Introducción al "Mamotreto"
Por Claudia Contreras Moreno. Palabras de presentación del libro "El correo de Bagdad".
Hola, buenas tardes, queridas amigas y queridos amigos. Me alegra muchísimo que hoy podamos reunirnos acá, en Aldebarán, que es una casa de amigas y EL GRAN lugar adonde podemos acceder a nuestras mejores aventuras literarias e intelectuales.
Al igual que ustedes, imagino, también soy parte interesada en cuidar de espacios lindos como este, porque cada librería independiente que habitamos es un espacio de resistencia y de solidaridad. Resistencia en la memoria, valoración de la diversidad cultural y una invitación a soñar mejores mundos. Quiero agradecer la invitación que me han hecho para presentar esta nueva edición de El correo de Bagdad. A Cristina y Mariana, que me honran con esta misión, y a LOM, cuyo trabajo constante ha trascendido en el tiempo, llegando a ocupar un lugar destacadísimo en el mundo editorial en Chile.
Para quienes admiramos la obra de José Miguel Varas Morel, no es fácil elegir una sola obra como favorita, ya que en cada una podemos encontrar el genio literario y agudo sentido del humor que nos cala hasta lo más hondo. No es curioso que, pese a los años vividos en el extranjero, de manera voluntaria o impuesta, José Miguel nunca abandonó en su prosa la exquisita cordialidad del habla chilena, la picardía, la broma nacida del juego de palabras y de los dichos populares. Encontramos diálogos y anécdotas que nos remiten a la oralidad o al lenguaje periodístico, ágil y liviano, pero nunca simplón. Debo agregar una mención muy especial para la prosa que José Miguel regala a los comentarios del Pan doktor Josef Beran, de la que don Volodia dijo en su prólogo a la edición de Alfaguara: “Desfigura el idioma español conforme al genio de lenguas ajenas. Nunca leí un modo tan hilarante de hablar un castellano chequificado.” Y es que es necesaria una imaginación ilimitada y un enorme conocimiento de los idiomas como para lograr esta magistral mezcla lingüística.
Y es que decir José Miguel Varas es decir sensibilidad por el lenguaje, las palabras y las diferentes maneras de comunicar. Su facilidad para aprender idiomas resulta sorprendente, ya que no solo fue un erudito en nuestro idioma, también dominaba el ruso, francés, inglés, portugués, italiano, algo de alemán y por supuesto checo, ya que vivió dos años y medio en Praga. Fue un enamorado de los idiomas, los usos lingüísticos y sus variantes y, por supuesto, casi como consecuencia, de la comunicación entre personas de distintos orígenes culturales.
Y esto lo agradecemos indeciblemente mientras leemos El correo de Bagdad. Cuando comenzamos la lectura, de entrada nos encontramos con una primera sección titulada “Introducción al MAMOTRETO”. Para quien venga conociendo la prosa de Varas, (José Miguel, se entiende), encontrarse con esta palabra, “mamotreto”, podría causarle cierta inquietud. ¿Quién se atrevería a usar este coloquialismo en la primera línea de su novela? Este primer toque de audacia ya nos da pistas. Quienes somos amantes de las palabras disfrutaremos de este regalo. ¿Sabían que, según la señora RAE, este término tiene dos acepciones? Una, que califica como coloquial, la define como “Libro o legajo muy abultado, principalmente cuando es irregular y deforme.” Y eso es lo que recibe en julio de 1973 un periodista de El Siglo, quien decide seguir la huella de estas cartas y, en particular, de lo que ha ocurrido con Huerqueo, pintor de origen mapuche, viviendo al otro lado del mundo.
La RAE también nos informa que hay una acepción en desuso (o eso es lo que ella supone) de la palabra Mamotreto. La define como “Libro o cuaderno en que se apuntan las cosas que se han de tener presentes, para ordenarlas después.” Leo esto y mi cerebro explota. ¡wow! ¿Así que esas tenemos?
No me voy a detener en la alegría de encontrar el habla coloquial tan bien puesta en la pluma y la boca de los personajes, es un disfrute que, estoy segura, les ayudará a entrar en una época distinta y distante. Sobre todo por la brecha temporal que hay entre los hechos narrados. Desde un Chile de hace exactos 50 años (se marca el 10 de julio del 73 como inicio de la lectura del mamotreto) se examinan hechos ocurridos diez años antes, a raíz de la curiosidad que causa la aparición de este mamotreto. Y de la imperiosa carta que envió en esos años al director del diario el profesor Josef Beran, pidiendo que se realce la figura de su desaparecido sobrino político. Dice nuestro periodista “Me intrigó la historia del pintor chileno de la nación araucana, como decía el profesor Beran en su rarífico español checo italianizante al vesre” ¿Dijo “al vesre”?
La combinación de una trama que se desarrolla en tres continentes hace de la lectura de esta novela una experiencia fundamental. No solo porque en las cartas que Huerqueo envía al profesor Beran se describen vívidamente los lugares, sino también los ambientes. Le cuenta de esa mezcla de falsa ceremoniosidad y alegre caos del Congreso de la Unión Internacional de Estudiantes o “Congreso erótico”, que lo ha llevado junto a su mujer, la sobrina del profesor, hasta Bagdad. También va comentando su encuentro con otras realidades que lo implican más profundamente, en lo emocional y en lo cultural, al constatar la distancia que lo separa de su lugar de origen y lo que fue su vida en Chile; por encontrar en este tío a un receptor de sus comentarios y digresiones, confiando en él como en un padre y ante la constatación de la situación de las naciones que han luchado protegiendo su existencia, como los kurdos y mapuche. Entre medio de la lectura de las cartas de Huerqueo a Josef vamos desarrollando la historia de este mamotreto que es acarreado al exilio de este periodista, que ya se ha involucrado de frentón con la investigación de lo que ocurrió con Aliro Machuca Pailahueque.
Por supuesto, El correo de Bagdad no trata solo de viajes e idiomas. Lo que también relevo de esta novela es de qué manera el rescate de la MEMORIA es lo que aparece junto a estas cartas. Así como a veces encontramos un recuerdo perdido cuando abrimos un cajón en desuso, con este mamotreto nos salta a la cara la imperiosa necesidad de conservarlo, de no olvidar lo sucedido ni de olvidar a todas aquellas personas que desaparecieron sin dejar rastro. Este mamotreto no solo “reaparece” en un cajón, también es salvado de la hoguera militar y restituido - eclesial intervención mediante- a las manos de este anónimo periodista. Es conservado en el exilio y retornado a Chile para seguir siendo estudiado, cuidado y, algún día, ver la luz, como una verdad.
Por último, me gustaría cerrar esta presentación comentando que esta novela trata también acerca de plasmar en palabras las imágenes que nos impactan. Huerqueo es un pintor exitoso, a pesar de la mala crítica que el señor Malalit- un auténtico “mala leche”- hace acerca de una de las exposiciones de nuestro pintor. En sus cartas nos habla del inefable impacto que le provocan los colores y texturas en descubrimiento. Explica a su tío con detalle los estudios que realizaba para llegar hasta la culminación de sus obras, comenta sus distintas fases y los resultados de estas. Memorable es su estudio de los dátiles, transmitiendo la obsesión del pintor por capturar la esencia de la fruta, en todos sus estados de maduración. ¿Qué se puede decir acerca de aquello que nos deslumbra, emociona y hace enmudecer? A pesar de esta casi imposibilidad de lograr la expresión, en esta novela que trata de cartas que buscan quien las lea, los colores, formas y texturas logran traspasar la barrera y recrear en nuestra imaginación lo que un pintor mapuche descubrió en Bagdad y comunicó a su tío checo.
Sin duda, disfrutarán de esta novela en cualquiera de las frecuencias en la que quieran sintonizar. ¡Láncense!
Cita memorable: “No me haga caso. Ud. sabe que cuando más hueveo es cuando más serio estoy.”