Texto de presentación del libro "Profesión Soldado"

Por Guillermo Pickering de la Fuente 

En primer término, quiero agradecer como familia de LOM ediciones, representada por Silvia Aguilera y Pablo Slachevsky, por haber hecho posible la publicación de este libro y haber puesto en esa tarea gran interés, respeto y delicadeza.
 
Agradecer también a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile por acogernos y acompañarnos, no solamente este día del lanzamiento de “Profesión soldado”, sino durante todo el largo proceso que significó llegar hasta aquí.
 
En especial deseo agradecer al Decano Pablo Ruiz Tagle, amigo y compañero de toda una vida por su imprescindible apoyo y tenacidad, que queda en evidencia, entre otras cosas, en el agudo prólogo, en haber identificado al museo holandés que tiene archivadas las fotografías que aparecen al final del libro y en haber contactado con LOM ediciones para su publicación. 

Agradecer a los comentaristas de esta tarde, a la expresidenta Michelle Bachelet, que cuando supo que íbamos a publicar este libro me dijo “yo lo presento”, en un gesto generoso que nos honra y que habla una vez más de su gran calidad humana. Su comentario, su presencia aquí esta tarde y su interés por el tema de las FFAA es algo que evidencia como a los hijos de los militares nos ha marcado de por vida la historia de nuestros padres, sobretodo si fueron generales constitucionalistas, respetuosos de la institucionalidad y de la tradición republicana como los generales Bachelet y Pickering.
 
Corresponde también agradecer a Jorge Arrate, por la honestidad sus palabras, inteligente y valiosa reflexión, realizada por un protagonista de los hechos, y a Eduardo Saffirio, mi amigo, por su interesante intervención, como siempre llena de sabiduría en lo que se refiere al país y cariño, en lo que se refiere a mi familia.
 
Me imagino como Eduardo debe haberlo recordado al preparar su comentario, aquí en esta Escuela de Derecho, hasta donde vino a defendernos ante el decano civil, mientras la autoridad militar de la Universidad de Chile quería expulsarnos por participar en las primeras manifestaciones estudiantiles contra la dictadura. O cuando te cuido mientras te recuperabas en mi casa de los efectos de una huelga de hambre en la que participaste.
 
Como el libro es un relato en primera persona lo veo en el living de mi casa con una tasa de te conversando con Pablo, Eduardo, Sarko Luksic, Cristian Suarez y con mis amigos de la política y la Escuela de Derecho, entretenido y entreteniéndose con la gente joven, discutiendo, comentando y riéndose con sus carcajadas explosivas. Lo veo escribiendo este libro en su máquina Olivetti, en su escritorio, en silencio, porque en esas circunstancias y tiempos que vivía el país no se podía saber que estaba dejando evidencia escrita de como habían sucedido las cosas, de las lealtades traicionadas, de la impostura de algunos y la ceguera de otros.


Por eso, porque este libro tiene una historia larga y difícil quiero hacer varios recuerdos esta tarde: Primero a nuestra madre, Olga de la Fuente Illanes, principal inspiradora de esta tarea, que lo acompañó en todas y lo recordó hasta su muerte. Cuando estaba listo cada capítulo juntos los llevaban al sacerdote Mario Zañartu al Centro Bellarmino de la Compañía de Jesús, camuflando el texto debajo de las chaquetas de ambos.
 
Recordar en este momento a nuestra hermana Cristina, que murió en el exilio a los 28 años, sin poder volver a Chile porque no tenía pasaporte. Se lo habían quitado.
A los amigos que los visitaron y acompañaron una infinidad de tardes.
Al tío Sergio Illanes y a la tía Tita.
A las tres hermanas Prats, Sofía, Maquela y Cecilia y sus maridos Isidoro, Víctor y Jaime
A al general Mario Sepúlveda a la tía Raquel y a su hija Raquelita
Al general Herbaldo Rodriguez y señora
Al Coronel Carlos Ossandon y familia
Al general Juan Forch y a la tía Elma
Al general Joaquín Lagos y señora
Al sacerdote Mario Zañartu y a la Compañía de Jesús, que lo ayudaron y aconsejaron.
Al Coronel José Ramos y señora
A la tía Elisa viuda de Schneider
Al almirante Buzzeta y señora
A Arturo Frei Bolivar y a Beatriz Ruitort
Y con gran cariño al Cardenal Raúl Silva Henríquez, que muchas veces lo reconfortó y acogió.
 
Pero, no solo hay recuerdos y expresiones de afecto que resaltar. Hay en el libro importantes antecedentes que relatan como se fueron involucrando las FFAA en la conspiración que derrocó al gobierno el 11 de septiembre de 1973. A partir de ellos, surgen muchas reflexiones que serán parte del debate que se abrirá el próximo el año 2023, pues se cumplen 50 años del Golpe de Estado.
 
Por eso, desde el contenido del libro, permítanme hablar, brevemente, de esos antecedentes y esas reflexiones. El libro “Profesión soldado”, desde la primera hasta la última frase, es un testimonio de coherencia democrática e integridad, especialmente cuando sostener esas convicciones era un riesgo y un motivo de desprestigio intencionado dentro del Ejército o de reacciones violentas y represalias, tal como ocurrió antes del golpe con el asesinato del edecán naval del Presidente Allende, el comandante Araya y después del golpe con el trágico asesinato del general Prats y su señora Sofía durante su exilio en Argentina.
 
De enorme valor es el testimonio del general Pickering y de los generales Prats y Sepúlveda, y otros integrantes de las FFAA de la época, porque desmienten que en Chile haya habido una guerra, como sostuvieron los autores del Golpe para justificar la brutalidad empleada y las violaciones a los derechos humanos.
 
Y la verdad es que no hubo ni una guerra ni una guerra civil, como querían los extremos, porque precisamente para evitarla, los generales constitucionalistas del Ejército renunciaron, impidiendo con ello la división de las FFAA y un cruento y prolongado enfrentamiento militar entre los chilenos de ambos bandos, con el resultado de miles de muertos, como sucedió en la Revolución de 1891.
 
Si se evitaba la guerra civil, en el futuro, otros líderes, con el apoyo de la gran mayoría del país podrían reconstruir la democracia y alcanzar el consenso que la generación del 73 perdió en la refriega política.
 
Este punto es crucial para que los actuales militares puedan conocer y entender la otra versión de lo sucedido.
 
Después de la vuelta a la democracia, el testimonio de nuestro padre y los generales constitucionalistas del 73 ha hecho posible al Ejército reencontrarse con otra interpretación de la historia de ese período, de la cual aprender para el futuro, evitando ser usados por intereses políticos y de esa manera tropezar con la misma piedra una vez más.

Algo de esa tradición cívica y democrática del Ejército de Chile pudo verse durante el estallido social de 2019 y en las palabras del jefe de las fuerzas, declarando abiertamente que ni él ni el Ejército estaban en guerra con ningún compatriota. Es la misma reacción que habrían tenido nuestro padre y los generales constitucionalistas enfrentados a ese dilema en la actualidad.
 
Junto a brotes de militarismo, el Ejército de Chile también tiene una tradición constitucionalista y democrática nutrida, encarnada por Freire, Baquedano, Alzérreca y Barbosa (ambos generales muertos en el campo de batalla por defender al gobierno constituido del Presidente Balmaceda). Son también parte de esa tradición el comandante en Jefe general Schneider, muerto por defender hasta el final el carácter constitucional, apolítico y no deliberante de las FFAA y el sacrificio del general Prats. Forma parte de esa tradición el general Mario Sepúlveda y, por cierto, nuestro padre, el general Pickering, autor de estas Notas.
 
La coherencia e integridad de nuestro padre en las circunstancias previas y posteriores al golpe de Estado, de la que da cuenta todo el libro, queda a la vista durante una de nuestras conversaciones, que me permito citar casi textualmente. 

Ya retirado y cuando yo tenía solamente 14 años, le pregunté porque había renunciado al Ejército en vez de participar en el golpe militar, transformándose en un opositor a la dictadura. Recuerdo que se estaba afeitando y mientras lo hacía me dijo: “Mira Guillermo, todos los días me afeito ante este espejo y siempre veo al mismo Guillermo Pickering, el de toda la vida, con la consciencia tranquila y sin sangre de mis compatriotas en las manos. Yo no tengo riquezas ni poder, pero recibí de mi padre un nombre limpio y eso es lo que voy a heredar a mis hijos y a mis nietos. ¿Quedó claro? Muy claro respondí”.
 
Quiero terminar estas palabras destacando que el libro fue redactado con un profundo amor a Chile y al Ejército, el de su padre, el de su único hermano, el de su niñez, pues entro a la escuela militar a los 13 años.
 
Este es un libro hecho desde lo constructivo, desde la reconciliación, desde la búsqueda de la unidad nacional. A pesar del sufrimiento vivido fue escrito en paz, por un hombre tranquilo, un hombre de familia, un hombre íntegro que, como el mismo decía sobre los militares era un chileno de uniforme, y yo le agrego un patriota y un ciudadano activo y ejemplar.


 * Fotografías de Comunicaciones Facultad de Derecho