El cuarto poder

A través de la lectura de sus prólogos, queremos invitarlos a conocer tres libros que se relacionan con la necesaria y compleja función pública del periodismo de investigación. Nos referimos a Caso Bombas: La explosión en la Fiscalía Sur, escrito por la periodista Tania Tamayo; Caso Spiniak, poder, ética y operaciones  mediáticas, de Gustavo González Rodríguez, y por último, la biografía Rodolfo Walsh. Periodista, escritor y revolucionario. 1927-1977, escrita por Michael McCaughan.

En el prólogo del libro sobre el Caso Bombas, la periodista Alejandra Matus nos recuerda una de las funciones públicas más relevantes de la prensa: la fiscalización de los poderes del Estado, es decir, hacer realidad el famoso mito de que el periodismo es el “cuarto poder”:

“El Caso Bombas y la investigación del fiscal Alejandro Peña, fielmente retratado en su desprolijidad en esta investigación periodística de Tania Tamayo, no solo son un ejemplo prototípico del comportamiento inadecuado y abusivo de la justicia chilena, aun después de la reforma al sistema procesal penal que tantas esperanzas engendró, sino que debiera ser también un caso de estudio en las escuelas de periodismo y salas de redacción del país, por el abandono de sus funciones públicas por parte de los medios de comunicación”, escribe Alejandra.

Ese notable abandono de funciones también es mencionado por el periodista Gustavo González Rodríguez a propósito de las coberturas de los Casos Spiniak y Calvo-Chilevisión, donde incluso se involucró a legisladores con una red de pedofilia: “La prensa demostró una vez más que, lejos de ser el proclamado ‘cuarto poder’, es tributaria de los demás poderes, sobre todo los fácticos, y termina siendo funcional a ellos desde sesgados estilos y rutinas de cobertura que distorsionan su papel fiscalizador y devalúan en ocasiones el periodismo de investigación”. Esta crítica dirigida a esa prensa complaciente, que asume un papel de mera vocería de los poderosos, insiste también en el grave problema de concentración de los medios en manos de algunos empresarios privados y la dependencia en las ventas de publicidad para su existencia: “Un sistema que comulga con el orden hegemónico construido bajo la dictadura y cuya impronta fue endosada a una transición democrática atada por la política de los consensos”.

Precisamente, el buen periodismo puede contribuir a desatar la democracia de los intereses de los grandes grupos económicos, y para ello debe mantenerse combativa e independiente a toda prueba. Un ejemplo de esas virtudes se anuncian en el prólogo a la biografía de Rodolfo Walsh, donde la periodista Faride Zerán escribe: “Rodolfo Walsh decía que el periodismo es libre o es una farsa. Por ello, cuando devino en farsa se sumergió en la clandestinidad y combatió con las armas que poseía: la máquina de escribir y la contrainformación, utilizando todos los medios. Desde boletines clandestinos hasta sus cartas abiertas y, por supuesto, la agencia de información que había creado en la Argentina de los años de plomo”.

Contrario a lo que muchos esperaban, durante esta larguísima transición a la democracia el panorama de los medios no ha mejorado ostensiblemente. La concentración y la dirección de los medios hegemónicos en favor de los intereses del gran empresariado han recrudecido, y hace rato que oímos circular una voz monocorde. A través de estos libros y sus prólogos, esperamos acercarlos a visiones que problematizan el rol del periodismo en la sociedad y, al mismo tiempo, nos recuerdan que a través del ejercicio digno, honesto e independiente de esta profesión, el mito del cuarto poder puede volverse realidad.