CONCURSO DE MICRORRELATOS: LA HISTORIA ES NUESTRA, LA CONTAMOS NOSOTRXS (CUARTA ENTREGA)

Para que no pare la lectura y nuestra historia más actual siga latente, seguimos compartiendo los microrrelatos que recibimos a partir de la convocatoria del concurso "La Historia es nuestra, la contamos nosotrxs: A 1 año del Estallido".

Reiteramos nuestros agradecimientos a todxs quienes respondieron a esta convocatoria de escritura. Durante las siguientes semanas publicaremos todos los textos que hemos recibido. 

  
El despertar de los sentidos, Hugo Anibal Norris

No quiero normalidad, porque de esa ya tuvimos suficiente.
Y sabemos que sabor tiene y a que huele.
Ya paso el tiempo de dormir en la noche más larga y oscura
Tenemos que abrir los ojos en honor de quienes se los cerraron de pronto.

No quiero normalidad porque es lo mismo que estar muerto en vida
Porque la mayor violencia es que un adoquín, un semáforo, una vitrina valga más que una vida.
Es más violenta la pobreza y la desidia del poder petrificado
que humilla, encierra, mutila, desnuda a su gente por pedir dignidad.

No quiero normalidad porque eso sería renunciar a la vida
A cambio de una condena perpetua con olor a endeudamiento
a drogas, angustia, créditos tras créditos, a pensiones de miseria.
Si, la normalidad significa morir poco a poco, la muerte de la esperanza.

No quiero normalidad porque significa perder lo último que nos queda
La rabia, el ultimo grito desesperado de esa mezquina libertad
Que no es la libertad de los precios, mercados, ni transacciones bursátiles
Sino aquel ultimo bastión de resistencia que separa a los libres de los oprimidos.


Glosario básico subversivo, Hugo Anibal Norris

Primera Línea: Termino con el que se le da a la barrera de adolescentes y jóvenes encapuchados que se enfrentan a las fuerzas policiales y de orden público, los cuales han sido objeto de análisis tanto de psicólogos, sociólogos, politólogos y antropólogos; lumpen, anómicos, inadaptados, subversivos, refractarios, algunas de las referencias usadas para describir a este grupo; pero que por otro lado se erigen como un símbolo de resistencia.

Dícese también de los profesionales de la salud que se desempeñan en servicios asistenciales de salud de urgencia, acepción que se les ha dado por su rol de combatir y contener el virus del covid-19. En ambas definiciones se aplicaría el principio del sacrificio, cuyo propósito o misión es hacer frente una fuerza incontrolable, a costa de exponer su propio cuerpo y su propia vida por el bien común.


Microrrelatos Estallido Social, Sebastián Soto-Lafoy

Cuando comenzó el estallido social yo estaba en Buenos Aires, Argentina. Durante esa semana nos organizamos los chilenos y las chilenas para manifestarnos en distintos lugares de la capital. El día jueves salí de clases y tomé la micro para dirigirme al punto de encuentro que era el Obelisco. Durante el trayecto, comencé a sentirme ansioso por llegar, y, al mismo tiempo, muy angustiado por lo que estaba pasando en Chile. En ese estado, de manera espontánea e impulsiva, comencé a relatarle a lxs pasajerxs lo que estaba pasando: El toque de queda, los militares en la calle, las manifestaciones masivas. Me miraban atónitos. Recuerdo que les dije: “a esta misma hora en Santiago están los militares en las calle. ¿Ustedes se imaginan eso acá?”(en un país como Argentina, la verdad es que es impensado). Terminé de hablar y todxs lxs pasajerxs me aplaudieron. Lo sentí como aplausos genuinos, de muestra de solidaridad. Pensé en ese momento, a partir de ese pequeño gesto, que a pesar de la distancia, no estamos solxs. La hermandad entre los pueblos existe.


Cientos de testigos , Samuel Villarroel Campos

Cientos de testigos en carrera ven el empujón. El cuerpo joven vuela al lecho del río, desgarrado queda inmóvil cara abajo. La rivera estalla de gritos rememorando el rostro de otro tiempo de espanto.


Estillido, Fernando Valenzuela

¿Qué es un estillido, Papá? Estallido hijo, se dice estallido. ¿Qué es un estullido, pá? Es algo que explota hijo, y que nadie se esperaba que explote. ¿Cómo una bomba?... y más o menos, hijo. Pero papá, una bomba mata gente, y aquí hay mucha gente. Tienes razón, hijo, así es. Entonces, ¿Por qué le llaman estillido, pá? ¿Y por qué dicen que Chile estaba con sueño? Chile despertó hijo, ven sube a mis hombros, mira cuanta gente. Si papi, es un estillido de gente. Si hijo, esa palabra me gusta, es un ESTILLIDO.
 


Una noche silenciosa, Yessenia Gana Ángel

La noche estaba demasiado calmada. Algo ocurriría en cualquier momento y ella lo sabía muy bien. Sus manos temblorosas luchaban por afirmar los palillos de su tejido. Mientras que los vidrios de sus lentes no dejaban de empañarse con sus lágrimas. En la pieza se escuchaba la televisión, el presidente repetía un versículo bíblico sobre Dios y su piedad.

Usaba pijama y pantuflas cuando ellos llegaron. Los sintió apenas botaron la reja. Estaba desarmada. Solo alcanzó a tomar lo más cercano que tenía, dejó el tejido y fue atrás de la puerta. De pronto, escuchó el grito de su marido y tres disparos que silenciaron cualquier reacción posible.

Su mano derecha empuñaba la única arma que pudo alcanzar. La apretaba fuertemente y tocaba sus puntas dobles y delgadas. No eran peligrosas, no mataría a nadie. Todo su cuerpo temblaba de miedo, sus bototos retumbaban sobre ese piso de madera. Pero el odio hacía que sintiera más fuerza de lo que en realidad tenía. Se creía capaz, al menos, de forcejear un poco con alguno de ellos y con esfuerzo enterrárselo en un ojo. De ser así, pensó que su muerte no sería en vano.


Acuerdo de paz, Patricio Abarca Castro

Al otro día de la firma del acuerdo por la paz, abrí mi ventana y se respiraba la paz. Entonces nos juntamos por Plaza Dignidad y por toda la Alameda, porque, ¡chuta que es lindo reunirnos cuando hay paz! Los carabineros, llenos de paz, trajeron regalos de paz: tiraron agua (porque hacía calor) y gases (generando efectos especiales para celebrar la paz). También llegaron animales, símbolos de la paz, como el guanaco y el zorrillo. Entonces, nosotros cortamos la calle, porque era tanta la paz que había que tomársela y gritarle a todo el mundo que la paz reinaba por doquier. Y encendimos fogatas como símbolo de nuestra esperanza. En un punto era tanta la paz que las lacrimógenas no nos dejaban respirar. Y es que era tanta, pero tanta la paz que, de la emoción, no podíamos parar de llorar.
 


El pueblito del oasis, Cristóbal San Martín González 

En un pueblito del oasis latinoamericano acontecen rarezas: declaran guerras, entuertan, defienden farmacias y vociferan junto a los cuarteles del alto barrio. Gente extraña: visten de amarillo chaleco, portan virus, lloran ante las estatuas, entran en pánico con las asambleas y destruyen mosaicos. Mientras tanto, abajo en la plaza, nosotros metemos algo de ruido, cocinamos en las ollas, adoramos perritos, usamos las bicis y retocamos los muros. No tenemos tiempo para esa gente tan extraña.

Comentó alguien que ellos no han bajado nunca: son tenebrosos y meramente reaccionan, como siempre, usan nuestra lengua y gritan desde los cerros. Lástima que no se oye, pues ellos viven bastante lejos y acá tenemos mucho ruido en el oasis: la música y el verbo siempre resuenan entre ecos, a pesar del tiempo y los eternos encierros.

Tres décadas transcurrieron en el pueblito del oasis, y la gente extraña se oye cada vez menos. Treinta inviernos transcurrieron, hasta que por fin brotó una primavera. Debemos aprovecharla, pues en el pueblito poco florece: queda tanta pega por delante, y sin embargo la gente extraña solamente tiene cabeza para un plebiscito.


El país del oasis, Cristóbal San Martín González

En el país del oasis, en 30 pesos se anunció la nueva tarifa. De pronto, el vértigo: octubre, los secundarios, un torniquete, el metro, evade, yo no pago, los pacos, el 18, cacerolas, ruido, fuego, su guerra, la barricada, milicos, carnaval, las aguas libres, toque de queda, los que sobran, las recuperaciones, música, una huelga, los paros, tanques, una declaración, la toma, arde el retail, Plaza Dignidad, las regiones, los puertos, Chile despertó, grandes alamedas, la marcha más grande, Víctor, concentraciones, el arte, prensa maldita, Matapacos, el acuerdo, derechos humanos, los mosaicos, nuestros ojos, renuncia Piñera, Wallmapu libre, ACAB, Fabiola y Gustavo, cabildos, la asamblea, el barrio, un debate, comisaría en llamas, Feliz Dignidad, 2020, nuestro festival, los colores, las niñas, el 8M, históricas.
Cae abril y de improviso, el virus. Tinieblas: cuarentena, muerte, contagio, cordones, impunidad, farmacias, hambre, el ministro no sabía, Pradenas violador, deudas, Lavín, permisos, racismo, dictadura sanitaria, montajes, temor, fascismo, Araucanía, hospitales, el 11, camioneros, la UDI.
Pero ya casi viene la primavera y cumplimos un año en el país del oasis. Apruebo, nos veremos en Plaza Dignidad: aquí va la segunda ola y el verdadero rebrote.
 

No fue suficiente, Francisca Salinas Fernández

Hizo todo tal como dijeron, pero no fue suficiente.
Madrugó para pagar menos en el metro. Rezó para terminar la guerra comercial. Compró flores. Buscó con quien conversar temprano en el consultorio.

Hizo todo, pero ya nada alcanzaba. Ni la plata, ni las ganas de vivir.
Su muerte no fue televisada, no apareció en ningún diario. Era viernes 18 de octubre de 2019.

El 18 de octubre es el cumpleaños de mi mami, Abigail González Arriagada

El 18 de octubre es el cumpleaños de mi mami, tengo dos días para llegar a Valparaíso y celebrar con la familia. Mientras compro un café en el kiosko de la esquina, en la tele aparece el ministro recomendando que compremos flores porque están baratas. ¿Tan pequeña es su caja negra? Si la mayoría de lxs chilenxs tuviésemos la calidad de vida para comprar flores, tendríamos el récord de los copihues con injertos. Me despido de la casera y camino rápidamente hacia el metro.

Cuando estoy marcando la BIP, una escolar con un jumper azul me empuja y salta por la caseta que tengo a mi derecha. Luego pasan dos más, que al parecer son sus amigos porque se van riendo hacia las escaleras. ¡Qué ganas de tener esa rebeldía adolescente! Pago mi pasaje de 830 pesos chilenos y camino hacia el metro. Con esa plata podría comprarme otro café para enfrentarme a un nuevo día de trabajo.

Son las 07:30 y ya voy toda pegoteada en un vagón del metro. En una hora más estaré sentada frente al compu contestando algún correo que a nadie le importa. Puta vida, quiero mi rebeldía adolescente de vuelta.