Migrar hacia la vida
La migración es un fenómeno natural. La humanidad se moviliza, se traslada, tal como sucede con otras especies del reino animal (las migraciones de las aves son quizá la expresión más reconocible de este fenómeno). Es posible que la humanidad haya migrado desde sus orígenes, todxs podríamos llegar a descender de un puñado de primerxs migrantes. En gran medida se trata de movimientos que han buscado la prolongación y el cuidado de la vida: nos trasladamos en busca de mejores condiciones para vivir. Hoy, algunxs hablarían de mejores oportunidades; otrxs, de mejor calidad de vida. Curiosamente, uno de los matices de la palabra “mejorar” conduce al ámbito de la salud, “recuperar la salud perdida”. Ahora estamos en medio del coronavirus pero, antes de él, la vida, para muchxs, era enfermante. No olvidemos las llamadas zonas de sacrificio o los territorios bajo guerra. Es natural, en circunstancias en que el daño o el deterioro de la vida parece inminente, querer desplazarse hacia un lugar mejor o, cuando menos, distante de las fuentes del sufrimiento.
La migración conlleva riesgos en todas sus etapas. Para muchxs la trayectoria puede ser difícil, incluso fatal. No todxs desean migrar. Evidentemente, estos riesgos se acentúan en territorios cuyos Estados se han mostrado hostiles hacia la población migrante y, no está de más decirlo, para muchos Estados no todxs lxs migrantes son iguales. En Chile, por ejemplo, la situación queda bastante bien resumida en una canción de Makiza: “Por que cuando viene un gringo se le da la mano. Pero cuando viene un peruano, que es nuestro hermano, lo rechazamos, lo devolvemos, lo humillamos”. Durante la ola migratoria de los años 90, el migrante peruano fue en reiteradas ocasiones estigmatizado y racializado; hoy, si observamos por ejemplo la televisión o la prensa escrita de amplio tiraje, podremos ver la estigmatización del migrante haitiano. Precisamente, son la discriminación y el racismo algunas de las actitudes sociales que agravan los riesgos y las vulnerabilidades propias de las migraciones.
En relación con la salud, en medio de los cambios provocados por la asimilación de una nueva cultura y la pérdida o la distancia de elementos de la cultura de origen, lxs migrantes pueden ser más susceptibles de padecer ansiedad, angustia o temor. Recientemente, una encuesta del Programa de Estudios Sociales en Salud del Instituto de Ciencias e Innovación en Medicina de la Universidad del Desarrollo publicaba, entre otros datos relevantes, que un 61% de lxs migrantes declaran no sentirse preparadxs para enfrentar la pandemia; nueve de cada diez reportan sentirse angustiadxs o preocupadxs, y siete de cada diez, tristes o deprimidxs a causa de la pandemia. La situación de lxs migrantes en Chile puede ser más compleja si consideramos que muchxs trabajan informalmente o se desempeñan en trabajos de riesgo (como quienes pertenecen al rubro de las entregas a domicilio), viven en condiciones de hacinamiento y cobro abusivo de arriendos, o no pueden acceder a los servicios de salud por desconocimiento de sus derechos o discriminación. En Chile, incluso lxs migrantes indocumentadxs tienen derecho acceder a FONASA; si bien muchxs desconocen o ven impedido este derecho, otrxs eligen renunciar a él por temor a ser deportadxs.
La indocumentación puede ser una condena de la vida si consideramos las restricciones de circulación y abastecimiento impuestas por la cuarentena y la pandemia. Hace algunas semanas, la Universidad de Chile junto a la Universidad Abierta de Recoleta y la Red Nacional de Organizaciones Migrantes y Pro Migrantes anunciaban la campaña “La humanidad somos todes", dentro de la convocatoria declaraban: “Toda vida tiene el mismo valor. La amenaza del Covid-19 no discrimina y por eso se hace indispensable que la comunidad migrante obtenga el carnet de identidad que le permita, al igual que todo chileno(a), cuidar su salud y la de los demás”. A comienzos de mayo, el gobierno de Sebastián Piñera instaba al Congreso a apurar la tramitación de una nueva ley de inmigración. Dicha premura motivó una declaración pública conjunta de distintas organizaciones que brindan apoyo a los migrantes y otros actores sociales: “La decisión de dar discusión inmediata a este proyecto en un contexto de crisis sanitaria y excepción constitucional dificulta que se debata democráticamente su contenido e impide que las organizaciones sociales participen de la discusión”, manifestaban.
El gobierno ha dicho que se propone “cuidar y ordenar el hogar común”. ¿Qué cuidados puede otorgar un gobierno que desde el estallido de octubre ha violado los derechos humanos y que, hoy, ha demostrado un manejo negligente e inhumano de una crisis sanitaria? Quizá el verdadero cometido de las políticas públicas sea simplemente el orden, el ansiado control y la pretendida seguridad de la población, aun cuando implique malograr algunas vidas. No es difícil suponer cuáles.
Para conocer más y reflexionar acerca de los procesos migratorios y los migrantes, lxs invitamos a leer el libro "Migración en Chile. Evidencia y mitos de una realidad". A continuación, compartimos el capítulo duodécimo de esta publicación, “Yo no soy racista, pero…", escrito por María Emilia Tijoux, integrante del cómite editorial de LOM y coordinadora de la Cátedra de Racismos y Migraciones Contemporáneas de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile.