Un saludo a las bibliotecarias y bibliotecarios

Enviamos un saludo afectuoso a un grupo muy importante de trabajadores del libro: las bibliotecarias y los bibliotecarios de este territorio llamado Chile, que hoy, 10 de julio, celebran el día de su gremio.

Gabriela Mistral, poeta, intelectual, maestra lectora, “tragona estupenda” de libros, diría ella misma, tiene algunas palabras para las bibliotecarias y bibliotecarios, a quienes considera “guardianes vivos de muros vivos, valen un tesoro”, dice, y luego agrega, “la labor que realizan no es para cualquiera, sino para un amante de libros, pues el que ama conoce los caminos y con cordial vehemencia va despertando el amor de su criatura”.

Leer, decía Mistral, es escuchar a otros, “oigan con cortesía y con el alma alerta”. Leer puede ser también un acto político: “Infórmense del mundo”, escribe, “tomen posesión de su año, de su década y de su siglo […] Cualquier cosa menos ese estado de alga flotadora y de barca a la deriva”.

Las bibliotecas, públicas y privadas, fueron importantes dentro de la formación autodidacta de Gabriela Mistral, sobre todo durante su temprana juventud, cuando baja desde sus cerros y constelaciones a estudiar a la Normal de La Serena. En este lugar, Mistral sufriría persecuciones e intrigas (alentadas por el profesor de religión del establecimiento) a causa de sus ideas religiosas “poco corrientes”, expresadas en el periódico local El Coquimbo, y por leer y hacer leer a otros “libros científicos”. Gabriela Mistral no sería expulsada de la Normal, pero sería obligada a terminar sus estudios por cuenta propia.

Para ella las bibliotecas son un lugar donde restaurar el goce de la lectura y la búsqueda de conocimientos que la escuela y la universidad han apaleado con sus exigencias rígidas y sus orientaciones de rendimiento y competencia. En algún momento de su trayectoria intelectual adulta, Mistral expresa un claro rechazo a la institución educativa de la escuela, tildándola de “máquina pedagógica, engañadora de esperanza, matadora de realidades en la criatura”. Qué impresionante y triste coincidencia encontramos cuando muchos años después Jorge González canta: “Bajo los zapatos, barro más cemento, el futuro no es ninguno de los prometidos en los doce juegos…”.

“La biblioteca pública”, escribe Mistral, “va teniendo más sentido para la medición de una cultura, que la misma escuela, pues revela el estudio desinteresado: su estadística muestra cuántos hombres y mujeres buscan sin obligación, y sin deseo de diploma, el conocimiento [...] Es un verdadero barómetro de la vida mental en un país”. Desde la llegada del coronavirus, las bibliotecas funcionan a puertas cerradas y mantienen un vínculo con los lectores a través de sus colecciones digitales en los pasillos y los estantes artificiales de la Internet.

Estudiantes, lectores, ojalá no perdamos de vista, no dejemos de creer en la potencia emancipadora del libro, la lectura y la biblioteca. En especial de la biblioteca pública, un espacio comunitario donde podemos practicar la autodeterminación de nuestros conocimientos y rescatar nuestra curiosidad de esas “máquinas engañadoras”, que denunciaba Mistral, muchas veces obsesionadas con calificaciones de rendimiento y pruebas estandarizadas.

Reiteramos nuestro saludo y reconocimiento a la labor de todas las bibliotecarias y bibliotecarios amantes de los libros y la lectura. Ya sea en una pequeña biblioteca de aula, en un museo, en las universidades, en los colegios y liceos, en distintas dependencias institucionales, los que trabajan por el libro en el Metro o en las bibliotecas municipales, los bibliomóviles también... A todos ellos y ellas, que con su trabajo abren caminos y provocan encuentros entre los lectores y los libros, enviamos nuestro abrazo.