Rememorando a Jorge Guzmán como escritor, profesor y amigo

Homenaje a Jorge Guzmán, de Naín Nómez.

Por Naín Nómez

El escritor y académico Jorge Guzmán Chávez, pasó por la muerte como pasó por la vida sin ruido, sin estridencia, sin aspavientos, sin salirse del marco que lo caracterizó toda su vida: la modestia, el silencio, la falta de pavoneo intelectual, a despecho de su inteligencia, sus importantes aportes críticos a la producción literaria chilena y latinoamericana, y su escritura narrativa de alto vuelo. El Premio Nacional le fue mezquino, como a tantos otros que quedaron en el camino del olvido dentro de las letras nacionales. Solo por mencionar a algunos de ellos o ellas: María Luisa Bombal, Stella Díaz Varín, Mahfud Massís, Nicomedes Guzmán, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Germán Marín, Delia Domínguez, Carmen Berenguer, Gonzalo Millán, Omar Lara...

Pero más allá de sus manifiestos méritos intelectuales y creadores, Jorge Guzmán fue un gran amigo, un enorme compañero, un maestro como pocos han existido en el país y, por sobretodo, dentro de su silenciosa mesura, un verdadero personaje, sin dobleces y con quien uno siempre podía contar en las duras y en las maduras. Personaje el mismo más allá de sus ficciones, era temido por su inteligencia en las clases de estética literaria allá por los años sesenta en el antiguo pedagógico, donde un sinnúmero de profesores brillaba con luz propia. Guzmán destacaba, no solamente por su agudeza intelectual, su conocimiento de las materias más diversas y su disciplina, que obligaba a ser riguroso con lo que se decía, sino también por la enorme cantidad de estudiantes de distintas áreas (además de Castellano, Historia, Filosofía, Sociología, Antropología, Sicología, etc.), que llegaban a aprender de sus clases. Personalmente, reconozco que sólo cuando llegué a sus clases de estética, aprendí a leer a los filósofos después de haber pasado por el Departamento de Filosofía durante varios años. Cinturón negro de judo, aprendió alemán para leer a filósofos, como Heidegger, Husserl o Hegel, en su lengua original y viajó por la selva boliviana donde se agarró una malaria que lo tuvo al borde de la muerte. De esa experiencia, surgieron su cuento “El Capanga y su primera novela Job Boj. Guzmán publicó una cantidad importante de novelas históricas por las que obtuvo varios premios, como son los casos de Ay mama Inés, La ley del gallinero, Cuando florece la higuera, además de En familia, Con ojos de niño, además de libros de crítica literaria. Mientras la prensa chilena elogiaba por varios días a un periodista que falleció el mismo día y que yo desconocía (aunque algún mérito debe haber tenido), no he leído ni una sola línea acerca de este escritor que tuvo una trayectoria relevante en la educación y la literatura nacional.  

No recuerdo cuando fue la primera vez que nos encontramos, pero puedo suponer que la primera ocasión debe haber sido desde el anonimato de la relación profesor-alumno, en una sala abarrotada de estudiantes muchos de ellos de pie, porque no querían perderse sus palabras. Si no recuerdo mal, fue un curso sobre la Poética de Aristóteles, que fue totalmente novedoso para mí que venía de la filosofía. La novedad consistía en su método casi mayéutico, al estilo socrático, con preguntas y respuestas, con una participación centrada en el estudiante y donde la reflexión y el conocimiento de los textos a estudiar era esencial para que la clase deviniera en un diálogo permanente. Si no estudiabas, era mejor no asistir porque quedabas en vergüenza por tu falta de responsabilidad. Los cursos eran menos sobre el contenido de los autores a estudiar, que sobre cómo estudiar, cómo leer, cómo reflexionar. Y luego, una vez que nos amansamos como interlocutores -nuestro grupo poético, La Escuela de Santiago-, nos hicimos cercanos de Jorge, le pedimos seminarios extras, conversábamos en los patios, nos invitó a su departamento donde compartimos un aguardiente de caña, boliviano, y entablamos una amistad que en mi caso duró hasta su muerte, el 22 de mayo pasado.

 Rememoro al azar sus conversaciones llenas de sabiduría y cariño casi sin notarse: sus recomendaciones esa vez que quisimos irnos a pelear en la guerrilla del Che en Bolivia de “están locos… son más útiles aquí, no saben pelear…”, etc.; o después del Golpe de Estado, cuando fui a verlo al Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile para pedirle una carta de recomendación y despotricaba contra los militares y sus estupideces. En el exilio nos vimos un par de veces en la Biblioteca de la Universidad de Toronto, donde yo preparaba mi tesis de doctorado y donde él trabajó en alguna investigación durante unas semanas, al calor de un café o una comida agringada de sus alrededores. Siempre el mismo, caballeroso, formal en su trato y su vestimenta, con esa fina ironía que a veces desconcertaba a su interlocutor, pero provisto de una humanidad casi escondida, aunque real. Después de mi retorno y la vuelta a vivir en Chile, lo reencontré varias veces y nuestros reencuentros se hicieron más permanentes cuando pernoctó finalmente en la Editorial Lom. Allí nos siguió alimentando con sus punzantes comentarios, su calidez imprecisa pero continua y su apoyo incondicional a la reflexión y al amor por los libros.

Recuerdo un viaje a Sao Paulo invitados por Ana Pizarro y la Fundación Memorial de América Latina, con Jorge, Raúl Zurita y Gonzalo Rojas, cuando yo todavía intentaba recuperarme de la muerte de un hijo. Allí tuvimos una larga conversación, a través de la cual Jorge desde su distante afecto me daba palabras de aliento y me incitaba a seguir andando. En fin, son tantos los recuerdos y emociones que suscitan la desaparición del querido maestro, que sería demasiado largo enumerarlos todos, pero quise de todas maneras, dejar anotada la huella que su memoria me ha dejado, aunque sea de manera circunstancial, en la permanencia que tiene la escritura.

Querido Jorge: gracias por tu vida y tu amistad, gracias por haberte conocido y haber aprendido de ti, gracias por todo. En la memoria seguirás habitando con nosotros. Un fuerte abrazo.

Naín Nómez Nació en Talca en 1994. Profesor de Filosofía de la Universidad de Chile, Master of Arts de Carleton University y Ph. D. en la Universidad de Toronto, Canadá. Actualmente, es profesor titular y académico de excelencia en la Universidad de Santiago de Chile.