror”, como la “Oficina de formación para la instalación de dispositivos de escucha en los muros”, también sueña con disposiciones y reglamentos que olvida al despertar, excepto sus nombres, como la “Disposición en contra del trato con extranjeros”.
Cada tarde, una mujer y su familia se reúnen junto a una estufa de azulejos a conversar sobre los acontecimientos del día. Una noche, la mujer sueña con que un integrante de la SA (camisas pardas) entra a su casa, se detiene frente a la estufa y abre la puerta del fuego. Inmediatamente el artefacto repite con voz ronca cada una de las frases y chistes que la familia ha pronunciado en contra de Hitler y su gobierno. Del mismo modo, otros sueños están habitados por objetos que vigilan y delatan: una figura con dos angelitos observa de forma tan penetrante a una muchacha que la obliga a esconderse debajo de la cama; una lámpara de noche con voz de oficial furioso saca a la luz las conversaciones privadas de otra mujer; un verdulero sueña con un “inocente” almohadón bordado en punto cruz que testifica en su contra (en el mundo de los despiertos, el verdulero usaba el almohadón para tapar el teléfono de su casa, por miedo a que alguien escuchara lo que conversaban en la habitación).
Tal como sugiere Charlotte Beradt, estos sueños bien podrían haber sido “dictados por la dictadura”, montados y fabricados en los talleres del régimen con el propósito de infiltrar las conciencias, insegurizar las conversaciones, volverlas peligrosas y, en consecuencia, dificultar la posibilidad del diálogo abierto y del apoyo mutuo. El totalitarismo los quería atemorizados.
El libro El Tercer Reich de los sueños, reúne la investigación realizada por Charlotte Beradt y fue publicado por primera vez en 1966. LOM ediciones se alegra de presentar la primera traducción al español, realizada por los profesores e investigadores argentinos Soledad Nívoli y Leandro Levi, junto con un grupo de colaboradores. Los invitamos a todos a conocer este valioso testimonio y, sobre todo, los invitamos a registrar y compartir lo que ustedes han soñado. Pasamos buena parte de nuestra existencia durmiendo, de cara al sueño; tenemos Historias enteras por contar.
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Imagen de Charlotte Beradt tomada de la edición de 1968 de El Tercer Reich de los sueños.