Chiloé: un archipiélago de memoria y resistencia

Por Pablo Fábregas Zelada
Profesor de Historia e Historiador Regional

Chiloé es la isla más grande de Chile dejando fuera a Tierra del Fuego, que es compartida con Argentina. Sin embargo, el territorio chilote o ‘chiloense’ (ya que el primero tenía una connotación despectiva), es muchísimo más grande, como su cultura: la gobernación de Chiloé entre 1567 (cuando conquistaron los españoles), y 1793 (cuando pasó a depender administrativamente de Lima), abarcaba uno de los más vastos territorios de la corona española, desde el Río Bueno hasta el Cabo de Hornos, y desde el Océano Pacífico hasta el Atlántico, es decir, la actual Patagonia Chileno-Argentina.

Este nuevo libro del profesor de Historia e historiador chiloense Dante Montiel Vera, corresponde a esa etapa de la vida a la que llegan las personas después de haber vivido su infancia, juventud y etapa de adultez, y cuando los pasos se acercan a la jubilación. Son libros que se sustentan en la libertad y valentía que dan los años y los numerosos títulos publicados, así como las importantes funciones públicas que él ha desempeñado.

Como lo indica el autor, Crónicas históricas y contemporáneas de Chiloé es un libro político y los sectores conservadores han hecho siempre campaña para desprestigiar la participación en política; no obstante, la palabra es un derivado del adjetivo griego polis, que significa todo lo que tiene que ver con la ciudad (Norberto Bobbio, 2015), por lo que Dante Montiel comparte su visión de la sociedad chiloense actual, no sólo en los temas clásicos del complejo pasado reciente de Chiloé, sino que entrega una visión sobre los desafíos que enfrenta la cultura chilota ante la globalización, a la luz del puente sobre el canal de Chacao, el sello SIPAM y la agricultura tradicional, la enseñanza de la historia local, la modificación curricular imprescindible y la figura del huaso como un ‘falso histórico’ para el sur de Chile.

La corriente de la Microhistoria fue iniciada por Carlo Ginzburg en 1976 con la publicación de su libro El queso y los gusanos, el cosmos de un molinero del siglo XVI. Gracias a esta obra su autor, que sigue vivo a sus 86 años en Italia, reduce la escala de observación a un nivel ‘microscópico’, para tratar de comprender la subjetividad del sujeto histórico, describiendo estructuras sociales y culturas populares que normalmente escapan al análisis general y estadístico y que se encuentran más visibles en lo ‘local’, y en donde la técnica de la Historia Oral y de los ‘conversatorios’ tiene un rol clave junto con el análisis documental clásico.

Justamente esa es la perspectiva historiográfica que ha trabajado el historiador Dante Montiel a través de toda su extensa obra. En los capítulos de este libro, reivindica con fuerza la necesidad no sólo de abordar la historia local y regional, sino que, como buen profesor, sabe que la única forma de lograrlo es a través de una modificación curricular que establezca horas específicas para estos contenidos y metodologías que permitan que los estudiantes mismos investiguen y valoren su historia familiar, de barrio, de comuna y de región.

Un elemento común a todos los capítulos honestos y contundentes que el autor desarrolla, es la condición de aislamiento histórico y geográfico de la cultura chilota. Es esa condición la que ha permitido que se desarrollen características únicas a nivel no sólo nacional, sino que global, lo que ha sido reconocido en parte, a través de la declaración como Patrimonio de la Humanidad de las iglesias de Chiloé, el sello SIPAM y tantos otros elementos.

A solo unos pocos meses de la conmemoración de los 200 años de la incorporación forzosa de Chiloé a Chile, un 19 de enero de 1826, luego de la proeza de los batallones chilotes que derrotaron a las tropas patriotas de la elite de Santiago y que iniciaron la reconquista (1814-1817), y que en dos oportunidades impidieron la conquista del último bastión español de Sudamérica, y que incluso siguieran combatiendo por el rey y la fe en el Perú y el Alto Perú; aún queda mucho por desentrañar y proyectar para saber el lugar de Chiloé en el futuro, especialmente con el término de la construcción del puente sobre el canal de Chacao que es abordado en uno de los capítulos del libro.

A través de la lectura de Crónicas históricas y contemporáneas de Chiloé, queda de manifiesto el carácter excepcional universal de la cultura chilota en diferentes ámbitos.

Resulta necesario entonces, no sólo elaborar un expediente para declararla como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, sino que, sobre todo, seamos los propios partícipes de la cultura chiloense donde sea que estos se encuentren, quienes impulsemos a través de la educación y la cultura, la necesaria valorización de esta como una base esencial para el desarrollo. Que la globalización y la homogenización centralista no borren lo que nuestros antepasados sintieron, pensaron e hicieron para que estas particularidades, no sólo sean ‘anécdotas’, sino que símbolos profundos de una historia que es completamente distinta a la eurocéntrica de Santiago y del mundo.