Contra el desarrollo personal
¿Por qué no logras tus objetivos si estás en un mundo lleno de posibilidades?
¿Por qué eres infeliz si todo está en tí? “Si tú quieres, puedes”.
¿Por qué no emprendes si puedes prepararte con coaching desde la comodidad de tu hogar?
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Introducción de Contra el desarrollo personal.
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El desarrollo personal es probablemente uno de los inventos más hermosos de nuestro tiempo. Sería injusto no reconocer los beneficios que procura y no darle la atención que se merece. Ese es precisamente el objeto de esta obra: tomar
el desarrollo personal en serio.
Sin duda, el signo más aparente de su éxito es el lugar que ahora ocupa en las estanterías de las librerías, por ejemplo, reduciendo el del psicoanálisis a su mínima expresión.
La proliferación de nuevas micro modas, de tendencias y de porfías, tiene que ver con un movimiento perpetuo: principalmente, el de nunca dejar de alimentar al mercado.
Psicología positiva, espiritualidad New Age, PNL, análisis transaccional, meditación, hygge, ikigai, ho’oponopono, hipnosis y autohipnosis, eneagrama o silvoterapia, sin olvidar la pintura. Las prácticas abundan. Basta con que un editor se involucre para que todos los demás le sigan el paso. Produciendo una vorágine de papel, invasiva y nefasta para las espaldas de los libreros. Aunque al menos sus fines de mes son más prósperos. Ahora intentan llegar hasta los niños proponiéndoles un «sé tú mismo», el «be yourself challenge»: «el programa para liberarte y realizarte»1.
el desarrollo personal en serio.
Sin duda, el signo más aparente de su éxito es el lugar que ahora ocupa en las estanterías de las librerías, por ejemplo, reduciendo el del psicoanálisis a su mínima expresión.
La proliferación de nuevas micro modas, de tendencias y de porfías, tiene que ver con un movimiento perpetuo: principalmente, el de nunca dejar de alimentar al mercado.
Psicología positiva, espiritualidad New Age, PNL, análisis transaccional, meditación, hygge, ikigai, ho’oponopono, hipnosis y autohipnosis, eneagrama o silvoterapia, sin olvidar la pintura. Las prácticas abundan. Basta con que un editor se involucre para que todos los demás le sigan el paso. Produciendo una vorágine de papel, invasiva y nefasta para las espaldas de los libreros. Aunque al menos sus fines de mes son más prósperos. Ahora intentan llegar hasta los niños proponiéndoles un «sé tú mismo», el «be yourself challenge»: «el programa para liberarte y realizarte»1.
Efectivamente, es un hermoso proyecto. También están las revistas dedicadas al tema, con títulos y portadas sutilmente evocadoras. Esos colores, esas sonrisas,
esas buenas pintas y esos dossiers de fondo: «Escuchar su sentir», «Vivir según su corazón», «Cómo cultivar lazos verdaderos», «Creer en uno mismo». Hay que preguntarse cómo se hacía antes. Pero, tranquilos, buena gente, ahora
nos preocuparemos de ustedes.
Siempre nos preocuparemos de ustedes, incluso en su mundo profesional, donde el modelo neoliberal se impone cada vez más. El management constituye, junto con el desarrollo personal, el otro brazo de la tenaza que encierra a las subjetividades. Ambos avanzan ordenadamente en la ruta de la uniformización de la gestión.
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Añadamos a esto la lucrativa actividad del coaching en las empresas (cuyo objetivo, según la APEC, es «permitir a las personas tener más éxito y realizarse más en su trabajo») y esa sutileza que organiza el «saber ser». Ahora hay coaches para cualquiera, desde los niños hasta los abuelos, de la
mañana a la noche, para toda actividad humana. ¿Sabías que el término coaching viene del francés cocher2? Habría que saber quién conduce y quién lleva el látigo.
Añadamos a esto la lucrativa actividad del coaching en las empresas (cuyo objetivo, según la APEC, es «permitir a las personas tener más éxito y realizarse más en su trabajo») y esa sutileza que organiza el «saber ser». Ahora hay coaches para cualquiera, desde los niños hasta los abuelos, de la
mañana a la noche, para toda actividad humana. ¿Sabías que el término coaching viene del francés cocher2? Habría que saber quién conduce y quién lleva el látigo.
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Sin embargo, la corriente, la marea del desarrollo personal tiene una extensión mucho más grande. Puede que ni siquiera sospechemos lo que abarca. Efectivamente, si podemos datar la aparición de una determinada corriente de pensamiento (la psicología humanista en los años 1960, la psicología positiva en los años 1990, reconocidas como ramas maestras del desarrollo personal), ¿qué decir de la de Émile Coué y su método que data de inicios del siglo XX?
La conclusión del Método Coué (inicialmente titulado La Maîtrise de soi-même par l’autosuggestion consciente3), una de las más breves en la historia del libro, vale la pena citarla: «Llevamos dentro una fuerza de potencia incalculable
que, cuando la manejamos de manera inconsciente, generalmente nos perjudica. Si, por el contrario, la dirigimos de manera consciente y sabia, nos da autocontrol y nos permite no solamente ayudar a sustraernos y a sustraer a los demás de la enfermedad física y la enfermedad moral, sino también vivir relativamente felices, cualesquiera sean las condiciones en que nos podamos encontrar»4. Todo está
dicho. Desde hace un siglo, se han escrito miles de páginas para retomar, desarrollar, glosar las palabras de Émile. Por cierto, con muchas circunlocuciones, amaneramientos y argucias del marketing. ¿Realmente está todo dicho? Para nada. La última frase del libro es un poema: «En realidad y sobre todo, [la fuerza interior] puede, y debe ser aplicada a la regeneración moral de quienes se han salido del camino del bien».
La conclusión del Método Coué (inicialmente titulado La Maîtrise de soi-même par l’autosuggestion consciente3), una de las más breves en la historia del libro, vale la pena citarla: «Llevamos dentro una fuerza de potencia incalculable
que, cuando la manejamos de manera inconsciente, generalmente nos perjudica. Si, por el contrario, la dirigimos de manera consciente y sabia, nos da autocontrol y nos permite no solamente ayudar a sustraernos y a sustraer a los demás de la enfermedad física y la enfermedad moral, sino también vivir relativamente felices, cualesquiera sean las condiciones en que nos podamos encontrar»4. Todo está
dicho. Desde hace un siglo, se han escrito miles de páginas para retomar, desarrollar, glosar las palabras de Émile. Por cierto, con muchas circunlocuciones, amaneramientos y argucias del marketing. ¿Realmente está todo dicho? Para nada. La última frase del libro es un poema: «En realidad y sobre todo, [la fuerza interior] puede, y debe ser aplicada a la regeneración moral de quienes se han salido del camino del bien».
¿Hay que ver en la búsqueda del bienestar la expresión de un rasgo humano fundamental, que se expresa de distinta manera en cada época? Después de todo, el deseo de ser feliz no es una idea tan nueva en Europa o en otra parte.
Platón, el padre de la filosofía, consagra su Banquete a esta cuestión en el siglo IV antes de nuestra era. Y es toda una tradición la que circula a través de los siglos para definir al Bien Soberano y a los medios para acceder a él. Dos mil
años más tarde, Pascal escribía: «Todos los hombres buscan ser felices […] hasta que se ahorcan». Podríamos ver en el auge del desarrollo personal –que abreviaremos aquí como «DP», y «DPistas» para designar a sus adeptos– la búsqueda de la felicidad por otros medios que aquellos que les fueron
clásicamente destinados. Son numerosos los académicos que, aburridos de enseñar historia de las religiones o la lógica formal, poco a poco se alejan de esas áridas orillas para llegar a los floridos archipiélagos que producen más de 10.000 ejemplares y ventas posteriores. ¿Podríamos culparlos? ¡Si solo tenemos una vida! Es la ventaja de una buena formación intelectual: se puede hablar de manera brillante de cualquier cosa usando clichés.
Convertido en lector de libros de DP, muy a mi pesar, no he llevado el vicio más allá de lo necesario o hubiese enfermado. Además de visionar conferencias y de leer diversos artículos, seleccioné las obras que me parecían más representativas. El número de ejemplares vendidos, a veces desde hace varias décadas, de esos textos norteamericanos o franceses, y por lo tanto de la audiencia alcanzada, nos llama la atención. Generalmente todos obedecen a los siguientes criterios formales: un tono de confidencia frente al lector, al que se dirigen directamente tuteándolo; recurrir a la experiencia personal del autor o
de la autora y a ejemplos que son solo parábolas o lecciones de moral; la repetición y la insistencia del mensaje a conseguir (sobre todo la fuerza de voluntad personal y su capacidad para modificar la situación); la prescripción de
engaños y recetas que resolverán las dificultades según el modelo de problema-solución. Por supuesto, cuando hay casos particulares citados o expuestos, todo el interés consiste en plantearlos como ejemplares y, por lo tanto, generalizables para todos. Esta es solo una de las tantas interrogantes que produce el DP.
Los libros franceses de DP usan menos el tuteo, son menos demostrativos y generalmente se aprovechan de alguna especialidad inicial del autor: psicología, psiquiatría, filosofía. A medida que el mercado se desarrolla, asistimos a una diferenciación entre grandes autores que marcan tendencias y una seguidilla de pequeños marqueses y marquesas que retoman, adaptan y desarrollan de forma más simple ese primer contenido.
Inevitablemente se plantea la pregunta: ¿por qué diablos el DP ha tenido tanto éxito? Y verlo solo como una moda inocente y amable («¡Eso no le hace daño a nadie!») es algo limitado. Sospechar de maquinaciones tampoco sirve de mucho. Pero si huele a broma, inevitablemente estamos obligados a observar mejor.
Es necesario que el DP tenga un efecto, si no, lo abandonaríamos. Pero si produce efectos, es porque existe una necesidad. En otras palabras, que una parte de la población sienta la necesidad de sentirse mejor. ¿Es una necesidad real o ficticia? ¿Se trata de un verdadero malestar o de una ilusión?
En un caso como en otro, no hay de qué enorgullecerse. Entonces hay que ir a mirar más de cerca, detenerse alrededor de esos venerables tótems que son el deseo, el poder y la fe. Porque en definitiva de eso se trata, más allá de todos los buenos sentimientos que surjan. A lo mejor incluso sin saberlo. Puede ser. El mundo antiguo puede desaparecer, pero no el deseo de creer y de soñar de los seres humanos. Ni tampoco el deseo de dominarlos.
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Thierry Jobard, nació en Francia en 1973. Es autor de los libros: Je crois donc je suis y Contre le développement personnel. Dirige el departamento de Ciencias Humanas de la librería Kléber de Estrasburgo, lo que lo sitúa en una posición privilegiada para observar el gran crecimiento de los libros dedicados al desarrollo personal, y analizar sus características y efectos.