Algunos poemas para no extraviar el ánimo
Imagen recogida del flickr de Paulo Slachevsky
Quizá sentimos la vida un poco estrecha, arrojados a la fuerza de las cosas; forzoso es quedarse encerrados, forzoso ir trabajar pese a la enfermedad, la incertidumbre y el gobierno del absurdo. La poesía podría llegar a ser una unidad mínima expansiva para ahuyentar la amargura. Habría que probarla.
bebe de tu sed a manos llenas.
El tiempo es piel, tatuaje tu espera.
caldo
En la olla lo humano
y lo monstruoso en un mismo
caldo espeso, oscuro, opaco y mudo:
y adentro, una rana.
Christian Anwandter (Colores descomunales)
Reposo
Este andar de los huesos
Este andar de la carne
Este escalar los siglos
Y venir de tan lejos en abuelos perdidos
Este andar entre orillas desveladas
Nos dará una fatiga de experiencias amargas
Y un ansia de renuevo
Anhelo de aventuras de la sangre
Anhelo de no ser lo mismo y buscar lo que asombra
Oh molino del tiempo
El silencio se agrega
Estoy cansado y sin estrellas
La vida como un gran árbol da sus melancolías
Y sus risas de viento en cielo nuevo
Basta de andanzas
Basta de sombras hacia el lado de la tierra
Basta de sed hacia el lado del espacio
Basta de días y de noches
Los años se abren paso en nuestro cuerpo
Y el astro tutelar nos habla cuando lo olvidamos
Oh molino del tiempo
Las edades sobresalen
¿No ves cómo los párpados se mueren
Sobre el paisaje oculto?
Esta marcha del hombre
Este andar de los siglos
Con sus huesos inquietos
Con sus nervios amargos
Y el ansia de ser presente y ser lejano
Como el calor que rompe hacia otros lados
Este andar de los siglos a través de los hombres
No tiene más remedio que una tarde dejándose caer sobre los árboles
O un sol a manos llenas
Sobre los corazones libertados
Sobre la tierra sin cadenas y cuajada de rostros renacidos
Un sol causando flores y bocas apasionadas y trigales
Oh molino del tiempo
El pájaro sin árbol conocido
Va entrando en sus canciones para nacer de nuevo
Y se deslumbra del sentido de su voz
Vicente Huidobro (El ciudadano del olvido)
Pillanes
A pesar del olvido, de sus formas breves
de pájaros o insectos, los pequeños dioses del sur de Chile
esperan a que alguien los invoque en su oración.
Si hay caminos de montaña o ríos que cruzar,
si tu voz te abandona al encontrarte con un muerto,
los pequeños dioses sabrán qué hacer.
Confía en ellos, amarra hojas de canelo
y de quintral a un muñón de árbol,
en el patio de tu casa, para honrarlos.
Espanta al búho que precede al perimontun.
Tú mismo serás la ciénaga
que recibe a los viajeros del bajo mundo,
de quienes solo los caballos que los transportan
conocen sus verdaderos nombres.
Los pequeños dioses están aquí
para recordarte la fragilidad del sueño
al que perteneces.
Como una mariposa que escapa de súbito,
desde la cabeza de un niño,
o una débil luz que brota sin llanto,
desde tus ojos difuntos.
César Cabello (Nometulafken, al otro lado del mar)
Kintu*
He salido a caminar por las montañas
y preguntado al viento
si guarda su voz entre los árboles,
entenderé cuando florezcan sus raíces
y no se marchiten los sueños,
cuando se unan nuestras palabras
y no nos distancie la tarde.
Hemos de retornar entonces con nuestros cantos,
cuando salga el sol,
hemos de permitir germinar el bosque
y anidar en la tierra nuestro espíritu,
para volver a vivir cerca de los ríos
hablar con las aves
palpar las hojas que sanan el dolor del tiempo
cuando queremos ser nosotros mismos
María Isabel Lara Millapán (Los cantos ocultos)
*Mirar, ver.
Calibre 2.568**
Me disparan desde La Moneda
con una bala de calibre 2.568.
Me disparan por tierra,
por papeles y lápiz,
letra por letra me disparan.
Porque soy poesía-madre
naciente
en la resistencia.
Porque soy canción celeste del universo.
Porque mis hijos se levantan
enfurecidos y sonrientes
en las comunidades.
Asumen la emigración
en las ciudades,
buscándome
dentro de las urbes nocturnas,
confusas,
entre ladridos de perros,
sirenas,
disparos,
bombas lacrimógenas.
Porque soy mapuche-pueblo
no me matarán con decretos
ni con balas
de calibre recién inventado.
Podrán herirme,
cercarme con estacas
y alambres púas,
arrancarme de raíz
los árboles,
pero no entenderán
cuando suene el kullkull y la xuxuka.
Recuperaré la sangre
de mis óvulos florecientes.
Seguiré procreando hijos indomables
para defenderme.
Porque soy madre-padre, fuerza de la tierra,
no acallarán las voces de mis hijas,
femeninas y maternales
proclamándome
desde el vientre del tiempo,
desde la prisión.
Renaceré como fuego encendido,
bajaré de los volcanes
armada de canciones y palabras nuevas.
Porque en quinientos años
nunca han podido
dispararme en la boca.
María Teresa Panchillo (Los cantos ocultos)
**Alusión al decreto Ley N° 2.658 dictado el año 1979 y que permitió la subdivisión y la propiedad individual de los territorios ocupados por las comunidades mapuche.