¿De qué nos sirve conversar sobre un proceso que no llegó a su destino?

Por Santiago Biskupovic, Secretario de Extensión del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile. Palabras de presentación del libro "Para reanudar los debates constituyentes. Un manual de formación ciudadana".


Antes de comenzar, quisiera agradecer la invitación, esta oportunidad de estar aquí y conversar con los y las invitadas aquí presentes. Esta es la primera vez que hago un comentario de un libro, quiero decir que es una actividad bien enriquecedora, pero también no puedo dejar de relevar la importancia de que, como comunidad universitaria, hagamos que estos espacios de encuentro sean amplios y se tomen en cuenta todas las voces en la Facultad, por lo que agradezco al Centro de Derechos Humanos por la invitación y la posibilidad de que les estudiantes tengan algo que decir el día de hoy.
 
Este libro, de por sí, resulta una excelente guía para comprender a cabalidad y de manera bien objetiva distintos puntos contenidos en la Propuesta de Nueva Constitución de la Convención Constitucional. Sin embargo, no se queda ahí. Un ejercicio que nos rehúye, que, en algunos casos, no se realiza en la enseñanza del Derecho, o en muchas otras áreas, es que si bien se trata de transmitir de buena manera un conocimiento, no se profundiza en este desde una vereda crítica, de dialogar con esa información que se nos entrega y llegar a conclusiones. Más complejo aún es realizar esto de forma colectiva. A esto nos invita este libro en sus “Para conversar” al final de cada capítulo o punto relevante. Pero, uno se podría preguntar legítimamente, ¿de qué nos sirve conversar sobre un proceso que no llegó a su destino? Al final y al cabo, estamos discutiendo sobre un proyecto que recibió el Rechazo de 7 millones 8 cientos mil votos, casi 9 cientos mil. Que, de por sí, tanto el texto como el mismo mecanismo de un órgano 100% electo de forma democrática con 155 personas, con paridad, escaños reservados y asegurados para PP.OO, posibilidad de listas independientes, etc., elementos que responden al contexto político y social de un país que hoy nos parece muy lejano.
 
Esta es la pregunta que trataré de abordar hoy, y se dio la fortuna que, mientras leía en profundidad este texto durante la semana pasada y anterior, desde el Centro de Estudiantes llevamos a cabo una semana constituyente, con foros y actividades de discusión y deliberación que verdaderamente me ayudaron a dar con algunas respuestas, por lo que también agradezco profundamente a quienes participaron en esas instancias.
 
En primer lugar, de lo que más me llamó la atención fue, inicialmente, la presentación hecha por el Decano Pablo Ruiz-Tagle, que incluso motivó una de las preguntas que realizamos en una de las actividades de la semana que ya mencioné, que dice relación con los inicios u orígenes del Proceso Constitucional en el que estamos embarcados. Si bien no hay duda alguna que el momento de inflexión, no el momento donde se posibilitó, ya que creo que en los últimos 30 años hubo varios momentos en donde fue posible cambiar la Constitución del 80, el momento donde se le dobló la mano a quienes tenían el poder de reformar la Constitución para realizar el plebiscito en 2020 y lo que vino después, fue en 2019. Se mencionan hitos como la reforma del año 2005, las campañas presidenciales del 2009, los ELAs, etc. Sin embargo, hubieron invitadas en nuestra semana que nos indicaron que, de hecho, se quería cambiar la constitución desde que tenían uso de razón. Otro invitado nos señalaba que llevaba 40 años luchando por una Constitución hecha en democracia.


 
Por otro lado, independiente del resultado, es innegable también que en esa Propuesta de Nueva Constitución se trataron de verter los sueños de muchos grupos que habían sido históricamente excluidos, o por lo menos trataron de dar respuesta a sus demandas. Para les estudiantes, por ejemplo, no hay Octubre de 2019, no hay plebiscito en 2020, sin las movilizaciones estudiantiles de los 2000, del 2011, no se da esta apertura sin las movilizaciones feministas del 2018, no estaríamos hablando aún de paridad sin el desarrollo del movimiento feminista de años, que tiene uno de sus puntos altos en un proceso que nacería de esta facultad hace 5 años. Tampoco sin el desarrollo de años del movimiento disidente o de las diversidades sexo-genéricas que hace rato vienen dando pasos agigantados por sus demandas, como el reconocimiento de su identidad, por el acceso al mundo laboral y la no discriminación, que no son leseras, sino que son Derechos Humanos.
 
No habría una Convención Constitucional sin la lucha por la Verdad, Justicia y Reparación que, a 50 años del Golpe de Estado Cívico-Militar, sigue vigente, no habría sin la movilización de las y los trabajadores año tras año por el trabajo digno, por el fin al subcontrato, no habría sin los pensionados y No + AFP. Sin tampoco el proceso de redemocratización de las Universidades en los años 90.
 
Sabemos que nada de lo que pasó hasta el año 2022 sería posible sin los años de aprendizaje en resistencia a la Dictadura y todo lo que sucede luego en democracia, ya que todo trató de desembocar en este texto que fue rechazado el 4 de Septiembre. Y es eso lo valioso de dicho texto, que fue un aprendizaje. Es bien contradictorio que un proceso que trató de ser lo más democrático posible, que logró medir la capacidad de los grupos organizados de la sociedad civil de hacer eso mismo, organizarse, articularse, lograr mover a sus afiliados y afiliadas y/o a sus simpatizantes para patrocinar iniciativas, el hecho de colmar las audiencias públicas, y que aun así no logró ser un texto de mayorías.
 
Los motivos de esto se pueden analizar en otra oportunidad, pero deja la reflexión de que ese proceso no fue por nada, y que siempre será un paso en el camino por un Chile más justo, democrático e igualitario, y que se aprendió. Y no se aprende siempre en la victoria, sino que, para quienes nos empezamos a organizar hace pocos años atrás, por el hecho de ser jóvenes nada más, que por un tiempo nos acostumbramos a ganar, tomamos el peso de analizar las cosas con frialdad, que también se puede perder.
 
De ahí viene la importancia de reanudar el debate constitucional, como orienta el libro, con un manual para aquello, volviendo a la relevancia de un libro así. Estamos en medio de un Proceso que, insisto, es debatible si es uno nuevo o una continuación del anterior, pero en el que pareciera que partimos de 0, pero no es así. Sí, hay que retroceder, volver sobre nuestros pasos en muchos aspectos, por ejemplo, en reavivar esa esperanza, ese espíritu constituyente que era característico de la Convención Constitucional. Eso ahora no está, de un proceso que buscó ser lo más participativo posible, tenemos uno con tiempos acotados de discusión y con una Comisión de Expertos. No quiero desmerecer por ningún motivo la tremenda labor de la Secretaría de Participación Ciudadana, que de hecho hemos tenido la fortuna de ver un tanto de cerca, pero, como dice el mismo libro, de nuevo, los modelos de cada país deben ser considerados desde sus propios contextos políticos y sociales. Esto, que está luego del prólogo del Decano, es la única frase que destaqué en mi lectura, dado que lo consideré central para la pregunta que planteé desde un inicio, ya que estamos en otro contexto, pero no por eso estamos de 0, y la forma de recuperar el ánimo constituyente, es con discusión, con el debate colectivo, y ahí está la gran clave de este libro. Es sumamente valorable que se presente una guía que ayude, en base a experiencias anteriores, ya no solamente porque habla de un proceso pasado, sino que independiente de aquel, que ayude a reunirnos a hablar de forma coloquial, y cotidiana, que fue lo que impulsó con fuerza el “proceso anterior”, y aquí no hablo de repetir fórmulas. No hablo de que necesitamos “generar un estallido 2.0”, ni creo que dependa de mí tampoco eso, sino que hablo de volver a reconstruir lo que habíamos empezado a reconstruir, que es el ejercicio democrático del día a día, de recuperar la plaza, de recuperar el espacio público, y hablar entre vecinos y vecinas de lo que pasa en Chile, de lo que opinamos al respecto, y de lo que opinan los demás, solo que ahora tratando de llegar más allá de esas personas que si van, yendo a buscar a los que no.

Quiero entonces terminar con esto. Para volver a reencantar a la gente, es necesario poder hablarles, y hacer que hablen entre ellos. Sabemos que los cambios no son cambios a menos que vengan del pueblo en su conjunto, y este libro nos da herramientas para conversar, y de esta manera y sólo con eso, para seguir avanzando a un país más justo, democrático e igualitario, entre todos, todas y todes.