Palestina imaginada

Por Andrea Giadach. Dramaturga y directora escénica

Este texto fue escrito para el encuentro “A 50 años del golpe civil-militar en Chile. La memoria y las luchas por el nunca más: Reflexiones a la luz de procesos post dictaduras y post genocidios”, realizado en el mes de agosto por la Agrupación judía Diana Aron

Quiero, en primer lugar, manifestar que me siento honrada por esta invitación, y quiero dar las gracias por confiar en mis palabras que son sobre todo las de una creadora escénica. Gracias a este grupo de judíos y judías arrojados y arrojadas que conforman esta agrupación con nombre de Diana, y que sin saber qué puede decir esta mujer que abraza la causa palestina, me invitan a exponer en esta tan necesaria conmemoración de los 50 años que enmarca un período de horror, donde existe, sin duda, más de una relación de prácticas de borradura que podemos relacionar con lo que sigue experimentando hace 75 el pueblo palestino.

Escribo como artista chilena, palestina, cuyo cuerpo, al igual que ustedes, está cruzado por relatos y herencias. Y no puedo negar que escribo con una mirada sesgada por mi biografía y los relatos de mi tribu, sesgada por lo que imagino de Palestina. Pero escribo también desde el derecho a ver y a opinar sin haber vivido en esa tierra, escribo con el derecho a discernir desde lo que otras biografías relatan, desde hechos que cruzan el mar en fibra óptica, también desde el observar la derechización de buena parte de nuestro sistema mundo.

Me siento agradecida de mi mestizaje, por ser nieta de un palestino, pero más aún por mis elecciones identitarias que han mutado, estando siempre ahí ese ir y venir de identidad palestina, hasta decidir consignar mi palestinidad, porque sé que al autoproclamarme como palestina hago un acto de defensa contra, de nuevo, la borradura que establecen algunos colonizadores de la realidad, esta vez de la palabra Palestina, del ser palestina. Y elijo también Palestina porque desde pequeña me ha puesto unos lentes enfocados en ese territorio y su colonización. Enfoque que se ha abierto a una atención mayor para ver las colonizaciones que seguimos experimentando acá, y en tantos otros espacios. Enfoque que ha tomado el nombre de las palestinas del mundo. Porque veo ese territorio como un paradigma, donde el genocidio cultural, identitario, el asesinato selectivo y masivo, el robo de casas, los encarcelamientos sin juicios, ocurre a viva voz, y mientras eso siga ocurriendo, seguirá replicándose en otros territorios, simplemente porque las grandes potencias lo permiten, porque co-contruyen el rostro rigidizado del enemigo árabe, y peor aún, porque nos acostumbramos; “Porque es así la realidad”. Pero ante esto me permito recordar algo antiguo; y es que la realidad la construimos las personas, con nuestros gestos, con nuestros relatos, con nuestra imaginación.

Sí. Para escribir pongo en frente a la imaginación, esa que todo lo puede juntar, esa que todo lo puede crear.

Si pongo mi imaginación en la colonización de nuestra América, me lleva a recrear ese momento brutal, inédito, de encuentros y choques, de relatos fantásticos que cruzaban en barco y donaban el derecho a la conquista y al genocidio. Ahí está el libro América Imaginaria, que en parte me inspira hoy, donde se muestran esas criaturas fantásticas que habitaban esta tierra. Y que definitivamente no tenían alma.

Si pongo mi imaginación en los 50 años del Golpe cívico militar, imagino a la generación de Diana, esos jóvenes que están aún entre nosotras, nosotros. Que tenemos el privilegio de escuchar aún, y que gracias a esas escuchas podemos imaginar cómo fue ese momento que vivieron, ese ímpetu contagioso por crear un mundo más equitativo, donde la discusión era parte de una vida hecha en dialéctica. Y me propongo constantemente imaginar cómo hacer que no se repita esa borradura genocida de personas, de ideas y de acciones.

Puedo imaginar juntar y mezclar la excusa del exterminio por el hecho de no tener alma, con el mito de la superioridad racial de los nazis y la propaganda sobre el terrorista traidor a la patria, realizada por los ideólogos de la dictadura. Hay tantos modos de crear la figura del enemigo.

Tomada de la mano de estas imágenes, mi memoria viaja, y me veo pequeña frente al televisor. Crecí con películas que mostraban a los árabes como los terroristas del momento, que eran acribillados justamente por el héroe blanco que hablaba en inglés. Por supuesto los villanos también eran rusos y chinos, pero acá me interesan los árabes con kufiyas en persecuciones de autos grandes disparando con metralletas por las ventanas. Árabes que estaba bien matar porque eran terroristas violentos. En la fábula nunca aparecía algo cercano a la razón de la opción por luchar de esos enemigos terroristas. Nunca hablaban de resistencia. De sus Razones. Todavía no está en los libros escolares las razones del MIR de elegir resistir con las armas, ni está toda esa imaginación de una generación de estudiantes que vivió una efervescencia social que les hacía ir a alfabetizar, a trabajar la tierra, donde la discusión entre miradas opuestas era posible y necesaria. Es probable que mucho del actual régimen de pensamiento ciudadano en creciente negacionismo y derechización tenga que ver con las políticas de educación, de ausencia de diálogos cotidianos abiertos, donde no se relatan esas historias de distintas resistencias a un modelo individualista que estaba expandiéndose con tácticas subterráneas.

¿Y qué sabemos sobre las razones de la resistencia palestina? Tal vez mucho, o tal vez lo suficiente como para no entenderla. Para dejarla en el lugar del “Conflicto”, y junto a esa palabra borrar lo que no quiero ver.

EL CÍRCULO

Escribo también desde el ejercicio de la escucha y el giro de mirada que provocó en mí una obra llamada El Círculo, hecha gracias al ímpetu de un grupo de personas chilenas judías y chilenas palestinas. Desde este lugar entendí la potencia del encuentro a pesar de enfrentarme cara a cara con la propia idea de enemigo, la potencia de confrontar miradas antagónicas. Entendí la potencia del atreverse a vivir la creación desde la absoluta incomodidad y contradicción, la potencia del imaginar la posibilidad del trabajo conjunto, antagónico, pero profundamente colectivo. Desde mi rol de dramaturga y directora debía hacer un esfuerzo enorme por escuchar, por respetar, por rescatar las miradas de mis compañeros y compañeras judías. La primera invitación era hacer el ejercicio de escuchar para poder girar la mirada. Y ocurrió. Estoy aquí porque me permití admirar la judeidad y dar espacio en mí a mitos que guardan una gran sabiduría. Estoy aquí porque tricé un cristal de mi propio lente, el romper eso me permitió bifurcar mi mirada, ver lo que no veía, establecer un vínculo profundo con personas que están hoy acá. Y vi lo importante que es dejar de decir lo mismo para los mismos, para ir más allá, para correr la frontera de la tribu y generar un nosotros más amplio. Discutiendo y accionando. Aquello quedó marcado en mi ser. No por eso dejé de creer en la causa palestina. Porque a pesar de haber logrado hacer esta obra colectiva, el lente trizado sólo multiplicó el espectro de la realidad. No dejo de ver, de escuchar y de imaginar lo que viven muchos palestinos, en lo que queda de Palestina. Porque también entendí que la distancia, el estar a salvo, puede ser una ventaja para observar. Es así como también trato de mirar el pasado reciente de nuestro país.

El Círculo, foto de Rafael Guendelman (c)

Algunas personas dirán, “no todos los palestinos sufren como te imaginas. No todas las personas que vivieron la dictadura estaban mal”. Lo sé. Pero es necesario ir a ese espacio donde las relaciones de poder tienen directa implicancia en la supresión de los cuerpos, de las prácticas sociales básicas, de los derechos básicos.

Gracias a El Círculo, descubrí el Tikun Olam. Reparar el mundo. El deber de reparar esa tremenda quebrazón inicial cosmogónica. Pienso que una manera de reparar podría ser el escuchar, el conocer las razones de la resistencia, de todas las resistencias partisanas invisibilizadas y darles un espacio en los libros escolares, en relatos cotidianos, en los muros de las calles; para imaginar qué movió, qué pasó que era más importante resistir que someterse al genocidio de todo lo hecho, de todo lo imaginado. Para observar qué nos pasó después, por qué nos acostumbramos a salvarnos solos o en tribus enfrentadas cada vez más encerradas, en una sociedad que se supone está hecha para el ser gregario. Cómo imaginar de manera permanente el transformar nuestro cotidiano en el que vivimos, donde prima este modelo neoliberal que atenta contra el ser gregario, contra la tierra viviente.

Y nos encontramos con Diana Arón, a quién conozco por esta agrupación, por las narraciones que viajan en memorias de sobrevivientes, de amigos, amigas, miristas que oyeron de ella o que simplemente formaron parte de la misma generación. Las voces me dicen que esta mujer judía vio más allá de los relatos comunitarios que portaba, más allá de su lealtad identitaria, para ver a los palestinos, para ver su privilegio y la inequidad en Chile, y para accionar y reparar el jarrón quebrado.

La nueva creación que tramamos en un inicio junto a mi compañera Alejandra Díaz, y luego a Eleonora Coloma, Rayen Morales y Simona Ibarra, en la que también se suman sobrevivientes con sus relatos, y donde se seguirán sumando más personas, para reconstruir la imagen de Diana Arón, en un nuevo ejercicio que incluye la imaginación de la memoria desde esas voces y desde nuestras voces, para crear una experiencia escénica a partir del rito de una particular Shivá.

El ejercicio de esta creación, implica estudio de contexto y de conceptos que se nos revelan como medulares, de preguntas que nos atraviesan como sustentos movilizadores.

Y así aparece la pregunta, ¿Cómo se despide un cuerpo sin ese cuerpo? y junto con esta pregunta situamos el rito de duelo judío, Shivá, en el que por siete días se recuerda a la persona que ya no está. Este rito se nos presenta como un continente preciso que implica el compartir diversos recuerdos sobre la persona cuyo cuerpo está ausente entre los vivos, y gracias al cual podemos relatar a una Diana idealizada, humana, mirista, rebelde, judía, porfiada, hermosa, y tal vez ¿violenta?

Me invitaron a hablar sobre Palestina y la relación con el genocidio. Y digo que estamos hablando de Palestina cuando hablamos de Diana. Hablamos de Diana cuando hablamos de genocidio.

Pretendemos ambiciosamente desvelar la imagen del MIR, de la violencia, del terrorismo, de la victimización, revisar las decisiones de lucha, decisiones políticas, de legítima defensa. Ver el origen del movimiento, de esa izquierda, de la idea de revolución. De imaginar el ahora fuera de nuestros circuitos de desplazamientos cotidianos, para accionar luego. No tengo claro hasta qué punto logremos toda esta ambiciosa propuesta, pero por ahora investigamos, probamos e imaginamos.

De nuevo pienso: De tanto vivir en sociedad se nos olvidó el sentido de cooperación de la misma sociedad …

Y pienso: ¿Qué vio Diana?

Creo que las personas presentes sabemos sobre cómo ocurre la gestación del Estado de Israel. Los y las presentes sabemos lo que pasó en esa tierra elegida, para renombrarla para un pueblo elegido. Sabemos que había gente en esa tierra, que la propaganda para convocar a judíos de Europa la proclamaba como vacía. Que la idea según decía Golda Meyer, refiriéndose a los habitantes palestinos, era que los viejos murieran y que los jóvenes olvidaran. Pero parece que olvidar no es tan fácil. Sabemos que esa gente a los que ahora sólo llaman los árabes, se llamaban, y se siguen llamando, palestinos, y que tuvieron poco y nada que ver con las elecciones que se tomaban respecto de la tierra que habitaban, ni eligieron huir con las llaves de sus casas que abrirían las puertas de las casas del nunca más volver, ni las masacres, ni la destrucción de sus huertos familiares, ni las muertes por huelgas de hambre que piden juicios justos, ni los muros, ni los bloqueos, ni la impotencia, ni la rabia, ni la rebeldía, y lo que le sigue, que sus hijos y nietos fueran los mártires cuyas fotos empapelados muros de campos de refugiados. Pudo haber sido diferente, me guardo el derecho a imaginar ese hacer diferente.

LA DICTADURA

Si junto la dictadura con la imaginación del origen de nuestro mestizaje, veo esas imágenes de monstruos de América Imaginaria transfiguradas en personas de la resistencia chilena, colonizando el imaginario de los chilenos, para negar todo derecho a la defensa, a la resistencia. Entonces todo partisano es terrorista. O ES VÍCTIMA O ES TERRORISTA. Nuestro proyecto La música de Diana, consiste en sacar de ese espacio a los Miristas terroríficos, para reconocer el lugar de la decisión que tomaron en ese momento de urgencia. Operamos como creadoras desde la imaginación de la memoria, para traer al presente voces que recuerdan accionar. No para la nostalgia, sino para imaginar un futuro, para imaginar una memoria, para accionar en nuestro presente. Una potencia imaginada para accionar. Eso lo podemos hacer desde nuestro ser artistas. Desde mi cuarto palestina, desde el ser judía de la Ale. Hacer teatro para movilizar la mirada fija y también, para de alguna manera, reparar algo el jarrón quebrado. En el Teatro de la Libertad de Jenín hay escombros reales no imaginados. Pienso en las vidas de las personas de distintas edades que acudían al teatro de la Libertad, que fueron desplazados repitiendo los mismos gestos de sus padres, de sus abuelos, manos en alto escoltados de soldados armados, ni siquiera fijo mi imaginación en los cuerpos sin vida, pienso en los sobrevivientes que deben estar hechos escombros, que los imaginarios de muchas personas de Jenín están hechos escombros. Hay muchas personas que justifican el bombardear el teatro, tomar rehenes, el asedio por aire y tierra, la nueva expulsión de lo que puede llamarse hogar en un campo de refugiados, la encarcelación sin juicio de tantas personas, incluidos niñes. La excusa fue bombardear el Teatro de la Libertad porque buscaban armamento de terroristas. Un teatro que fue cofundado por un judío-palestino. Porque antes una madre judía israelí creó un teatro para personas menores, infantes palestinos y palestinas, personas de corta edad traumatizadas por la violencia ejercida hacia sus cuerpos, su memoria, su imaginación fija en imágenes innombrables. Y dio espacio a que esos imaginarios se desplegaran, a sanación, a intifadas nuevas como esta que ella hacía. Ahmed Tobasi la conoció en ese espacio siendo pequeño, contagiado por esta mujer cofundó el Teatro de la Libertad, y ahora él resiste a partir de escombros como director de ese teatro.

El

Teatro

de

la

Libertad.

JENIN

Intifada es resistir

Intifada significa levantamiento, rebelión. Por supuesto esta palabra está cargada de imágenes relacionadas al terrorismo, pero también hay intifadas culturales, como a del Teatro de la Libertad. O la intifada del alimento que consistía en cultivar en el propio patio para resistir al bloqueo alimentario ejercido por el estado de Israel. Cuando Ahmed Tobasi estuvo en Chile, muchas cosas me impactaron de él, una, su cuerpo vital y marcado por cicatrices, su alegría de vivir a pesar de haber experimentado la cárcel a los 14 años, su ímpetu por compartir su experiencia creativa, su capacidad de hacer, de imaginar. Su capacidad de seguir a pesar de saber que puede ser blanco del ejército. Ahmed, a Alejandra Saez, chilena, que lo conoció en Jenín, le dijo cuando se despedían acá en Chile que no sabía si se volverían a ver, se refería a que no sabía si seguiría vivo mucho tiempo. A esta Alejandra que está al lado mío le dijo que la próxima Intifada debiese ser cultural, y la última debiese ser judía. Tal vez por eso estoy acá, porque quiero imaginar aquello con ustedes.

Otra palabra, Shuhada, para muchos palestinos es una palabra fundamental, porque significa mártir, y también testigo. La palabra, mártir, es utilizada en diversas lenguas por los cristianos occidentales, y testigo, es fundamental para, por ejemplo, sobrevivientes de genocidios perpetrados a judíos, y para la resistencia chilena, pues en gran parte es gracias a esos testigos que podemos construir y defender nuestra memoria colectiva. Pero Shuhada, así en árabe, ha sido prohibida en muchas redes sociales. Borradura. Cuando censuran una palabra en internet, pienso que nos borran un poco a todos, a nosotras nosotros, con todas nuestras diferencias, con todas nuestras semejanzas, con toda nuestra necesidad de resiliencia, y, de resistencia. Por eso creo que podemos imaginar hoy una intifada común.

Entiendo la creación escénica como una invitación abierta a liberar espacios internos marcados por contextos, un atreverse a probar lo incorrecto, un diálogo y una escucha permanente, a hacer preguntas que nacen de lo incómodo, para preñar la creación de giros de miradas.

Pienso que el decidir no imaginar a esos otros como humanos en igualdad de condiciones se puede cambiar si los mismos se activan para transmutar las imágenes de esos otros y así devengan en rostros reconocibles, cotidianos, y que también quisieran vivir una vida tranquila. Pero ¿Cómo hacer para convocar a ese encuentro?

Otra pregunta me inquieta: ¿qué pasaría si realmente en Palestina hay un ejército que se está armando con la ayuda de Irán? Honestamente lo lamentaría mucho, pero lo creería posible y lo siento si ofendo, pero poniéndome en el lugar de esas personas que viven en una desesperación absoluta, en absolutos campos de refugiados, en condiciones absolutas, no es tan fuera de lugar pensar en armarse para la autodefensa y tal vez para establecer una de las caras más brutales de “la paz perpetua” de Kant; la tensión de las armas, la brutalidad, la muerte, pone los límites de las fronteras, o lo que se nombra como un conflicto, entre iguales, o, entre fuerzas algo similares. Elsa Blair Trujillo en su texto Matar al padre dice: “La paz en la filiación es paz del conflicto, en el mejor sentido: el reconocimiento mutuo de los adversarios. Mientras que, si no hay negociación, ni reconocimiento mutuo, no hay conflicto sino violencia, es decir, la lucha a muerte por un solo lugar; y si hay paz, es la de la guerra: la de un vencedor y un muerto”. Pienso que imaginar una acción conjunta, una intifada judía palestina es urgente, el reto de ver al Otro a tiempo antes de su exterminio total, porque está siendo la limpieza étnica, de los cuerpos, de la cultura, de los relatos. Y también es urgente antes de que se desate el conflicto real entre fuerzas iguales. Porque los palestinos no son ovejas mansas, no todos, y sería un abuso pedir que lo sean. Es urgente ver el origen; la lucha de clases, la relación de hegemonía otredad, la real dimensión y las implicancias entre el péndulo víctima-victimario que se revierte en la historia, porque si no, puede pasar como el calentamiento global y la explotación de nuestra Tierra viviente, pronto puede ser demasiado tarde.

Desde mi punto de vista, lo que hacemos en esta asamblea convocada para conmemorar los 50 años de la dictadura cívico militar, es un gesto de creación comunitaria. Un gesto de alianza donde optamos por entrar en esta convención. Hay textos creados, espectadores dialogantes, escenario, una experiencia de escucha entre el reconocimiento de una igualdad, un encuentro que puede provocar giros de miradas. Despertar imaginarios.

Más que decir algo nuevo con esta ponencia hecha en pedazos, que va y viene de Palestina a Chile, del pasado al presente, de lo micro a lo macro, del teatro a la realidad. Mi acción tiene que ver más con una invitación antigua a no olvidar la práctica de preguntarnos por ese otro lado, a no dejar de imaginar, a revisar el sentido de lo comunitario desde este lugar, a expandir el sentido del Tikun Olam más allá de lo propio. Rescato el poder de la imaginación como impulso del gesto, como forma del deseo, como preparación para una acción concreta.

Trizar los cristales de los propios lentes para que esas fisuras generen diversidad de fragmentos ópticos que permitan ver lo que no era visto. Trizar lo propio rigidizado para reparar el jarrón quebrado.

Me niego a imaginar que es más grande el miedo a perder lo que se tiene.

Trizar los lentes para preguntarnos:

¿Cuál es la siguiente Intifada conjunta que podemos imaginar? ¿Qué conformamos? ¿Qué imaginamos mientras ocurre la vida? Nosotros, Nosotras.