Resucitaré en la lucha del pueblo: "Camilo, el cura guerrillero" de Walter J. Broderick

Por Doris Muñoz Vallejos: Teóloga. Integra el Programa de Género y Teología del Centro Ecuménico Diego de Medellín, (CEDM). Es académica adjunta de la Universidad Católica Raúl Silva Henríquez.

Escribo estas reflexiones después de terminar de conocer parte de la vida de este hombre grandioso y la de otros no menos grandes que él. Declaro que me he sentido profundamente tocada por esta historia y agradezco el trabajo del autor, que nos invita a entrar y que –muy luego- nos atrapa en un mundo y un tiempo que, de muchas maneras, permanece vivo. Es imposible conocer su historia sin sentir una profunda tristeza por la pérdida de tantas vidas a lo ancho y a lo largo de toda la América y de que estas pérdidas sigan ocurriendo.

Es inevitable recordar a Víctor Jara y Daniel Viglietti cantando en un grito ¿profético? Y el impacto que estos hechos han tenido en el arte que acompañó el proceso revolucionario en América Latina; que reconoció -tal vez antes que el mundo cristiano- que Camilo estaba vivo, resucitado en la lucha del pueblo, como después anunciara San Romero de América, ‘resucitaré en la lucha del pueblo salvadoreño’ frente a la inminencia de su propia muerte.

Donde cayó Camilo nació una cruz, pero no de madera sino de luz
Lo mataron cuando iba por un fusil, Camilo Torres muere para vivir,
Cuentan que tras las balas se oyó una voz, era Dios que gritaba revolución,
Lo clavaron con balas contra una cruz, lo llamaron bandido como a Jesús…

 
Al mismo tiempo es una historia que habla de vida, por ello también cantamos con Carlos Puebla: Te canto porque estás vivo Camilo, no porque hayas muerto…

Ser revolucionario

Por esas sincronías que nos ocurren, durante la lectura de la historia de Camilo Torres Restrepo, recordé la película de la vida del Che Guevara. Y esta vez me llegan de un modo distinto sus palabras finales frente a los combatientes sobre el ‘ser revolucionario’, como la forma más desarrollada de ser un humano, aquel que da la vida y se entrega por los demás. Volver a su memoria, su encierro, asesinato, la exposición de su cuerpo inerte, como un trofeo de guerra ¿Su final?

Una reflexión sobre la teología de Ignacio Ellacuría, nos recuerda los y las mártires en El Salvador, desde campesinos sencillos y humildes, hasta un monseñor que se convierte a la causa de Jesús y los pobres, después que asesinaran a Rutilio Grande, un sacerdote cercano y querido por él, y todes los que les siguieron. En su totalidad, por las mismas denuncias y luchas que librara antes Camilo Torres Restrepo y que tiene como telón de fondo la escandalosa injusticia estructural del continente y la violencia que esto provoca.

Respecto de las provocaciones del texto

Hasta ahora Camilo Torres era para mí un cura que había optado por la vía armada y que era un símbolo del cristianismo revolucionario. Punto. Por eso, mucha sorpresa me causó que él cayera en su primer combate y queriendo alcanzar el fusil que no tenía. Conmueve la precariedad en que luchaban estos revolucionarios. A través de este relato conocí a un hombre común de la clase acomodada de la tierra colombiana, tan brutalmente injusta y violenta como otras que conocemos.

Disfrutaba compartir con amigos, fiestero, bueno para hacer chistes, beber y conversar hasta el amanecer, ¡debe haber sido muy entretenido compartir con él!

Me recuerda a uno que acusaban de comer con pecadores y otras gentes… Esto nos confirma que ser comprometido y serio no es sinónimo de ser aburrido, ‘latero’ como decimos en Chile. Es notable la presencia de su madre; Isabel Restrepo y su amiga y compañera de luchas, Guitiemi Olivieri, que jugarán en su vida un rol primordial en su formación y compromiso. Estas mujeres lo acompañarán incansable y fielmente hasta el fin de sus días y fueron “testigos” clave en la reconstrucción de su memoria. Dan fe de su obra. Me recuerda a otras dos mujeres memorables a pie de La Cruz. Desde una perspectiva feminista, estas relaciones con mujeres son fundamentales, no son casuales ni marginales. No solo son su cable a tierra, sino también son confidentes y las compañeras de lucha que sostienen su causa. El texto, muy bien fundamentado, nos muestra la situación de miseria y violencia creciente en que viven millones de campesinos empobrecidos, asesinados tras innumerables conspiraciones de los grupos que se apoderan de sus tierras y de todo lo que ella produce, quitando y mermando la vida de todas las formas posibles. En muchos pasajes, estas maquinaciones hacen ‘hervir la sangre’ ¿¡Cómo puede ser posible tanta injusticia y horror!?

Es en esta situación, de máximo despojo que surge el compromiso revolucionario de este hombre creyente. Sin duda animado por la revolución cubana, pero Colombia no es Cuba…

Nos da conocer a Camilo como un ser humano en permanente transformación, que por un movimiento personal, íntimo y profundo, logra ir rompiendo los círculos que han condicionado su vida; su familia profundamente anticlerical, sus amistades ‘de clase’, la cultura del seminario junto a todas sus prohibiciones y anatemas y muy especialmente el Peso –con mayúsculas- de la jerarquía eclesial colombiana extremadamente conservadora. Como contrapeso a esto, las experiencias de liberación que compartió con la gente del ‘mundo’; el sufrimiento, el despojo inhumano de la gente sencilla, su clamor por justicia y la incipiente vida religiosa inserta en las barriadas del mundo, calarán hondo en su corazón. Su vida muestra la permanente tensión que se le impone, como cura comprometido con la causa de los pobres, por el dualismo que por los siglos ha dividido al mundo cristiano entre los que es sagrado y lo que es profano, como si los creyentes que le acusaban, no estuvieran también comprometidos con un proyecto político y económico. Lo valioso y esperanzador es que su fuerza espiritual y su testimonio radica en juntar estos dos mundos -aparentemente divididos y en oposición- desde las fuentes de su fe (lectura del evangelio, la oración, la celebración comunitaria, entre otras) y su estudio y trabajo desde las ciencias sociales. Sin embargo, es su comprensión del testimonio radical y definitivo de Jesús de Nazaret, su práctica y espiritualidad profundamente humanizadora y por ello, divinizadora, lo que anima su compromiso hasta la muerte. Es lo que le lleva a desprenderse poco a poco de sus privilegios y hacerse uno con los demás.

Considero necesario resaltar algunos aspectos de su desarrollo humano que se desprenden de la lectura que, creo, le ayudaron a resolver esta tensión y posibilitaron su compromiso radical.

El ejercicio de la libertad de conciencia

El ejercicio de ir haciéndose autónomo para ser él mismo y ser capaz de ‘desobedecer’ el poder heterónomo representado por la autoridad política y religiosa, es un proceso largo y doloroso, de mucha decepción. Es necesario considerar que para el mundo ‘consagrado’ este es uno de los ejercicios más difíciles, especialmente por los ‘votos de obediencia’ a un superior jerárquico, que se muestra como la autoridad que representa la voluntad de Dios, por lo cual escuchar y asumir la autoridad ética y moral de su propia conciencia no es una cuestión menor. La libertad, en último término, requiere creer que Dios habla a través de su conciencia, que en su caso es implacable y, al mismo tiempo, es la voz que le impulsa a un compromiso radical para servir a Dios desde los pobres. Esto le permite dar un salto y romper el estereotipo de obediencia de ser un cura ‘bien portado’, en definitiva, correr el cerco de lo que se puede hacer y al mismo tiempo, asumir las consecuencias de esta elección.

La renuncia a la seducción de los símbolos del poder patriarcal

En el caso del patriarcado religioso, significan todos los poderes de este mundo y el otro; los títulos y grados del saber, los cargos académicos, nombramientos eclesiales que conllevan símbolos religiosos muy ansiados para muchos; CTR no se somete ni es servil a estos poderes.

Hacer una opción, tomar una ubicación, no neutral o explícitamente parcial para vivir una experiencia cristiana consecuente.

Será el territorio campesino, las barriadas urbanas empobrecidas, la montaña entre otros lugares elegidos por este cura para desarrollar su compromiso. Esta ubicación también puede referirse a luchas de grupos, movimiento estudiantil, sindical, etc. Según él, esto es le ayuda a ‘no perderse’. Por ello, en el proceso de radicalización considerará una pérdida de tiempo tanta reunión y burocracia eclesial que demora el proceso si la causa es urgente.

Una lectura en clave creyente

En lenguaje cristiano y en el contexto de la época, él se convierte a la causa de Jesús y se compromete con su seguimiento. De muchos modos esta experiencia hace surgir la pregunta y reflexión teológica/espiritual sobre el aporte del cristianismo liberador en contextos de opresión y exterminio. Se constata a través del relato, la profunda espiritualidad que acompaña su proceso de conversión que se sostiene en una hermenéutica bíblica que pone de relieve la categoría teológica ‘Reino de Dios’, adjetivado.

Es decir se baja el ‘Reino de los cielos’ metafísico, y más allá de la Historia de este mundo radicalmente injusto, para decir que el Reino empieza aquí y comienza haciendo justicia al pobre, al huérfano y a la viuda. Esta verdad profunda que animó a Camilo, se encontrará con las elites de siempre –no es novedad- y también con los muros infranqueables en donde se encierra a Dios y se aprisiona toda novedad. Jerarquías y cultos que desde tiempos inmemoriales, como diría el profeta Amós, rinden honor y un culto que ‘no agrada a Dios’. Tampoco es novedad.

Camilo es un cura que –como monseñor Romero- venía de una formación bastante tradicional y al que -poco a poco- se le cae la venda de los ojos. Pudo ‘ver’ cuando descubrió que la realidad de injusticia y opresión estructural, violencia sistémica y la muerte de su pueblo tenían causas identificables, nombres, responsables. Se pueden distinguir aspectos centrales de la ‘Teología de la Liberación’ en su reflexión, toda vez que reconoce la presencia de Dios en el sufrimiento del pueblo y él, desde su fe, se siente interpelado a dar una respuesta. Se trata entonces, de una respuesta de fe encarnada en los seres humanos que más sufren, lo que necesariamente tendrá implicancias políticas. Se devela claramente la relación entre economía, política y religión, y con ello, la responsabilidad ética y política de las elites religiosas frente a la injusticia estructural provocada por el sistema económico. Por ello la rabia e indignación de sus superiores jerárquicos que, por los siglos de los siglos, se había apoderado de la ‘voluntad de Dios’ para, de algún modo, hacerla calzar con los intereses de algunos pocos.

Detrás de su vida, como un telón de fondo invisible se puede reconocer la práctica de Jesús de Nazaret, su pasión, muerte y resurrección como consecuencia de su compromiso de vida. Como muchos ya sabemos, los profetas no mueren de viejos ni mueren acompañados. Casi como una fatalidad el compromiso total trae consigo muchas pérdidas. Es así como todas las puertas se empiezan a bloquear tras su paso en la medida que se radicaliza el compromiso. Pierde el ‘prestigio social’, los amigos que acompañaban, la familia, la casa, los amores… Se va cerrando el cerco y sólo acompaña la soledad un puñadito pequeño de amistades profundas. En este punto de la vida de Camilo, llama la atención la necesidad de ser un ser humano común y corriente, sin ningún privilegio de clase o de jerarquía religiosa y correr la misma suerte que cualquiera de los campesinos que le rodeaban. Llama la atención en él, hasta su fin, una cierta ingenuidad de lo que significaba librar una guerrilla, que ya se asumía como de largo aliento, sin tener siquiera un fusil…En este sentido,

su lucha y todas las luchas de mártires nos transmiten una profunda soledad y abandono. Sueños y luchas que, finalmente, pareciera que acaban con la imagen de sus cuerpos maltratados, ensangrentados y profundamente frágiles frente al poder que pretende matarlos y borrarlos de la faz de la tierra.

Al mismo tiempo, tienen en común el mantenerse vivos en la memoria y en las luchas de todos los pueblos. Surge de nuevo la contradicción de las vidas que terminan en un ‘fracaso’ y al mismo tiempo se transforman símbolos de esperanza que animan a otros, como es la vida y muerte de CTR.

Importancia de las creencias religiosas para el cambio y la transformación que buscamos

Esta historia nos invita a repensar la cuestión de las creencias religiosas y las espiritualidades. Aparece muy claramente la fuerza transformadora en el caso de CTR y en cientos y miles de creyentes que, a partir de su fe, han hecho un compromiso que les ha transformado la vida para siempre. Sin embargo, en los tiempos que corren escuchamos mucho más de cristianos que, desde una perspectiva fundamentalista, ponen todas sus fuerzas y recursos para frenar estos cambios. De ahí la necesidad de reconocer esta dimensión de la identidad humana presente en América Latina, considerado aún un continente creyente. Nos guste o no, es necesario contar con esta característica para los procesos de transformación que se están jugando también en el espacio simbólico de las creencias. De acuerdo a lo que planteara E. Fromm hace ya décadas, no se ha conocido sociedad en el pasado que no tenga religión y se piensa que tampoco se dará en el futuro. No se sabe, lo cierto es que ahora están pesando estas identidades en el espacio público y político. Conviene preguntarse ¿qué tipo de religión o espiritualidad necesitamos que sea relevante en este tiempo? ¿Una de tendencia opresora o liberadora? Hasta ahora, las que están posicionándose e instalando su poder, son casi todas de cuño patriarcal, que luchan por mantener el status quo y, por ende, más propensas al control, la dominación y la exclusión. Está debilitado el cristianismo que trabaja por la inclusión y el diálogo con los actores sociales que demandan derechos, es sólo un pequeño resto, pero existe y es necesario fortalecerlo.

La vigencia de sus luchas… ¿A qué nos inspira?

Como mujer creyente, recibo esta historia y la reconozco desde mi propia historia, mi ser creyente y mi compromiso social y político. Al mismo tiempo, desde mi ser ecofeminista, consciente de que somos parte de un solo gran sistema interconectado, me pregunto ¿qué mensaje nos trae esta historia a este momento que vivimos como país y como humanidad? ¿Por qué la vida nos trae, de nuevo este ser humano a nuestras vidas? No tengo muchas respuestas, sólo algunas intuiciones:

Como ocurre desde hace décadas, su testimonio reafirma la necesidad de estar vinculados a las luchas sociales de los contextos.

Sin duda un problema grave sigue siendo la tenencia de la tierra y las luchas de los pueblos originarios. En la actualidad, se ha complejizado y agudizado la apropiación de la tierra y los bienes comunes. Como lo plantea el Papa Francisco, es el ‘saqueo de los bienes comunes’ de los países pobres del Sur a manos de los países del Norte y lo que sustenta la riqueza y opulencia en sus países lo que sigue siendo la causa estructural del empobrecimiento de nuestros pueblos.

También podemos reconocer hoy día el compromiso hasta las últimas consecuencias en defensores ecológicos y el creciente aumento de asesinatos de este martirio por la Madre Tierra. Como en las décadas pasadas, los responsables son los grandes grupos económicos y son las mismas causas de la violencia devastadora, sólo que muchísimo más sofisticada, lo que a la larga, aumenta las brechas de desigualdad.

El reconocimiento de otras víctimas… Camilo hablaba de la participación de las mujeres en su sueño revolucionario, sin embargo, ese sueño no tocaba el cristianismo. Aunque me siento profundamente parte de esta corriente cristiana liberadora, al mismo tiempo confieso que muchas personas, principalmente mujeres, nos sentimos muy fuera de las estructuras que nos excluyen y que –como Camilo- aunque con otras armas, intentamos vivir un cristianismo más allá del patriarcado andro y antropocéntrico que quiere encontrar respuestas a los problemas de hoy en diálogo con todas las creencias posibles. Hoy se suman las miles de mujeres víctimas de una violencia sistémica perpetrada por hombres, que es denunciada por las mujeres y, cada vez un número creciente de hombres, frente al silencio de las jerarquías religiosas, como si las vidas de estas víctimas no fueran sagradas. Sin embargo, son los cientos de grupos de mujeres que se levantan en el continente y el mundo para transformar las todas las relaciones.

Lo más urgente del este tiempo, que seguramente estaría en el ojo de un cura comprometido es que la transformación de los contextos hoy se amplían a todos los seres vivientes y al grito de la Tierra.

Hoy, como nunca antes en la historia humana, estamos enfrentados y desafiados a un cambio radical, a una conversión espiritual para que la Madre Tierra y todos los seres vivan antes de que sea demasiado tarde. Este grito debe ser escuchado y debería interpelar nuestras conciencias

A modo de conclusión, la vida de Camilo Torres Restrepo nos inspira y anima a reconocer la voz de las demandas de grupos, territorios y trabajar, como lo ha hecho desde hace décadas el mundo cristiano y ecuménico que logra traspasar su creencia para poner atención en las necesidades comunes, especialmente en los DDHH. Un buen ejemplo de esto son las pequeñas comunidades de base que han trabajado durante la pandemia, las organizaciones que siguen acompañando las causas por la vida en este contexto de crisis múltiple (Amerindia, Coalición ecuménica por el cuidado de la creación CECC, Alianza interreligiosa y espiritual por el clima AIEC entre otras) y nos muestra la relevancia de la creencias o espiritualidades como parte de la identidad humana, dinámica y en contexto.

Para terminar, podemos reconocer en CTR su pasión por hacer de este mundo un lugar en donde todes puedan vivir con dignidad. El fuego ardiendo en su espíritu debiera avivar nuestros fueguitos para encender una hoguera que nos abrigue, ilumine y congregue en medio de una fatal fragmentación. Volver a escucharnos, organizarnos como comunidades de gentes que tejen esperanzas, se sostienen y acompañan en un proceso liberador, que ya se está dando, pero que aún tiene mucho por hacer.