APRUEBO porque el neoliberalismo me parece enemigo de la decencia nacional
Por Jorge Guzmán
Mis nociones del derecho constitucional son lo muy poco que recuerdo de las clases de don Gabriel Amunátegui en 1950, es decir, poquísimas. Sin embargo, quiero hacer pública mi decisión de votar apruebo en el plebiscito del 4 de septiembre. Mi razón mayor es que me sentiría realmente desdichado si votara rechazo. Sentiría que al hacerlo estaría afirmando implícitamente la constitución del 80, la de la dictadura parchada en 2005 en el gobierno de Ricardo Lagos. Y eso porque encuentro repulsivo que se establezca en ella el papel subsidiario del Estado, mismo que ocasionó la privatización a precio irrisorio de casi todos los bienes públicos. Además, se abrió el camino para crear instituciones como la AFPs, ruinosas para innumerables trabajadores chilenos y fuente de sus pensiones miserables. O como la educación municipalizada, que convirtió a los colegios en origen de conocimiento para los jóvenes ricos y lugares de deterioro educacional para los de familia modesta, además de transformar la educación en mercancía. Recuerdo con desagrado que oí al decano de una facultad muy importante de la U. de Chile referirse a los estudiantes como “clientes”. También me haría muy desdichado reafirmar con mi abstención la propiedad privada de los cursos naturales de agua. En resumen, APRUEBO porque el neoliberalismo me parece enemigo de la decencia nacional.
Quiero agregar que también me molestaría mucho pertenecer al grupo de los que rechazan. Mi razón es un profundo desafecto ideológico. Estudié gratis en las que me parecían y parecen instituciones de excelencia mundial, el Instituto Nacional y la Universidad de Chile. Pertenezco a ese Chile en que el Presidente Pedro Aguirre Cerda declaró “Gobernar es educar”.
Por todas esas negatividades, me complace aprobar sin restricciones el proyecto de nueva Constitución. Paso a dedicarle un espacio especial a los artículos que considero más importantes: En su CAPÍTULO 1, Artículo 1, se establece que la soberanía nacional radica en el pueblo chileno. En el A. 16 deja establecido que se funda en la supremacía constitucional, es decir, que no hay ninguna instancia nacional que se pueda exceptuar de su imperio; y declara que su otro fundamento son los derechos humanos.
Casi cada artículo de esta nueva Constitución habla del Estado y sus facultades y deberes. Con esto termina el papel “subsidiario” suyo, que a mi entender es la mayor desgracia que sufrió el país a partir de 1980. Suprimido ese factor de desdicha, podemos vivir en una república en que estén cuidadas la educación, la salud, la vivienda, las prerrogativas laborales, la información, la seguridad social en todas sus formas, y donde ellas sean derechos universales y no privilegios de clase.
Provengo de una familia pobre. Mi padre fue obrero en la década de los años 30 del siglo XX. Malos tiempos para las familias de obreros. Sin embargo, como dije antes, tuve la mejor educación que podía tenerse en ese momento. Esta es una razón más para aprobar con entusiasmo la nueva Constitución.