Eleonor C.
¿De qué se escribe cuando se escribe? La novela negra de Ramón Díaz Eterovic.
Obras:
Nunca enamores a un forastero (Ed. La Calabaza del Diablo, Santiago, 1999)
Los asuntos del prójimo (LOM Ediciones, Santiago, 2021)
Autor: Ramón Díaz Eterovic.
¿De qué se escribe cuando se escribe? La respuesta no es un poema, ni siquiera una frase ingeniosa. Cuando se es escritor "profesional" se escribe lo que se puede, en cambio, cuando se es escritor de ratos libres, de almuerzos solitarios, de noches de insomnio, se escribe lo que supura en las entrañas, quizás este sea el único elemento diferenciador del escritor veraz, ese que se reconoce en lo que dice a pesar de la distancia con sus personajes.
Ser veraz, hablar con la verdad, buscarla y perseguirla, es el destino del detective Heredia. Su creador, Ramón Díaz Eterovic, lo sabe. Desde el anonimato del administrador público, el escritor fue primero poeta -qué duda cabe- pero pronto decidió que la prosa lo atraía y pasó a los cuentos, escribió todavía más y en plena dictadura nació, sin querer, un personaje que ha trascendido las fronteras de este fin de mundo que es Chile.
Nace el detective Heredia con su primera novela La ciudad está triste (1987) y con ella, nace la denuncia y el ejercicio de la memoria respecto de los crímenes de nuestra historia reciente y que luego, se trasformaría en acusación directa contra quienes huyeron a las sombras cuando la dictadura fue –digamos- derrotada, y que hoy se esconden tras “siniestros ministerios” o empresas de seguridad.
El quinto libro de la saga titulado: Nunca enamores a un forastero (1999), nos revela parte de esa búsqueda de verdad y el miedo que causa su revelación. Es un libro antiguo que se emparenta con el más reciente de la saga: Los asuntos del prójimo (2021) a través de otro personaje, el hijo de Heredia, Goran, que va por primera vez a Santiago a estar con su padre y a ayudarle en sus pesquisas, mostrando de paso, la ternura entre padre e hijo, apenas esbozada en el libro, pero sugerente tras la mirada cómplice de los dos personajes. Dos libros emparentados y que nos trasladan a dos de las ciudades que han sido importantes en la vida del autor: Punta Arenas, donde nació y, Santiago, donde ha vivido desde sus años de Universidad. En la primera, Heredia se enfrenta a los resabios de la dictadura y el ocultamiento de la verdad, y de paso conoce a quien sería la madre de Goran, Yasna Matic, apenas mencionada en la segunda obra y completamente ajena, a los predicamentos de su hijo y su antiguo amante. En Los asuntos del prójimo, Heredia investiga el delito contra una mujer, que no se ajusta a los “valores” tradicionales que inculca la sociedad y, se desnudan los mecanismos de poder detrás de una de las muchas iglesias evangélicas que existen en nuestro país.
Ambos libros son reflejo de lo que ocurre en nuestra América, con dos tipos diferentes de sociópatas, los primeros, sujetos endriagos que se mantienen activos gracias a sus conocimientos sobre represión y “solución definitiva de los conflictos” y los segundos, los abusadores de la confianza pública, de aquella fe que depositamos en algunas personas creyendo en su bondad al representar al Dios en el que dicen creer. Lamentablemente, hay ejemplos actuales de aquel abuso de confianza, baste señalar el caso de la anciana iquiqueña engañada por el pastor al que, por esos mismos veinte años que separan los libros de que hablamos, le pagó el diezmo y confió sus posesiones, espacio vital y tiempo. El mal se viste más veces de terno y corbata, que de simple camisa al aire.
Ambos libros develan la mentira tras las fachadas de civilidad que poseen estos modernos doctores Jekyll y que Heredia, tras su ojo escrutador, ve convertidos en mister Hyde. Sin embargo, no todo es tristeza y abuso, estas obras, como todos los libros de la saga, dan cuenta además de una dosis considerable de humor, refranes revisitados, conversaciones llenas de ironía y la candidez propia del mundo popular, humor que nos permite tener el espacio suficiente para respirar, en medio de la tensión de cada pesquisa policial. Se agradece que el autor dé buena cuenta de ese rasgo local que nos permite reír para no llorar, y de paso, denunciar abiertamente los males de nuestra sociedad.
Por último, y no menos importante, si lee las obras de la saga del detective Heredia, no olvide anotar los autores que lee y escucha el protagonista: este rescata poetas del olvido, lee novelas de autores del margen, disfruta del Quijote y ama la música, por ahí, en medio de cualquier frase, la imagen de Adriana Varela arrastrando un verso cantado, aparece, y con su voz, es fácil transportarse hasta el lado mismo del detective, nuestro antihéroe nacional.
Eleonor Concha.