Antologías de poesía mapuche


 

 

 

 

 

A principios de la década del 2000, las antologías cumplieron un papel importante en la visibilización de la creación poética mapuche. El encuentro de los poetas dentro de los libros estuvo antecedido, durante los noventa y más atrás, por iniciativas autoconvocadas, como la publicación de revistas, la realización de talleres y reuniones amplias de artistas, donde se cuentan, por ejemplo, las dos versiones del Zugutrawun organizado por Elicura Chihuailaf y Jaime Valdivieso en 1994. 

Durante el 2003, el poeta Jaime Huenún, que ya había publicado los poemarios Ceremonias (1999) y Puerto Trakl (2001) con buena recepción de la crítica, realizó un recopilación de distintas voces mapuche que sería publicada bajo el título Epu mari ülkatufe ta fachantü = 20 poetas mapuches contemporáneos. "Estas palabras se han soñado, se han buscado y se han escrito en dos idiomas (el mapuzugun y el español) y en dos mundos (el mapuche y el chileno); ambos todavía no terminan de encontrarse y de entenderse en plenitud. Pero los nudos de la historia y de la sangre podrán -quizás- ser desatados por la poesía”, escribía Jaime Huenún en la presentación del libro.

El mismo Huenún publicaría en 2008 la antología de poesía indígena latinoamericana Los Cantos Ocultos, donde se incluyen los poemas de Bernardo Colipán, Juan Paulo Huirimilla, Leonel Lienlaf, César Cabello, Roxana Miranda, Maribel Mora Curriao, entre otros poetas mapuche e indígenas latinoamericanos. El año 2011, la poeta, profesora e investigadora Maribel Mora Curriao, junto a Fernanda Moraga García editaron la antología Kümedungun / Kümewirin, que recupera y sistematiza la poesía producida por mujeres mapuche. Además de estudios escritos por las editoras, el libro incluye una muestra de cantos tradicionales y culmina con una selección de lo más destacado de las poetas contemporáneas, desde los 70 en Chile y los 80 en Argentina. Cabe mencionar como antecedente a esta publicación, las antologías Hilando en la memoria, publicadas por la editorial Cuarto Propio en los años 2006 y 2009, que también reunieron la voces poéticas de distintas mujeres mapuche. 

Por último, en el año 2012, el poeta Juan Paulo Huirimilla, realizó la antología Weichapeyuchi Ül: Cantos de Guerrero, que recoge antiguos cantos y poesía mapuche actual donde se protesta frente a la expoliación de la tierra, la pérdida de la identidad, la emigración, el encarcelamiento y el conflicto de tierras en el sur de Chile. Además de su aporte a la visibilización y el encuentro, estas antologías representan puertas de entrada a sensibilidades que testimonian la diversidad y la complejidad interior del mundo mapuche. 


A continuación, compartimos con nuestros lectores una muestra.


Mapurbe (David Añiñir)

Somos mapuche de hormigón
Debajo del asfalto duerme nuestra madre
Explotada por un cabrón.
Nacimos en la mierdópolis por culpa del buitre
cantor
Nacimos en panaderías para que nos coma la maldición
Somos hijos de lavanderas, panaderos, feriantes
y ambulantes
Somos de los que quedamos en pocas partes
El mercado de la mano de obra
Obra nuestras vidas
Y nos cobra
Madre, vieja mapuche, exiliada de la historia
Hija de mi pueblo amable
Desde el sur llegaste a parirnos
Un circuito eléctrico rajó tu vientre
Y así nacimos gritándoles a los miserables
Marri chi weu!!!!
en lenguaje lactante.
Padre, escondiendo tu pena de tierra tras
el licor
Caminaste las mañanas heladas enfriándote el sudor
Somos hijos de los hijos de los hijos
Somos los nietos de Lautaro tomando la micro
Para servirle a los ricos
Somos parientes del sol y del trueno
Lloviendo sobre la tierra apuñalada
La lágrima negra del Mapocho
Nos acompañó por siempre
En este Santiagoniko wekufe maloliente.


Los gansos dicen adiós (Graciela Huinao)

A mi abuelo Adolfo Huinao

En los ojos de mi abuelo Williche
Navegaba el miedo.
Tan sólo al morir
Apagó ese brillo tímido.
Lo que la naturaleza no pudo
Pagar en mi memoria
El color de archipiélago
Agarrado en su rostro.
Abuelo, para serte fiel
No recuerdo el día exacto.
Sólo veo a los gansos
Abriendo y cerrando
Sus alas por la Jamapa.
Mi corto andar abuelo
No entendió
El origen de tus palabras.
Anciano como eras
Me alzaste del suelo
Y de tu boca nació la muerte
Desembarcando en tu playa.
Tu padre y tu hermano
Remaron al sacrificio.
Mientras su madre y mi abuelo
Alcanzaron la orilla del hambre.
No hubo eco ne la montaña
Fueron tan calladas tus palabras.
Pero mi niñez asustada
Se acurrucó al alero de sus años.
Abracé la pena de tus ojos
Y juntos miramos la pampa:
Una isla con sus gansos
En los ojos de mi abuelo se quedó
En la última mirada.
Abuelo, hoy sé
Nunca fuiste Williche
Tu origen Chono o Kawaskar
No subió al bote
El día que robaron tu tierra
Y tu raíz.
Ahora entiendo
La pena de tus ojos.
De tu origen navegando
En el gran cementerio
Del Pacífico Sur.


Chemamull (César Cabello)

No olvidemos –dijo– el arte de los mapuches,
siempre lo celestial a la altura del hombre.
Desconfi emos del arquitecto de las arenas
y mantengámonos de pie
junto a la piedra que perpetúa
nuestro peso en la tumba.
Tú dices que debajo de las lápidas
no hay nada.
Tú dices que la piedra aún vencida
es victoriosa.
Tú dices que solo somos forasteros
en el lecho vacío.
Pero esto no se trata del dolor
que fuera convertido en hueso al nacer
o del alma promovida a los elementos
en busca del porvenir.
Esto se trata de cortar
con las duras materias que nos cercan,
de librar al cuerpo de sus vanas envolturas
terrestres
y a los pies de aquella estatua
de aceitadas maderas, defender la Vida
consumada en la Muerte.


Yo pecadora (Roxana Miranda Rupailaf)

Confieso que le he robado el alma al corazón de Cristo,
que maté una flor por la espalda
y le disparé a una cigüeña.
Confieso
que me comí todas las manzanas
y que suspiro tres veces
al encenderse la luna.
Que le mentí a la inocencia
y golpeé a la ternura.
Confieso que he deseado a mis prójimos
y que tengo pensamientos impuros
con un santito.
Confieso que me vendí por dinero.
Que no soy yo
y que he pecado de pensamiento
palabra y omisión.
Y confieso que no me arrepiento.


Canto a mi madre (Maribel Mora Curriao)

¿Qué extrañas raíces
te engendraron madre,
qué prodigio en el cielo
dio origen a tus días?
Todo fue grandes cantos,
aves en el horizonte,
flores blancas en los cerros
y en los valles interminables
surcos escribiendo tu futuro.

Entonces en el bosque
habitaron las lechuzas,
agoreras del Wenu Mapu
ocultando, indescifrables,
los amorosos designios.
Mañana serás del mundo,
ahora vuela con nosotros
danos tu impulso de cielo.
Nada nos detiene,
en tus brazos no caemos,
el universo es nuestro
colchón de estrellas.

Más arriba iremos,
más arriba.
Chao Gnechén
nos espera.
El Perrimontun
no es más que eso,
una breve estadía
en el cielo.

Madre, estamos lejos ahora,
hagamos aquí nuestras tiendas
¡Este es el valle elegido!
Aquí pasaremos la noche
como cada vez que partimos,
¡Cuánta sangre disgregada madre!
Habrá quién vendrá a recibirnos.

¿Cómo vivirán las nubes
–te pregunto–
cuando agobiados
cierres tus ojos?
¿Cómo abrirá el cielo
sin tus cantos?
¿Quién soñará nuestros días?

Nada vive Madre
si no vives,
la flor roja te reclama,
la blanca flor del canelo,
mariposas en la hierba
oteando en el horizonte.
¡Vuelve en ti, madre, vuelve en ti!
Alza tus dos manos hacia Oriente
que no te encadenen temores,
fuera del tiempo la muerte
no tiene ningún sentido.